24/2/12

Catedrales

El misterio de las catedrales, Fulcanelli
(1922).
Ante todo, debemos decir unas
palabras sobre el término gótico,
aplicado al arte francés que impuso
sus normas a todas las producciones
de la Edad Media, y cuya irradiación se
extiende desde el siglo xu al xv.
Algunos pretendieron,
equivocadamente, que provenía de los
Godos, antiguo pueblo de Germania;
otros creyeron que se llamó así a esta
forma de arte, cuya originalidad y cuya
extraordinaria singularidad era motivo
de escándalo en los siglos xvii y xviii,
en son de burla, dándole el sentido de
bárbaro.- tal es la opinión de la escuela
clásica, imbuida de los principios
decadentes del Renacimiento.
Empero, la verdad, que brota de la
boca del pueblo, ha sostenido y
conservado la expresión arte gótico, a
pesar de los esfuerzos de la Academia
para sustituirla por la de arte ojival
(posiblemente porque el Cister no
andaba lejos, además de lo evidente
relacionado con los arcos, pero no)
Existe aquí un motivo oscuro que
hubiera debido hacer reflexionar a
nuestros lingüistas, siempre al acecho
de etimologías. ¿Por qué, pues, han
sido tan pocos los lexícólogos que han
acertado? Por la sencilla razón de que
la explicación debe buscarse en el
origen cabalístico de la palabra más
que en su raíz literal.
Algunos autores perspicaces y menos
superficiales, impresionados por la
semejanza que existe entre gótico y
goético, pensaron que había de existir
una relación estrecha entre el Arte
gótico y el Arte goético o mágico.
Para nosotros, arte gótico no es más
que una deformación ortográfica de la
palabra argótico,
cuya homofonía es perfecta, de
acuerdo con la ley fonética que rige, en
todas las lenguas y sin tener en cuenta
la ortografía, la cábala tradicional. La
catedral es una obra de arth goth o de
argot. Ahora bien, los diccionarios
definen el argot como «una lengua
particular de todos los individuos que
tienen interés en comunicar sus
pensamientos sin ser comprendidos
por los que les rodean». Es, pues, una
cábala hablada. Los argotiers, o sea,
los que utilizan este lenguaje, son
descendientes herméticos de los argo-
nautas, los cuales mandaban la nave
Argos, y hablaban la lengua argótica
mientras bogaban hacia las riberas
afortunadas de Cólquida en busca del
famoso Vellocino de Oro. Todavía hoy,
decimos del hombre muy inteligente,
pero también muy astuto: lo sabe todo,
entiende el argot. Todos los Iniciados
se expresaban en argot, lo mismo que
los truhanes de la Corte de los
milagros -con el poeta Villon a la
cabeza- y que los Frimasons, o
francmasones de la Edad Media,
«posaderos del buen Dios», que
edificaron las obras maestras argóticas
que admiramos en la actualidad.
También ellos, estos nautas
constructores, conocían el camino que
conducía al Jardín de las Hespérides...
Todavía en nuestros días, los humildes,
los miserables, los despreciados, los
rebeldes ávidos de libertad y de
independencia, los proscritos, los
vagabundos y los nómadas, hablan el
argot, este dialecto maldito, expulsado
de la alta sociedad de los nobles, que
lo son tan poco, y de los burgueses
bien cebados y bienintencionados,
envueltos en el armiño de su
ignorancia y de su fatuidad. El argot ha
quedado en lenguaje de una minoría
de individuos que viven fuera de las
leyes dictadas, de las convenciones, de
los usos y del protocolo, y a los que se
aplica el epíteto de voyous, es decir,
videntes, y la todavía más expresiva de
hijos o criaturas del sol. El arte gótico
es, en efecto, el art got o cot (Xo), el
arte de la Luz o del Espíritu.
La fotografía es de la catedral de
Colonia, una de las más imponentes y
que más tardó en construirse