Existen unos cuantos señores
que en los años anteriores al 28 de
diciembre 1895, fecha en la que
oficialmente surge el cine con la
proyección de “La sortie des ouvriers
des usines Lumière à Lyon
Monplaisir“ (Salida de los obreros de la
fábrica Lumière en Lyon Monplaisir), e
incluso unos meses antes, pueden ser
considerados como los verdaderos
padres del cine. Son varios geniales
inventores:
Destaca especialmente un francés con
el pomposo nombre de Louis Aimé
Augustin Le Prince, nacido en 1842 y
desaparecido en 1890, en extrañas
circunstancias. Estudió Química y Física
en Leipzig y fue después encargado de
exposiciones, errando por París,
Londres, Leeds, Nueva York y Chicago;
desde 1886 hasta 1888, trabajó en un
aparato de fotografía y proyección de
diecisiete lentes. El 10 de enero de
1888 patenta un invento suyo: un
juego de dos aparatos, separados,
para fotografiar el uno y proyectar el
otro. Trabajaba con placas de vidrio,
pero ya en 1889, ensaya con una
cámara de un solo objetivo y con
película de celuloide. Es bastante
probable que esa época consiguiera ya
las primeras proyecciones.
En invierno de 1888/89, había
empezado ya a construir un aparato
que preveía el film perforado y el
dispositivo de cruz de Malta, y a
principios de 1890 (cinco años antes
que los Lumière), tomó en París una
serie de instantáneas para la
proyección que presentó a varias
personas de la Ópera de dicha capital.
Aquel hombre, que había llegado muy
cerca del invento de la cinematografía
por la unión de sus elementos
esenciales, se trasladó a París el 16 de
septiembre de 1890, procedente de
Dijon, donde había ido a visitar a su
hermano. Subió al tren en esta ciudad
y a partir de ese momento,
desapareció sin dejar rastro. No se
encontró ni su cadáver ni su equipaje,
en el que iba su nuevo invento que,
parece, estaba enormemente cerca del
“cinematógrafo” de los Lumière.
Esta desaparición constituye, aún hoy,
uno de los casos no resueltos de la
historia del crimen y es, realmente,
tema digno de una película. No faltan
quienes sospechan de un atentado
gansteril, decidido al otro lado del
Atlántico, en el seno de una guerra de
patentes. Hay constancia tardía de una
foto de 1890, realizada al cadáver de
un ahogado, con parecido físico a Le
Prince, que ha aparecido en los
archivos policiales de París, en 2003.
No hay duda de que, en este punto, el
destino cortó el hilo de una carrera en
marcha, pues hay que admitir que Le
Prince no habría necesitado cinco años
más para el perfeccionamiento de su
mecanismo. Muchos lo consideran hoy
en día el autentico padre del cine.