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30/5/13

Nasaduktám

“Poema del no-ser”

“Ni no ser ni ser había entonces: no había el espacio, ni el cielo sobre él. ¿Qué se movía allí? ¿Y dónde? ¿Bajo qué protección? ¿Qué eran las aguas profundas, insondables?
Ni muerte ni inmortalidad había entonces; señal no había de la noche ni del día. Alentaba sin viento según su propia ley aquello que era uno. Algo mas, distinto de él, o había.
Tinieblas había, envueltas en tinieblas, al principio: una marea indiscernible era aquel todo. La nada que estaba encerrada en el vacío, por el poder del ardor nació como lo uno.
El deseo al principio sobrevino, el que fue la semilla primera del pensar; del ser el hilo en el no ser hallaron, en el corazón buscando, los sabios con el pensamiento.
Por medio se tensó la cuerda que los une. ¿es que había un abajo? ¿Acaso había un arriba? Había lo que siembra y lo que es grande; el instinto abajo, arriba el consentir.
¿Quién sabe con certeza? ¿Quién anunciaría aquí de donde es nacida, de donde, esta emanación? Los dioses son luego, son después de que ella surja. De donde viene ella, ¿Quién lo sabe?
Esta creación de donde viene, si fue hecha o no fue hecha, aquel que vigila en el cielo más alto, tal vez él lo sepa, a no ser que, ni siquiera, él lo sepa”

Rigveda X, 129.

 El texto es bastante complejo, pues emplea numerosos conceptos abstractos en plural, imposibles de traducir directamente, como, por ejemplo “lo que siembra y lo que es grande”, que quiere decir “había sembradores y grandezas”, es decir, principios que engendraban simientes y poderes capaces de hacerlas grandes. Detrás de todo esta lirica poetica subyace, aunque parezca mentira un problema ontológico claro: la relación entre el ser y el no-ser, entre la existencia y la nada. Vamos a intentar encontrar el sentido, que lo tiene, a esta genial reflexión acerca del mismo problema al que se enfrentó Parménides, y al que se enfrentaran Sócrates y Platón, de los que hablaremos en próximos artículos de esta sección.

Hay un problema grave, y es la difícil traducción de palabras que no se corresponden con conceptos nuestros.

Sea como sea, al traducir, perdemos muchas connotaciones importantes, que, sin embargo, un experto en sanscrito si capta. Por eso tenemos que partir de las ideas generales que ambas culturas compartimos.

Por otro lado, este texto está totalmente fuera de contexto en la obra a la que pertenece, el Rigveda. No tiene nada que ver con los temas de los que trata el libro, hasta el punto de que puede definirse como agnóstico (como ya veremos).

Vamos a intentar descifrarlo:

En primer lugar, el texto plantea la necesidad de entender que las cosas estaban antes que la distinción conceptual entre ser y no-ser. La realidad ya estaba.

El ser y el no ser también.

Pero una cosa no quita la otra. En ese “todo indiscernible” que plantea el texto, no había signo diferenciador alguno, ni de conceptos ni de cosas (“ni muerte ni inmortalidad había… señal no había de la noche ni del día). Ese “todo” anterior es o posee “ardor” (“La nada que estaba en el vacío, por el poder del ardor nació como lo uno”). La palabra sánscrita que traducimos como “ardor” (tapas) significa tanto “calor” como “ascesis”, pues una de las formas más antiguas de mortificación consistía en ponerse a la solana rodeado de cuatro fuegos.

Así, el poder del “ardor” (tapas en sanscrito) hace que de lo indiscernible surja “lo uno” (ekam). Así, la unidad de lo existente se basa en el calor, entendido como símbolo de fuerza o de vida.

Así, tras surgir del calor la unidad de todo, surge el “deseo” (k ama), palabra que abarca desde el deseo indeferenciado al amor. Esta sería la primera semilla del pensamiento, así que, el pensamiento surge fruto del impulso del deseo.

Esta secuencia (todo indiscernible-energía vital-lo uno-el deseo-el pensamiento) constituye el “hilo del ser hallado” en el “no-ser”: aquí no hay ningún dios que ofrezca una revelación ni nada por el estilo. Esto es pura reflexión filosófica-cientifica, que trasciende a sí misma. Es el hombre el que se percata de la existencia y de la no existencia, y que ni una ni otra existían antes de ser pensadas.

Por último, la consecuencia lógica de este pensamiento es brutal: queda por resolver el origen de las cosas que nos rodean.

A la razón le repugna la idea de que el cosmos fue hecho por los dioses, que están fuera de él, por lo tanto, la pregunta sobre la creación ha de suspenderse porque 1. O existe una divinidad superior a todo lo imaginable, que conoce el origen de todo, o 2. no existe, y la pregunta por el origen no tiene respuesta racional.

“Esta creación de donde viene, si fue hecha o no fue hecha, aquel que vigila en el cielo mas alto, tal vez él lo sepa, a no ser que, ni siquiera, él lo sepa”

También concuerda o parece describir el TAO de los chinos: el TAO verdadero no tiene forma ni nombre; del TAO surge el 1; del 1 el 2; el 2 engendra el 3 y el 3 los 10000 seres (o algo así); se refiere a una especie de todo abstracto y primigenio del que todo viene y al que todo va y que es humanamente inconcebible; solo se entiende cierto conocimiento “experiencial” como por ejemplo por medio de la meditación; que como se comenta hace por el desprendimiento de toda concreción incluida la idea de YO

El hecho de que estos conceptos se divinicen (se analicen religiosamente) es cuando menos sospechoso o interesado y producto con frecuencia de interpretaciones apresuradas por parte de los primeros estudiosos y traductores europeos; así el TAO mismo con frecuencia se relacionó con el dios cristiano.

Aunque el tiempo y la decadencia han hecho de textos gnósticos cuadernos de fe; igual que la antigua ciencia se toma y se aplica por trasnochada tradición sin atisbo de análisis y lógica, que la tienen; estos textos pueden analizarse alejados de dogma, religión o creencia divina; de hecho no resuelven sino exponen la duda; la gran materia; ¿la gran unidad es un ser consciente de si mismo del modo que la pequeña como el humano si la tiene?; “ aquel que vigila en el cielo más alto, tal vez él lo sepa, a no ser que, ni siquiera, él lo sepa”

La filosofía inmediatamente posterior a este Rigveda que contiene el “Poema del no ser” exhibe desde un comienzo características y motivos que ya están aquí: su sorprendente agnosticismo, su esfuerzo por pensar la unidad de todo, más allá de diferencias y conceptos.

Por este motivo los indios consideran el “Nasaduktam” como la más pura y fina filosofía producida en su tierra.

Hay que partir de una idea necesaria para entender este tema: en el pensamiento Indio no se produjo, como en el griego, una separación entre mito y logos, entre religión y pensamiento filosófico puro. Si existe una filosofía hindú, al modo griego, hay que encontrarla leyendo entre líneas, aunque existen textos aislados, como el “Poema del no ser” en el que se hace un ejercicio de reflexión abstracta muy cercano al pensamiento griego.

Por otro lado, hay que partir de que los propios Hinduistas se dividen en dos tipos: los que creen que Dios existe (āstika'), y aceptan la autoridad de los vedas y de los otros libros sagrados, y los que creen que Dios no existe (nāstika'), que rechazan la autoridad vedica y son considerados ateos por los hinduistas, incluyéndose a los jainistas, los Charvaka y los budistas.


imagen tomada de www.el-nacional.com

5/9/12

BUDISMO..UN TAL GAUTAMA

El budismo es una religión dharmica,
de tipo nastika, es decir, de las que
rechazan la autoridad de los vedas,
según los propios hindúes. Sería, valga
la paradoja, una religión atea.
Pero ¿Es filosofía?
Nuestra tesis inicial es que si, aunque
solo sea por la increíble contribución
que aporta a la ética y a la moral, más
que porque desarrolla complejos y
elaborados estudios, al modo
occidental, sobre cosas como el Ser, el
Orden…
Pero antes de seguir, empecemos por
hacer un breve retrato biográfico de su
fundador, un tal Gautama…
Siddhartha Gautama, así se llama
nuestro protagonista, nació en
Lumbini, en el Nepal y vivió
aproximadamente entre los años 566 y
478 a. C., a finales de lo que se conoce
como periodo védico, esto es, cuando
se terminó de componer el rigveda.
Siddhartha nació dentro del noble clan
de los Sakka (o Śākya), en una zona
donde pasaban bastante del
brahmanismo, apoyándose en las
ideas de los dirigentes de cada pueblo,
como era, por ejemplo, su padre,
Sudhodana, considerado
posteriormente por la tradición como
un rey, pero que, seguramente, era un
mero jefe de una tribu local.
De su infancia, como es de esperar, no
se tienen demasiados datos, aunque
se suele suponer que vivió rodeado de
abundancia, en una vida totalmente
palaciega. Una profecía anunció que
sería un gran sabio y religioso, lo que
motivó que su padre, deseoso de que
su hijo continuase su legado como jefe
de la tribu, lo colmase de atenciones y
lujo, alejándolo de la dureza de la vida
más allá del palacio, pensando que así
no tendría inquietudes religiosas.
Con dieciséis años se casó con
Yasodhara y a los veintinueve tuvo un
hijo llamado Rahula. Y es precisamente
con esta edad cuando empezó a tener
curiosidad por lo que había en el
mundo exterior, pidiéndole permiso a
su padre para visitarlo, que accedió, no
sin antes asegurarse de que todo
estuviese arreglado para que su hijo
no se impresionase con nada. Sin
embargo los dioses (sic) se encargaron
de que viera a un enfermo, un anciano
y un muerto. El cochero que lo llevaba,
además, le explicó que esas tres cosas,
la enfermedad, la vejez y la muerte,
nos afectan a todos, creando una
enorme inquietud en el hombre.
Otras versiones indican que llegó a esa
angustia existencial mediante una
prolongada reflexión.
Sea como sea, lo cierto es que esto
marcó un antes y un después en la
vida de Siddhartha: se dio cuenta de
que él también estaba sujeto a ese
mismo sufrimiento y llegó a la
conclusión de que era imposible ser
feliz si esto era lo que le deparaba la
vida. Así, durante otra salida al exterior,
el joven Gautama vio a un samana (un
anacoreta, un monje mendicante), y se
quedó pillado con su carácter apacible.
Así que decidió llevar ese estilo de
vida, abandonando a su esposa e hijo,
convirtiéndose en un asceta.
Desde entonces Siddhartha se dedicó
a ir en busca de maestros espirituales
que le ayudarán en su objetivo de
acabar con el sufrimiento existencial. El
primero fue un maestro llamado Alara
el Kalama, de quien aprendió el estado
meditativo llamado “esfera de la
nada”, consistente en un trance en el
que la mente permanece fija en el
pensamiento de la nada. El segundo
fue Udakka, del que aprendió otro
estado meditativo, el de la “esfera de
ni cognición ni no cognición”, en el que
el nivel de conciencia se atenúa. Estos
dos métodos los absorbería para su
propio sistema posterior.
Tras dejar a Udakka, se instaló en un
bosque para vivir como los ascetas que
se automortificaban, practicando la
técnica de la no-respiración y
comiendo tan solo unas pocas
legumbres al día. Se dice que
permaneció así seis años, tras los
cuales y agotado física y mentalmente,
se dio cuenta de que la vía ascética era
incompatible con la vida.
Así que siguió su búsqueda, su
camino. Pero ahora tenía dos
conocimientos nuevos: que el
ascetismo extremo no conducía a la
liberación total, sino que era preciso
algo más; y segundo, que, alcanzado
cierto punto, ningún maestro era
capaz de enseñar nada más.
Siddhartha partió decidido a no seguir
buscando fuentes externas de
sabiduría, sino a encontrarlas dentro
de sí mismo.
Libre, por fin, de obstáculos
espirituales, Gautama se entregó a la
meditación bajo un tipo de árbol que
luego pasaría a denominarse árbol de
la iluminación. Durante tres lunas
llenas se entregó al desarrollo de un
conocimiento tripartito consistente en
un proceso de recuero de sus vidas
anteriores, la visión del renacer de los
demás de acuerdo con su propio
karma y la destrucción de las ideas
impuras que alejan de la iluminación.
Y por fin su mente se “iluminó”. Tras
siete años de viaje y meditación, en
Bodhgaya vio la luz.
Pero aun permaneció cuatro semanas
más bajo el árbol, pensando en la
posibilidad de enseñar a otros esta
forma de llegar al conocimiento: “¿Por
qué entregar al mundo lo que
conquisté en dura lucha? La verdad
sigue oculta para quien se deja
arrastrar por deseos y ansiedades. Es
difícil, misteriosa, profunda y huidiza a
los groseros sentidos. Quien tiene los
sentidos sumidos en las tinieblas pos
vestido terrestre, no puede contemplar
la autentica realidad”
Fue gracias a la intercesión del dios
Shampati, cuenta la leyenda, que
Gautama, ahora ya Buda (Iluminado)
decidió enseñar a la humanidad:
“Quien tenga oídos que escuche la
palabra y crea, porque no renuncio a
comunicar la palabra al mundo para
salvarle de inútiles sufrimientos”.
Así acude en primer lugar a sus dos
primeros maestros, pero ya habían
muerto. Así que va a donde sus
compañeros ascetas, que, en un
primer momento lo tratan con recelo,
pero que, posteriormente, tras
escuchar su mensaje, se prestaron a
seguir sus enseñanzas. Dio así su
primer sermón, llamado “Sermón de
Benarés”, donde explicó la existencia
de un camino medio entre los placeres
sensuales y la automortificación. El
camino Sagrado Óctuple. Y también les
explicó las Cuatro Nobles Verdades,
como el sufrimiento forma parte de la
vida, como este se genera a partir del
deseo y como su método puede
acabar con él y llegar al Nirvana.
Poco a poco fue ganando seguidores y
discípulos, conforme iba dando
nuevos sermones. Y estos discípulos,
entre los que destacan Sariputra y
Maudgalyayana, iluminados
comenzaron a enseñar a otros,
ganando adeptos con bastante éxito,
más que nada porque se trataba de un
mensaje universal que se oponía a la
diferenciación social de las castas
indias (un éxito similar al cristianismo,
dirigido a las clases sociales menos
favorecidas)
Siddhartha Gautama murió alrededor
del año 486 a. C., a los 80 años de
edad, parece ser por culpa de una
intoxicación alimenticia chunga, que, a
pesar del dolor, soportó con entereza.
Viendo la muerte cerca, se acostó en
un bosque en Kusinagara, donde
alcanzó la paz completa, el Para
Nirvana (estado al que acceden,
después de morir, los que han
alcanzado el nirvana en vida). Antes de
expirar dijo el Nirvana Sutra, donde
resume toda su enseñanza y aclara los
puntos que él vio que no estaban bien
comprendidos.
Sus últimas palabras fueron: “Os
suplico que os dediquéis por completo
a la salvación del prójimo; sed fogosos
y atentos. No olvidéis que la
destrucción es la condición de todo lo
compuesto y que la verdad es eterna”.
Después de ser incinerado, sus restos
fueron colocados en ocho estupas en
diferentes cruces de camino, como era
su deseo

3/8/12

LOS SIETE PRINCIPIOS DEL CÓDIGO DE BUSHIDO

Estos son los siete principios que rigen
el código de Bushido. Estos principios
están basados en la filosofía de Lao
Tse y en los cuales se basa el primer
emperador para la unificación china.
Existe en China un lugar donde estas
siete palabras están sostenidas en una
serie de arcos consecutivos de tamaño
considerable, bajo los cuales se pasa
andando y que tienen su
correspondiente leyenda.
Sed fieles a él y vuestro KI crecerá.
Rompedlo y vuestro nombre será
denostado por las generaciones
venideras.
1. YU – Coraje - Valor Heroico
Un samurai lleva implícito el coraje; ES
coraje. Vive la vida de forma plena,
completa, maravillosa. El coraje heroico
no es ciego, es inteligente y fuerte. El
samurai desarrolla el coraje y hace que
su cuerpo lo sea ejerciendo el control
sobre el mismo y reemplazando el
miedo por el respeto y la precaución.
El valiente no sigue los pasos de la
estupidez.
2. REI - Cortesía
Un samurai es cortés con sus enemigos
y no necesita demostrar su fuerza. Es
por ello que un samurai recibe mas
respeto por su manera de tratar a los
demás que por su destreza en el
campo del batalla. Es en las situaciones
limites, en las que el samurai invoca y
manifiesta la fuerza interior.
Un alma sin respeto es una morada en
ruinas
3. JIN - Compasión
Mediante el entrenamiento intenso el
samurai se convierte en rápido y
fuerte. No es como el resto de los
hombres. Desarrolla un poder que
emplea en beneficio de todos. Aunque
su lealtad sea al señor (Daimyo), debe
ser compasivo ayudando a sus
compañeros en cualquier
circunstancia.
Si la oportunidad no aparece, se sale
de su camino para encontrarla.
4. GI - Justicia
Es honrado en su trato con todo el
mundo. Cree en la Justicia, pero no en
la que emana de los demás, sino en la
suya propia.
Para un samurai no existen las
tonalidades de grises en lo que a
justicia y honradez se refiere.
Sólo existe lo correcto y lo incorrecto .
5. MEIYO - Honor
El samurai solo tiene un juez para
juzgar sus actos y es él mismo. Las
decisiones que se toman y el cómo son
ejecutadas son el reflejo de quien es.
La muerte no es eterna; el deshonor,
sí.
6. CHUGO - Lealtad
Un samurai es leal a su señor, y a
todos aquellos bajo su cuidado; o no.
Para aquellos de los que es
responsable, siempre responde con su
vida .
7. MAKOTO - Sinceridad - Verdad
Cuando un samurai dice que hará algo,
es como si ya estuviera hecho. Nada lo
detendrá en la ejecución de lo dicho.
No da su palabra. No promete. El
simple hecho de hablar pone en
movimiento el acto de hacer.
Las palabras de un hombre son como
sus huellas; puedes seguirlas donde
quiera que él vaya.
Decir y hacer es la misma cosa.
Cuidado con el camino que sigues.
El Galeón.com