En 1831, Michel Faraday, genial físico y
químico, hijo de la Gran Bretaña,
invento un cacharro que llamaría “La
rueda dentada”. Consistía en dos
ruedas dentadas situadas en el mismo
eje, a cierta distancia una de la otra,
que giraban al mismo tiempo y ritmo,
pero en sentidos opuestos.
El primer efecto óptico consistía en la
ilusión de ver una sola rueda inmóvil.
Después, cambiando los giros de las
ruedas y haciendo que ambas fuesen
en la misma dirección, se produjo un
segundo efecto: un espectador que
mirase de cerca a través de los dientes
de la primera rueda veía los dientes de
la segunda estáticos. Cambiando las
ruedas dentadas por discos radiados y
perforados logro otro efecto increíble:
mirando a través de las perforaciones
sobre la superficie de un espejo, se
podían ver las estrías o radios
dibujados en posición estática. Con
solo cambiar el número de radios,
haciéndolo mayor o menor que el
número de perforaciones, se pasaba
de la inmovilidad a la movilidad y se
graduaba claramente la ilusión de
movimiento.
Simon Ritter Von Stampfer, un año
después, en 1832, sustituye los radios
de la rueda de Faraday por dibujos
figurativos con pequeños cambios en
sus posturas. Al girar la rueda y mirar a
través de una ranura daba la
sensación de que el muñeco se movía.
Este cacharro fue llamado
“Estroboscopio” y se realizaba de dos
maneras: una, con proyección de los
dibujos giratorios sobre un espejo, y
otra, formada por un cilindro sin
espejo con perforaciones exteriores
para mirar y con una banda dibujada
situada en el interior.
El año siguiente, un francés llamado
Joseph Antoine Ferdinand Plateau,
basándose en los inventos de Faraday
y de Stampfer, dio a conocer lo que él
denominaba “Phenakistiscope”, un
disco con una serie de dibujos que, al
proyectarse sobre una pared, daba la
sensación de imágenes en movimiento.
También era cerrado y cíclico como el
Estroboscopio.
En 1845 el vienes Franz Freiherr Von
Uchatius presento el “Kinetoscopio”. La
gran innovación consistía en que
conseguía una verdadera proyección
de imágenes animadas sobre una
pantalla.
El astrónomo francés Pierre Jules
Jannsen, en 1874, invento algo que
llamaría “El revólver fotográfico”,
consistente en la paradójica
confluencia de tres genios: el revólver
de Colt (1837), los discos de Stampfer y
Plateau y la fotocamara de William
England (1861). El revólver, que más
bien parecía un cañón, pretendía el
análisis del movimiento mediante
fotografías realizadas a intervalos. Fue
un reconocido ‘cazador de eclipses’ de
su época y más tarde el fundador del
Observatorio de Meudon, al sur de
París.
El revólver se invento para poder
retratar el tránsito de Venus de 1874,
pero curiosamente no lo lograría,
consiguiendo solo imágenes difusas y
distorsionadas.
Este aparato fue el primer cacharro
estrictamente cronofotográfico.
Utilizaba dos discos y una placa
sensible, el primero con doce orificios
(obturador) y el segundo con uno
solo, sobre la placa. El primero daba
un giro completo cada 18 segundos, de
modo que cada vez que una ventana
del obturador pasaba delante de la
ventana del segundo disco (fijo), la
placa sensible se descubría en la
porción correspondiente de su
superficie, formándose una imagen.
Para que las imágenes no se
superpusieran, la placa sensible giraba
con un cuarto de la velocidad del
obturador. El tiempo de exposición era
de un segundo y medio. Utilizaba el
método del daguerrotipo.
En el boletín de la Sociedad Francesa
de Fotografía podemos leer una
comunicación suya de 1876
promoviendo el uso de su invento para
otras áreas de investigación
independientes de la astronomía: “La
propiedad del revólver, de ser capaz
de dar automáticamente una serie
numerosa de imágenes tan juntas
como se quiera (...), nos permitirá
acercarnos a la interesante pregunta
del mecanismo fisiológico relacionado
con el andar, con el vuelo y con otros
variados movimientos”.