Claque (en francés ‘bofetada’) es, en su
origen, un término que alude a un
cuerpo organizado de aplaudidores
profesionales presentes en los teatros
y óperas franceses. Los miembros de
una claque se denominan claqueros
(claqueurs).
Contratar a gente para aplaudir en las
representaciones dramáticas era
frecuente en la época clásica. Por
ejemplo, cuando el emperador Nerón
actuaba, su representación era
saludada con un encomio cantado por
cinco mil de sus soldados.
Esto inspiró al poeta francés del siglo
XVI Jean Daurat a desarrollar la claque
moderna. Adquiriendo cierta cantidad
de entradas para la representación de
una de sus obras, las regalaba a
cambio de la promesa de un aplauso.
En 1820 las claques sufrieron una
profesionalización profunda con la
apertura de una agencia en París para
gestionar y proveer claqueros.
En 1830 la claque se había convertido
en una institución. El gerente de un
teatro u ópera podía solicitar cualquier
número de claqueros, quienes solían
estar bajo el mando de un chef de
claque (‘jefe de aplauso’), quien
juzgaba el momento en que los
esfuerzos de los claqueros eran
necesarios e iniciaba la demostración
de aprobación. Ésta podía adoptar
varias formas. Había commissaires
(‘comisarios’), que eran quienes se
aprendían la obra de memoria y
llamaban la atención de sus vecinos
sobre los puntos claves entre un acto y
otro. Los rieurs (‘reidores’) reían
ruidosamente con las bromas. Los
pleureurs (‘llorones’), normalmente
mujeres, fingían sus lágrimas,
sosteniendo sus pañuelos ante los
ojos. Los chatouilleurs
(‘cosquilleadores’) mantenían a la
audiencia de buen humor, mientras los
bisseurs (‘biseros’) se limitaban a dar
palmas y gritar «¡Bis, bis!» para
asegurar las repeticiones.
Esta práctica se extendió a Italia
(notoriamente a La Scala milanesa),
Viena, Londres (la Royal Opera House)
y Nueva York (la Ópera del
Metropolitan). Las claques también
fueron usadas como un tipo de
extorsión, de forma que los cantantes
eran contactados por el chef de claque
antes de su debut para hacerle pagar
cierta cantidad con la amenaza de un
abucheo.
Toscanini y Mahler desaconsejaban las
claques, una parte del desarrollo de la
etiqueta concertística.
Hoy por hoy, existen las claques.
Hay grupos que se dedican a aplaudir
discursos políticos en actos públicos a
cambio de favores. Y también, de
hecho, hay claques movidas por el
afecto, como los aplausos acalorados
de los papás cuando asistimos a las
participaciones de nuestros hijos en
los actos escolares.
Por cierto, hay líderes que tienen
claques aseguradas de fanáticos
seguidores. Aplauden siempre,
omitiendo la calidad de la obra o
acción. Sólo por simpatía o fidelidad…