En muchas ocasiones los ritos y los
rituales están asociados a algo
“sagrado”, a algo “trascendental”. Así,
desde esta perspectiva están
relacionados con las ceremonias de
culto, tanto públicas (misas,
entierros…) como privadas (oración
privada, bendición de la mesa, el
Jesusito de mi vida de antes de dormir).
Pero también hay que tener en cuenta
que existen ritos y rituales en las
ceremonias laicas, que presentan a
menudo un carácter tan solemne como
las religiosas.
La diferencia estriba en el valor
simbólico que se la da al ritual.
Y es que también existe una relación
clara entre rito y símbolo, entendido
esto último como algo ajeno a nuestra
percepción inmediata que se
representa o simboliza mediante un
objeto o imagen simbólico (por
ejemplo el anillo es símbolo del
matrimonio, la bandera de la patria, el
perro de la fidelidad o la serpiente de
la perfidia).
Así está claro que determinadas
prácticas rituales son eminentemente
simbólicas, porque mediatizan
mediante posturas, gestos o palabras
una relación con una entidad no solo
ausente (como en el caso del simple
signo) sino imposible de percibir,
inaccesible, excepto por medio del
propio símbolo.
Eso no quiere decir que todo símbolo
sea rito.
Por ejemplo las matemáticas, aunque
se trata, precisamente del sistema
simbólico mas abstracto e
intelectualizado, mientras que otros
sistemas simbólicos, como las artes, las
ideologías o los mitos, si suponen la
existencia de determinados rituales.
Existen una serie de elementos que
están estrechamente relacionados con
el rito, sin los que no podría existir ni
funcionar.
Por ejemplo, la creencia, la fe, o lo que
consideramos sagrado, o las
manifestaciones corporales que sirven
de herramienta para el rito.
Por un lado se trata de un conjunto de
creencias, que puede tomar la forma
de la adhesión a determinada doctrina
religiosa o mágica, pero también de
adhesión a ciertos orígenes míticos de
un pueblo (nacionalismo) o a ciertos
ideales laicos (pensamiento político).
En todos estos casos se trata de una
cuestión de fe, entendida como algo
que escapa a toda demostración
racional, que se dirige a un ser
supremo, o a unos valores que tienen
para el creyente un carácter sagrado,
aunque sean simples opiniones
políticas.
Así, podríamos decir que existen ritos
sin dios y sin misterio, pero no ritos sin
fe o creencia, ni, desde luego, fe sin
rituales.
Pero hay que partir de que lo
“sagrado” es un campo y una noción
compleja.
Etimológicamente, lo “sagrado” se
opone de lo “profano”, designando
aquello que está separado o
circunscrito, el recinto, el lugar
reservado en el que solo entran los
iniciados.
Pero en la práctica antropológica la
cosa es mucho más compleja,
mostrándose una enorme ambigüedad
en lo que se considera sagrado: se
sitúa en dicotomías como puro/
impuro, orden/desorden o respeto/
transgresión.
En definitiva, ¿atañe exclusivamente lo
que consideramos “sagrado” a la
trascendencia, a la comunicación con
un mundo sobrenatural,
sobrehumano, al que se refieren todos
aquellos ritos y rituales arcaicos y
tradicionales?
O bien ¿puede entenderse también
como algo vinculado a valores
seculares de orden cívico, moral o
político?
Parece que sí.
Por ejemplo: la figura de Hitler se
convirtió en algo sagrado para sus
seguidores, en un grado comparable a
la devoción que otros sentían por
seres religiosos míticos. Así, se puede
más o menos plantear, que
determinadas organizaciones o
situaciones sociopolíticas adquieren un
valor “sagrado” y seguramente lo hace
gracias al ritual que conllevan.
Por otro lado la fe, la creencia en lo
que consideramos sagrado, no la
podemos manifestar sino mediante un
conjunto de comportamientos
corporales: posturas, gestos, danzas,
vocalizaciones y otros procedimientos
corporales.
Esto es algo obvio, pues no puede
existir ningún ritual que no tome al
cuerpo como soporte directo o
indirecto de su acción y de su
proyecto. Ya sea como lugar donde
fijar unos signos (tatuajes, pinturas) o
incluso donde practicar unas
intervenciones (piercings,
amputaciones). Ya sea como una
fuente de energía o de influencias. Ya
sea como sujeto de sexualidad, campo
de enorme valor para determinados
rituales.
Así, cuando llegamos al final de esta
introducción, podemos más o menos
plantear una posible y extensa
definición de lo que entendemos por
“ritual”, a ver qué os parece:
Un ritual es un SISTEMA codificado de
PRÁCTICAS, con ciertas condiciones de
lugar y de tiempo, poseedor de un
SENTIDO VIVIDO y un valor
SIMBOLICO para sus actores y testigos,
que implica la colaboración del
CUERPO y una cierta relación con lo
SAGRADO, entendido no solo como
algo religioso.