"El sometimiento a regímenes
alimenticios es el sedante político más
potente de la historia de las mujeres:
una población silenciosamente
trastornada es una población muy fácil
de manejar" Naomi Wolf.
Cuando Fatema Mernissi (socióloga)
acudió a comprarse una falda a una
tienda neoyorquina y la dependienta
le informó de que no encontraría talla
para ella (la 46, calcula) a menos que
acuda a una tienda de tallas especiales,
Fatema se sintió entre asombrada y
humillada. La dependienta, una mujer
de unos cincuenta años, le preguntó
de qué planeta era para reaccionar de
esa manera. De Marruecos, le
respondió. En Marruecos las tallas no
existen puesto que las faldas se hacen
a medida y las caderas anchas son uno
de los principales atractivos de una
mujer.
Fatema escribe en su libro "El harén en
Occidente": "A continuación viví la
desagradable experiencia de
comprobar cómo el estereotipo de
belleza vigente en el mundo ocidental
puede herir psicológicamente y
humillar a una mujer" La dependienta
le confesó que mantenía una figura
delgada a cambio de ser esclava de la
dieta. Si engordaba, probablemente
perdía el trabajo o le relegaban a un
puesto inferior. "¿Quiere usted decir
que no vigila su peso?" le preguntó a
Mernissi con cierta incredulidad, y
añadió en voz alta: "Muchas mujeres
que tienen puestos de trabajo muy
bien pagados, relacionados con el
mundo de la moda, podrían verse de
patitas en la calle si no siguieran una
dieta esctricta".
"Sus palabras eran tan claras y la
amenaza que implicaban tenía tal
carga de crueldad que me dí cuenta
por primera vez de que quizá la talla
38 fuera una restricción aún más
violenta que el velo musulmán"
"Sí, pensé, acababa de encontrar la
respuesta a mi enigma. A diferencia del
hombre musulmán, que establece su
dominación por medio del uso del
espacio (excluyendo a la mujer de la
arena pública), el occidental manipula
el tiempo y la luz. Este último afirma
que una mujer es bella sólo cuando
aparenta tener catorce años. (...) Fijar
esa imagen de niña en la iconografía
como ideal de belleza condena a la
mujer madura a la invisibilidad".
Mernissi concluye que esas actitudes
son "más peligrosas y taimadas que las
musulmanas", porque "el tiempo es
menos visible, más fluido que el
espacio". Las mujeres deben aparentar
que son bellas, lo cual no deja de ser
infantil y estúpido... el arma usada
contra las mujeres es el tiempo. La
violencia que implica esta frontera del
mundo occidental es menos visible
porque no se ataca directamente la
edad sino que se enmascara como
opción estética"
Mernissi asegura que en aquella tienda
no sólo se sintió horrorosa, sino
también inútil. Y expone el mecanismo,
idéntico al utilizado con el velo en el
mundo musulmán o contra las mujeres
en la China feudal, a quienes se les
vendaba los pies. "No es que los
chinos obligaran a las mujeres a
vendarse los pies para detener su
crecimiento normal, simplemente
definían el ideal de belleza" Es decir,
no se obliga a ninguna mujer a pasar
hambre por la dieta, simplemente se
rechaza a quien no entra en el modelo
impuesto. Sólo un modelo idéntico
para todas, todas iguales.
A partir de ahí, encuentra las
respuestas que le faltan en Naomi Wolf
y Pierre Bordieu. Wolf detalla que hace
una generación las modelos pesaban
un 8% menos que la media femenina,
mientras que hoy la diferencia es de un
23%. Afirma que la reducción de la talla
ideal es una de las causas de la
anorexia. "El sometimiento a
regímenes alimenticios es el sedante
político más potente de la historia de
las mujeres: una población
silenciosamente trastornada es una
población muy fácil de manejar",
abunda Wolf. La preocupación por el
peso provoca "un colapso virtual de la
autoestima" y la restricción calórica
conduce a una personalidad
caracterizada por "pasividad, ansiedad
y cambios emocionales bruscos". Los
desórdenes alimentarios generan
neurosis y la sensación de pérdida del
control. Quienes nos controlan son
todas esas industrias dirigidas por
hombres: la moda, la cosmética, la
cirugía estética, la industria alimentaria
y la pornografía.
Bourdieu explica en "La dominación
masculina" que "la violencia simbólica
es una forma de ejercer el poder, que
repercute directamente sobre el
cuerpo de la otra persona, como por
arte de magia, sin constricciones físicas
aparentes". No se trata de una
imposición externa sino que nosotras
mismas, sintiéndonos liberadas e
iguales a los hombres, nos calzamos
los tacones de aguja, nos inyectamos
botox, hacemos la dieta de la
alcachofa y seguimos sexualizadas y
reducidas a objetos de deseo. Dice
Bordieu: "Al confinar a las mujeres al
estatus de objetos simbólicos que
siempre serán mirados y percibidos
por el otro, la dominación masculina
las coloca en un estado de inseguridad
constante. Tienen que luchar sin cesar
por resultar atractivas, bellas y siempre
disponibles".
Tras dar gracias a Alá por haberla
ahorrado la tiranía de la talla 38,
Mernissi se pregunta: "¿Es posible
organizar una manifestación política
creíble y salir a las calles a protestar y
gritar que se nos han pisoteado los
derechos humanos porque no es
posible encontrar la falda que una
busca?"
Fuente:
Fatema Mernisi, El harén en Occidente.
PUBLICADO ORIGINALMENTE EN EL
INCREIBLE BLOG DE NUESTRA
COLABORADORA: http://
unaantropologaenlaluna.blogspot.com/2011/06/
el-hiyab-de-las-mujeres-de-occidente-
la.html
Noemí Maza.