Por aquellos años, la década de los 70
del siglo XIX, un fisiólogo francés,
llamado Etienne-Jules Marey, se aposto
con un multimillonario, llamado Charles
Villiers Standford (fundador de la
universidad homónima) 25.000 dólares
a que un caballo tendría durante un
momento de su galope las cuatro
patas en el aire.
Contrataría para probarlo al inglés
Edward Muybridge. Este será el
primero, en 1878, en conseguir
registrar el movimiento de seres vivos,
mediante un método con 12 cámaras
fotográficas ubicadas en serie,
reproducirlo e incluso proyectarlo. Sin
embargo el tiempo de la proyección
no se correspondía con el tiempo en el
que había sucedido la acción real, ya
que los intervalos entre las fotografías
no eran regulares (a diferencia del
Janssen, cuyos intervalos sí lo eran)
Además, el punto de vista de cada
toma era distinto; no se estaba
reconstruyendo la acción desde la
óptica de un observador, sino desde el
de una cámara que acompañara al
sujeto -lo que hoy llamaríamos un
travelling- y en el que, en cada foto, la
acción tiene un punto de vista distinto.
Inspirándose en el inglés, Marey logró
solucionar estos problemas con su
fusil fotográfico de 1882, que tomaba
12 fotos pequeñas sobre una placa
circular, con una exposición de 1/750
de segundo cada una y a intervalos
regulares. La mejora del invento de
Marey sobre el Janssen fue que la
imagen era captada por una –aún
frágil– placa de vidrio, de modo que ya
no utilizaba el poco práctico
daguerrotipo, reduciéndose el tiempo
de exposición.
En 1892, otro francés, llamado Charles
Reynaud proyecto por primera vez
dibujos animados por medio de
bandas, en un invento que denomino
“Teatro óptico”. Se tratada de una serie
de transparencias pintadas que, a
través de unos discos, iba proyectando
sobre una pantalla transparente. Lo
importante es que la historia que
contaba tenía un hilo argumental. La
primera vez que se empleo esta técnica
fue el 18 de octubre de 1892, en el
Museo de cera de Paris, en un
programa que incluía tres películas:
Pauvre pierrot, Clown et ses chiens y
Un bon bock (1888). De este modo se
convirtió en el creador de los dibujos
animados.
Sus proyecciones estaban
sincronizadas con música compuesta
por él mismo y efectos sonoros. Sus
películas presentan breves escenas
humorísticas con un tono naif y
poético. Reynaud, en resumen, fue el
primero en conseguir pasar del
movimiento cíclico de figuras dibujadas
a un discurso visual dotado de
argumento que se proyectaba ante un
público.
De su producción tan sólo se
conservan Pobre Pierrot (1892) y
Alrededor de una caseta de baño
(1895). Esta última obra fue
representada ininterrumpidamente, ya
en competencia directa con el
Cinematógrafo de los hermanos
Lumière, desde enero de 1895 hasta
marzo de 1900, en que finalizará su
contrato con el Museo.
Poco a poco las ingenuas historietas
animadas de Reynaud dejaron de
interesar al público en favor del cine
fotografiado, por lo que, al igual que
George Méliès, otro gran pionero del
cine, cayó en el olvido ya en 1900 y se
hundió en la miseria. Tras destrozar
con un martillo las delicadas
maquinarias de su Teatro óptico y
arrojar la mayoría de sus películas al
Sena una noche de enero de 1910, a
consecuencia de una fuerte depresión,
Émile Reynaud, el creador del dibujo
animado, morirá en 1918 en un
manicomio de Ivry sumido en la
indigencia.