…“Sucedió entonces que esa mañana,
justo después del amanecer, Juan
Salvador Gaviota se disparó
directamente en medio de la Bandada
de la Comida marcando trescientos
dieciocho kilómetros por hora, los ojos
cerrados y en medio de un rugido de
viento y plumas. La Gaviota de la
Providencia le sonrió por esta vez, y
nadie resultó muerto.
Cuando al fin apuntó su pico hacia el
cielo azul, aun zumbaba a doscientos
cuarenta kilómetros por hora. Al
reducir a treinta y extender sus alas
otra vez, el pesquero era una miga en
el mar, mil metros más abajo.
Sólo pensó en el triunfo, ¡La velocidad
máxima! ¡Una gaviota a trescientos
veinte kilómetros por hora! Era un
descubrimiento, el momento más
grande y singular en la historia de la
Bandada, y en ese momento una
nueva época se abrió para Juan
Salvador Gaviota. Voló hasta su
solitaria área de prácticas, y doblando
sus alas para un picado desde tres mil
metros, se puso a trabajar en seguida
para descubrir la forma de girar.
Se dio cuenta de que al mover una
sola pluma del extremo de su ala una
fracción de centímetro, causaba una
curva suave y extensa a tremenda
velocidad. Antes de haberlo aprendido,
sin embargo, vio que cuando movía
más de una pluma a esa velocidad,
giraba como una bala de rifle... y así
fue Juan la primera gaviota de este
mundo en realizar acrobacias aéreas.
No perdió tiempo ese día en charlar
con las otras gaviotas, sino que siguió
volando hasta después de la puesta
del Sol. Descubrió el rizo, el balance
lento, el balance en punta, la barrena
invertida, el medio rizo invertido.
Cuando Juan volvió a la Bandada ya en
la playa, era totalmente de noche.
Estaba mareado y rendido. No
obstante, y no sin satisfacción, hizo un
rizo para aterrizar y un tonel rápido
justo antes de tocar tierra. Cuando
sepan, pensó, lo del Descubrimiento,
se pondrán locos de alegría. ¡Cuánto
mayor sentido tiene ahora la vida! ¡En
lugar de nuestro lento y pesado ir y
venir a los pesqueros, hay una razón
para vivir! Podremos alzarnos sobre
nuestra ignorancia, podremos
descubrirnos como criaturas de
perfección, inteligencia y habilidad.
¡Podremos ser libres! ¡Podremos
aprender a volar!
Los años venideros susurraban y
resplandecían de promesas.
Las gaviotas se hallaban reunidas en
Sesión de Consejo cuando Juan tomó
tierra, y parecía que habían estado así
reunidas durante algún tiempo.
Estaban, efectivamente, esperando.
-¡Juan Salvador Gaviota! ¡Ponte al
Centro! -Las palabras de la Gaviota
Mayor sonaron con la voz solemne
propia de las altas ceremonias.
Ponerse en el Centro sólo significaba
gran vergüenza o gran honor. Situarse
en el Centro por Honor, era la forma
en que se señalaba a los jefes más
destacados entre las gaviotas. ¡Por
supuesto, pensó, la Bandada de la
Comida... esta mañana: vieron el
Descubrimiento! Pero yo no quiero
honores. No tengo ningún deseo de
ser líder. Sólo quiero compartir lo que
he encontrado, y mostrar esos nuevos
horizontes que nos están esperando. Y
dio un paso al frente.
-Juan Salvador Gaviota -dijo el Mayor-.
¡Ponte al Centro para tu Vergüenza
ante la mirada de tus semejantes!
Sintió como si le hubieran golpeado
con un madero. Sus rodillas
empezaron a temblar, sus plumas se
combaron, y le zumbaron los oídos.
¿Al Centro para deshonrarme?
¡Imposible! ¡El Descubrimiento! ¡No
entienden! ¡Están equivocados! ¡Están
equivocados!
-... por su irresponsabilidad temeraria -
entonó la voz solemne-, al violar la
dignidad y la tradición de la Familia de
las Gaviotas...
Ser centrado por deshonor significaba
que le expulsarían de la sociedad de
las gaviotas, desterrado a una vida
solitaria en los Lejanos Acantilados.
-... algún día, Juan Salvador Gaviota,
aprenderás que la irresponsabilidad se
paga. La vida es lo desconocido y lo
irreconocible, salvo que hemos nacido
para comer y vivir el mayor tiempo
posible.
Una gaviota nunca replica al Consejo
de la Bandada, pero la voz de Juan se
hizo oír:
-¿Irresponsabilidad? ¡Hermanos míos!
-gritó-. ¿Quién es más responsable que
una gaviota que ha encontrado y que
persigue un significado, un fin más alto
para la vida? ¡Durante mil años hemos
escarbado tras las cabezas de los
peces, pero ahora tenemos una razón
para vivir; para aprender, para
descubrir; para ser libres! Dadme una
oportunidad, dejadme que os muestre
lo que he encontrado...
La Bandada parecía de piedra.
-Se ha roto la Hermandad -entonaron
juntas las gaviotas, y todas de acuerdo
cerraron solemnemente sus oídos y le
dieron la espalda“…
Juan Salvador Gaviota. Richard Bach.
(fragmento)