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27/9/15

Un monje y un suicidio

El pintor de retratos austriaco Joseph Aigner (1818 – 1886) era una persona que desde su más tierna infancia estaba obsesionado con la idea de suicidarse. Cuando tenía dieciocho años intento colgarse de un madero, pero un misterioso monje capuchino consiguió salvarle en el último momento. Unos cuantos años después, a los veintidós, otra vez intentó colgarse y de igual manera el mismo monje salió en su rescate. Pasado algún tiempo, nuestro retratista se metió en política, con tan mala suerte, que fue acusado de traición y condenado a ser ahorcado. Pero cuando todo estuvo dispuesto, y Joseph había subido al cadalso, nuevamente apareció el increíble monje el cual convenció a las autoridades para que no lo mataran. Aquí me queda la duda si el pintor se sintió defraudado al no poderse cumplir su sueño mortal. Sea como fuere, a los sesenta y ocho años, Joseph Aigne ¡al fin consiguió suicidarse!
Abandonó su propósito de ahorcarse y se pegó un tiro en la cabeza. Pero lo que no sabía Joseph es que a su entierro acudió mucha gente a ver si había muerto de verdad. Entre las personas que presidieron el entierro, como era costumbre, había un monje, y claro está este no podía ser otro que el enigmático monje capuchino, cuya verdadera identidad nunca se supo.

20/5/15

Los Amantes de Teruel

La historia de amor de Isabel de Segura y Diego de Marcilla, los Amantes de Teruel, se remonta al siglo XIII. Él, era el segundo hijo varón de su familia, y por tanto, no tenía derechos de herencia; mientras que ella, era hija única de una de las casas más ricas de la ciudad. Bajo estas condiciones, su amor solo podía culminar si el joven era capaz de lograr las riquezas suficientes como para aportar una dote acorde a las demandas de la familia de Isabel. Así, el padre de Isabel le concedió a Diego un plazo de cinco años para tal fin, y éste se unió como soldado de fortuna a las tropas cristianas que luchaban contra la invasión musulmana con la promesa de volver rico. Mientras, Isabel aguardaba en Teruel, rechazando propuestas de matrimonio de muchos de los nobles de la ciudad y aplacando los deseos de su padre de que contrajera matrimonio cuanto antes.
Pasado el plazo dado, y sin noticias de Diego, Isabel contrajo matrimonio, sin saber que Diego llegaría al día siguiente a la ciudad repleto de riquezas. Al saber que su amada ya había sido desposada por otro, Diego tan sólo se atrevió a entrar en los aposentos de los recién casados para pedirle a su amada un primer y último beso. Ella se lo negó, dada su condición de mujer casada, y él, ante tal desprecio, cayó muerto. Al día siguiente, en los funerales de Diego y consciente de su desgracia, Isabel se acercó al cuerpo sin vida de su amado y, como reza la tradición, "le dio en muerte el beso que le había negado en vida" para, inmediatamente, morir al lado de su amor. Conocida su historia, los restos de los amantes fueron enterrados juntos en una de las capillas de la Iglesia de San Pedro.

Imagen:
"Los Amantes de Teruel"
Antonio Muñoz Degrain
Museo del Prado, Madrid

7/12/14

Carta de Franz a Max

Sanatorio naturista Jungborn en el Harz 22 VII 1912

Mi muy querido Max, ¿jugamos una vez más al juego de los niños infelices? Uno señala al otro y recita su antiguo verso.
Tu opinión actual sobre ti mismo es un capricho filosófico, mi mala opinión sobre mí mismo no es una mala opinión trivial. En esta opinión quizá se halle mi única virtud, después de haberla delimitado adecuadamente en el transcurso de mi vida, es aquello en lo que jamás, jamás he tenido que dudar, me da un orden para mí mismo y me tranquiliza suficientemente, a mí, que me rindo de inmediato ante la falta de claridad. Estamos suficientemente cerca uno de otro como para poder ver los entresijos en la argumentación de la opinión del otro. Yo incluso he llegado a detalles y ellos me han alegrado más de lo que tú aprobarías -¿de qué otro modo podría seguir sosteniendo la pluma en mano? Nunca he sido de aquellos que sacan adelante alguna cosa a cualquier precio. Pero precisamente de eso se trata. Lo que he escrito fue hecho en un baño tibio, no he vivido el
infierno eterno de los verdaderos escritores, a excepción de unos pocos arrebatos que puedo ignorar en mi juicio, a pesar de su fuerza quizá infinita, debido a su
escasa frecuencia y a la debilidad con que se manifestaron. También aquí escribo, muy poco desde luego, me lamento de mí mismo y también me alegro; éste es el modo en que las mujeres piadosas rezan a Dios, pero en las historias bíblicas se deberá pasar mucho tiempo antes de que pueda mostrar lo que ahora te escribo a ti, y aunque sólo sea por mí. Está elaborado sobre la base de pequeñas piezas más bien alineadas que entrelazadas; durante mucho tiempo seguirá por un camino recto, antes de llegar a formar el círculo deseado, y en aquel instante, en función del cual trabajo, las cosas no resultarán en absoluto más fáciles, mucho más probable es que, habiendo sido inseguro, pierda la cabeza. Por esto, será algo de lo que se podrá hablar solamente cuando concluya la primera versión.
¿No hiciste mecanografiar el Arche? ¡Esto si que lo ha golpeado! Y yo no le escribo y no le escribo. Por favor, diles a la Srta. T. y a Weltschy, y si es posible, a los Baum que los quiero a todos y que el cariño no tiene nada que ver con escribir cartas. Dile de tal forma que sea acogido mejor y más amablemente que tres cartas reales. Si quieres, puedes hacerlo. En nuestra historia común me ha alegrado únicamente, aparte de algunos detalles, el estar sentado junto a ti los domingos (haciendo excepción, desde luego, de los ataques de desesperación) y esta alegría me seduciría de inmediato y me arrojaría a continuar el trabajo. Pero tú tienes cosas más importantes que hacer, aunque sólo fuera el Ulises. Carezco de todo talento organizativo y por eso ni siquieras soy capaz de inventar un título para el anuario. Pero no olvides que en la invención los títulos mediocres o incluso malos alcanzan un buen
prestigio por influencias probablemente caprichosas de la realidad. ¡No digas nada contra la sociabilidad! También vine aquí por la gente y estoy satisfecho de que al menos en esto no me haya equivocado.
¡Cómo vivo en Praga! Esta necesidad que tengo de la gente y que se transforma en temor tan pronto se satisface, sólo está a gusto durante las vacaciones; sin duda que he cambiado un poco. Por otra parte, no leíste con atención mi horario, hasta las 8 escribo poco, pero después de las 8 nada, aunque es cuando más libre me siento.
Escribiría más sobre esto si no hubiera pasado todo el día tan tontamente con juegos de balón y de naipes y sentado y recostado en el prado. ¡No hago excursiones! El mayor peligro es.que ni siquiera veré el fragmento. ¡Si supieras cómo transcurre este corto tiempo! ¡Si fluyera con tanta claridad como el agua, pero se escurre como el aceite! El sábado por la tarde me iré de aquí (pero
hasta entonces me gustaría mucho recibir una tarjeta tuya), me quedaré el domingo en Dresde y llegaré por la noche a Praga. No iré por Weimar únicamente por una debilidad que vislumbro a distancia. Recibí una pequeña carta suya con
saludos de propia mano de la madre y tres fotografías. En las tres se la ve en distintas posiciones, en relación con las fotografías anteriores son incomparablemente nítidas y ¡es bella!. Y yo iré a Dresde fingiendo obligación y visitaré el jardín zoológico ¡que es donde debiera estar!
Franz

9/8/14

Cinema Paradiso: “La princesa y el soldado”

Alfredo: -Te contaré una historia. Sólo para ti, Toto. Sentémonos.
Hubo una vez un rey que dio una fiesta. Las más hermosas princesas asistieron. Un soldado de la guardia real vio pasar a la hija de rey. Era la más adorable, e inmediatamente el soldado se enamoró. Pero, ¿qué era un simple soldado al lado de la hija de un rey? Un día el soldado se las arregló para verla y le dijo que ya no podía vivir sin ella. La princesa quedó tan impactada por la profundidad de sus sentimientos que le dijo: "Si puedes esperar por 100 días con sus noches bajo mi balcón yo seré tuya".
Dicho esto, el soldado salió y. esperó un día, dos... luego diez, veinte.
Cada noche la princesa lo buscaba y allí estaba él, sin moverse. Siempre allí, lloviera o relampagueara. Las aves se posaban en su cabeza, las abejas lo aguijoneaban, pero él no se movía. Después de 90 noches, se veía seco y pálido. Brotaron lágrimas de sus ojos. No pudo detenerlas. No tuvo ni siquiera fuerzas para dormir. Y todo ese tiempo, la princesa lo observaba. Cuando la nonagésima novena noche llegó... el soldado se levantó, tomó su silla, y se marchó...
Toto: -¿Qué? ¿Justo al final?
Alfredo: -¡Justo al final, Toto! No me preguntes qué significa, no lo sé. Si logras descifrarlo, me lo dices.

Video

16/5/14

EL FANTASMA DE OKIKU

La historia de Okiku y de las nueve
placas es una del más famosa de
folklore japonés, y continúa sonando
hoy.
La historia de Okiku es vieja, y sus
orígenes verdaderos son
desconocidos; sin embargo, primero
apareció bajo título" Bancho
Sarayashiki, La leyenda familiar del
fantasma". En 1655, en el Periodo
Edo, un samurai del shogún , llamado
Aoyama Harima se enamoró de una
muchacha joven llamada Okiku.
Aoyama ha había prometido casarse
con ella, pero recibió una oferta mas
propicia de matrimonio, obligado, por
su tía.
Aoyama promete Okiku que él honrará
su amor, y rechaza la oferta.
Okiku,rompe una de las 10 placas de
la herencia que son el tesoro del
hogar de Aoyama. El castigo
tradicional por romper una de las
placas es la muerte, que es exigida
por la familia de Aoyama.
Al principio, Aoyama se convence de
que Okiku rompió la placa
accidentalmente, pero cuando Okiku
revela que ella la rompió como
prueba de su amor, Aoyama se
enfurece y la mata. Entonces lanza su
cuerpo al fondo de un pozo. Tiempo
mas tarde el fantasma de Okiku
vuelve para entrar en la casa y para
contar las placas, una a una.
Encontrándola en el jardín cada
noche, Aoyama ve su cara fantasmal
que rompe en sollozos desgarradores,
atormentando al samurai. Finalmente,
la venganza se realiza: Aoyama se
hace el "Seppuku".
Liografía de Yoshitoshi Ogiku