Se dice que el sabio filósofo Pitágoras, allá por el 530 a.C., inventó una copa para moderar el consumo de alcohol entre los trabajadores de las obras de abastecimiento de aguas en la isla de Samos. Ofrecía a cada uno su copa y les indicaba que solamente podían servirse hasta la línea marcada con hilo de oro.
Ese era el límite para que todos pudiesen beber por igual la misma moderada cantidad. Así lo fueron haciendo hasta que alguien entre todos pensó que merecía más que los demás y se sirvió el preciado licor por encima de la raya. Entonces la copa se vació por su base dejando al insolidario trabajador sin su ración. Pitágoras había inventado una copa que castigaba la codicia y premiaba la equidad. Los obreros la llamaron la copa de la justicia o también la copa de la igualdad.
En realidad esta copa, o Vaso de Tántalo es un recipiente con un cilindro en medio que aplica el sencillo principio de los vasos comunicantes que ya era conocido antes de que Pitágoras le “inventase”. Hay quien atribuye su diseño al mismísimo Arquímedes, pero la hidrostática ya era conocida antes de la época de Pitágoras.
Consiste en un vaso o copa con un cilindro en su interior que posee un tubo interno con un orificio dentro, cerca de la base del vaso. El tubo sube por el interior de la columna hasta la parte superior, y vuelve a bajar hasta salir, por otro orificio en la parte baja de la copa, al exterior. Por este segundo orificio es por donde se va a escurrir el contenido de la misma cuando el nivel del líquido lo permita. Al añadir agua al vaso, ésta permanece en su interior hasta que se supera el nivel en el que el tubo interno de la columna central gira 180 grados, momento en que la copa se vacía por completo. Esto ocurre porque al llenarse la copa, también se llena el tubo, desplazando el aire que se alojaba en su interior. En el momento en que el agua del tubo empieza a caer, todo el líquido que hay en el vaso le sigue, dejándolo vacío. Es el mismo sistema que utilizamos en los desagües de nuestras casas, y que llamamos sistema de sifón.
Pero en estos tiempos de avaricia y falta de solidaridad social, es bueno recordar lo que la física y la filosofía nos enseñan: Todos podemos disfrutar de los bienes que la sociedad posee mientras alguien no de un “giro de 180 grados” con su avaricia y codicia, y acabe convirtiendo una copa medio llena en un recipiente completamente vacío.
3/3/15
LA COPA DE PITÁGORAS
28/2/13
ARJÉ.
Arché, según otros, arjé, o también
arkhé, del griego, "fuente",
"principio" u "origen", es un
concepto en filosofía de la antigua
Grecia, significando el comienzo del
universo o el primer elemento de
todas las cosas. También puede
significar sustancia o materia, es
decir, aquello que no necesita de
ninguna otra cosa para existir, sólo
él mismo.
Tales de Mileto argumentaba que el
agua es el origen y esencia de todas
las cosas en el mundo, quizás, la
primera explicación significativa del
mundo físico.
Tales fundó la llamada Escuela de
Mileto, a la cual también
pertenecieron filósofos como
Anaximandro, que sostenía que el
arché era el Ápeiron (lo
indeterminado, aquello que carece
de límites); y Anaxímenes, que
consideraba que lo era el aire o la
niebla, fluido por excelencia.
Posteriormente surgió de manos de
Pitágoras la escuela pitagórica,
caracterizada por la identificación
del arché con los números. Hay que
considerar que la escuela pitagórica
no consideraba al número como
algo abstracto, sino que lo veían
como algo real. Lo consideraban la
más real de las cosas y
precisamente por esto lo concebían
como el principio constitutivo de las
cosas.
Heráclito parece que retormó a los
elementos naturales proponiendo el
fuego como arché por su naturaleza
dinámica. Sin embargo para él el
principio originario era el lógos, la
palabra; y era solo comparable al
fuego puesto que el fuego es para él
una analogía del lógos, ya que el
fuego "con mesura se enciende y
con mesura se apaga" así como el
logos, (con mesura) da a cada uno
su parte del lógos.
Opuesto al monismo, que establecía
la existencia de un solo tipo de
arché, surgió el pluralismo. Un
importante pluralista, Empédocles,
decía que todo se componía de
tierra, aire, agua y fuego. Otro,
Anaxágoras, defendió que existía
una infinidad de componentes del
universo.
El último gran presocrático,
Demócrito, argumentó la existencia
de átomos, o partículas diversas que
ni se crean ni se destruyen y que al
agruparse construyen todo lo que
conocemos.
Fuente: Wikipedia.