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17/11/14

LA CAPILLA SIXTINA

La Capilla Sixtina fue construida entre 1471 y 1483 por orden del Papa Sixto IV, al que debe su nombre. Fue el resultado de rehabilitar y ampliar la Capilla Magna, antigua aula medieval fortificada donde tenían lugar las reuniones de la corte papal y, desde aquel momento, se convertiría en la sede de la elección de cada Papa en el cónclave del Colegio cardenalicio.
Y como Sixto IV era de los que pensaba que la historia le juzgaría por sus obras -de arte, que no por su forma de obrar-, encargó los frescos de la capilla a los pintores
florentinos más famosos: Sandro Botticelli, Domenico Ghirlandaio, Cosimo Rosselli, Pietro Perugino… En 1483 se inauguró la capilla con una ceremonia en la que fue consagrada y dedicada a la Virgen María.
La tradición católica sitúa la Basílica de San Pedro sobre la tumba del primer obispo de Roma, San Pedro.
La construcción del actual edificio, sobre una basílica del siglo IV en la época del emperador Constantino el Grande, comenzó en 1506 por orden del Papa Julio II, sobrino de Sixto IV, y finalizó en 1626. En el haber de Julio II también hay que añadir el hecho de que ordenase al gran Miguel Ángel la decoración de la bóveda de la Capilla Sixtina. Aunque en un principio se mostró reticente,
aceptó el encargo cuando consiguió del Papa libertad creativa: un conjunto de pinturas al fresco en las que se representa la historia del mundo y del cosmos antes de Jesucristo.
Harto difícil cuantificar el enorme coste de estas dos emblemáticas construcciones pero, cual político español con sus proyectos aeroportuarios, nada iba a detener los aires de grandeza de tío y sobrino… y menos la financiación.
Sixto IV fue un adelantado a su tiempo, ya que legalizó la prostitución en Roma -si entendemos por legalizar gravar la actividad con un impuesto-. Todas las prostitutas debían pagar un tributo para ejercer su profesión y, visto que aquello reportaba pingües beneficios, decidió ampliar aquel impuesto a todos los miembros del clero que mantuviesen barraganas y a los miembros de la nobleza que quisiesen tener libre acceso a la cama de alguna joven doncella. Pero todavía quedaba su obra maestra: la venta de indulgencias. Según la RAE, las indulgencias son la remisión ante Dios de la pena temporal correspondiente a los pecados ya perdonados, que se obtiene por mediación de la Iglesia; en palabras de Sixto IV…
Los que murieron en la luz de la caridad de Cristo pueden ser ayudados por las oraciones de los vivos. Y no sólo eso. Si se dieren limosnas para las necesidades de la Iglesia, las almas ganarán la
indulgencia de Dios.
Se convirtió en un auténtico mercado en el que el Papa obtenía
financiación y los compradores el perdón de sus pecados. Pero Sixto fue un poco más allá, también podía sacar tajada con los muertos. Hasta la fecha, los beneficiarios de las indulgencias eran los vivos, pero ahora los vivos podían comprar un pasaje en un crucero de lujo para que sus difuntos saliesen del aterrador purgatorio, donde se redimían las penas, y alcanzar el paraíso celestial. Otra ventaja de este mercado, a diferencia de anteriores Papas que vendieron reliquias más falsas que Judas u obtenidas de expoliar tumbas de santos, era que al no entregar nada a cambio era un producto inagotable. Una legión de clérigos recorrieron ciudades y pueblos vendiendo humo que los temerosos de Dios compraban en beneficio de sus difuntos.
A Julio II, el Papa Guerrero, más que un líder de la Iglesia se le podía considerar un monarca. Gustaba vestir la armadura y beber con sus soldados; luchó contra los Borgia y sus aliados, contra Venecia y contra los franceses. Estas guerras implicaban un preciado botín que en buena parte fueron destinados a financiar las obras arquitectónicas y contratar a los mejores artistas de la época. Además, y siguiendo los pasos
de su tío, también obtuvo importantes ingresos de la prostitución pero añadiendo otra fuente: creó su propio burdel. E incluso parece que Julio II era el que hacía los castings para contratar a los/las profesionales. En 1508, el día de Viernes Santo, no se permitió besar los pies del Papa por las ulceraciones que los cubrían, propias del morbo gálico o mal francés.
Murió de sífilis, quizás contraída en los castings.

Fuentes: De lo humano y lo divino,
Los Papas y el Sexo – Eric Frattini

27/4/12

MIGUEL ÁNGEL Y LOS "PINTA- BRAGUEROS"

En el siglo XVI, el papa Pablo III
encargó a Miguel Ángel, un fresco
sobre el Juicio Final para la pared del
altar de la Capilla Sixtina.
Una vez terminada, en 1541, la pintura
provocó el escándalo y las críticas más
violentas, pues se consideraba
vergonzoso que en tan sagrado lugar
se hubiesen representado tantas
figuras desnudas, especialmente
algunas parejas cuyas posturas podían
parecer comprometidas. Según
algunos obispos, el fresco no
correspondía a un recinto tan sagrado
como la Capilla sino a una taberna.
Se acusó a Miguel Ángel de herejía y se
intentó destruir el fresco. Aunque el
papa Julio III era tolerante y no se
preocupó de los desnudos, a su
muerte se decidiría la «corrección» del
fresco colocando paños de pureza a
todos sus personajes.
La persona que se ocupó de esta labor
fue Daniele Da Volterra, discípulo de
Miguel Ángel, a quien, por este trabajo
se colocó el sobrenombre de
«Braghettone» el pinta calzoncillos.
El hecho de que un número tan
elevado de personajes apareciesen
desnudos en un recinto para el culto
escandalizó a parte de los
responsables de la Iglesia en Roma.
Uno de los que más expusieron la
indecencia de la pintura fue el maestro
de ceremonias Biaggio de Cesana.
Se comenta que Miguel Ángel se enojó
enormemente, no sólo por alterar la
escena inicial, sino también por la
imposibilidad de recuperarla a su
estado original, dado que las ropas
que cubren los cuerpos están pintadas
utilizando la técnica del óleo, mientras
que toda la pared lo está al fresco.
Pero Biaggio de Cesana tuvo su
castigo: En la parte inferior derecha de
la escena, a la entrada de los infiernos,
Miguel Ángel representó a Minos, el
rey del Infierno, desnudo, con orejas
de burro, una serpiente enroscada a
su cuerpo y con los rasgos faciales de
Biaggio de Cesana.
Dicen que el prelado acudió lloroso al
Papa para pedirle que ordenase a
Miguel Ángel que lo retirara del mural,
y que éste, con un gran sentido del
humor, le respondió lo siguiente:
"Querido hijo mío, si el pintor te
hubiese puesto en el purgatorio,
podría sacarte, pues hasta allí llega mi
poder; pero estás en el infierno y me
es imposible. Nulla est redemptio.
Para conocer mejor quién fue "il
Braghettone" os recomiendo el
siguiente enlace donde, a modo de
imaginaria confesión del pintor se
desvela su vergüenza ante el encargo
que le haría tristemente famoso: cubrir
con paños o bragueros la obra de su
propio maestro, a quien seguía y
veneraba.
http://eldibujante.com/?p=2294
La imagen pertenece al fresco del Juicio
Final, realizado por Miguel Ángel e
irremisiblemente censurado. Con
orejas de burro, en el infierno, aparece
el censor Biaggio de Cesana.