"Para que la organización social
cambie, han de cambiar antes las
ideas", dice usted, amigo Ganivet, y ya
no conformo con usted en éste su
idealismo.
No creo en esa fuerza de las ideas, que
antes me parecen resultantes que
causas. Siempre he creído que el
suponer que una idea sea causa de
una transformación social es como
suponer que las indicaciones del
barómetro modifican la presión
atmosférica. Cuando oigo hablar de
ideas buenas o malas me parece oír
hablar de sonidos verdes o de olores
cuadrados. Por esto me repugna todo
dogmatismo y me parece ridícula toda
inquisición.
Lo que cambia las ideas, que no son
más que la flor de los estados, del
espíritu, es la organización social, y
ésta cambia por virtud propia,
obedeciendo a leyes económicas que
la rigen, por un dinamismo riguroso.
No fue Copérnico quien echó a rodar
los mundos, según las leyes por él
descubiertas, ni fueron Marx y sus
precursores y sucesores los que
produjeron el movimiento socialista.
Esto lo sabe usted mejor que yo, sin
que se le haya turbado la clara visión
de tal verdad por cierto excesivo
historicismo que en usted observo.
En diferentes obras, algunas
magistrales como las de Marx y Loria,
está descrita la evolución social en
virtud del dinamismo económico, y si
alguna falta les noto, es que, o
prescindan del factor religioso, o
quieran englobarlo también en el
económico.
No el cambio de ideas, el de
organización social, sino éste traerá a
aquél. Las fábricas de altos hornos en
mi país, y las de remolacha en el de
usted, harán mucho más que lo que
pudiese hacer un ejército de ideólogos
como usted y yo.”
Fragmento de Miguel de Unamuno y
Angel Ganivet. El porvenir de España.