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17/2/13

Felicidad II

Y también a mí, que soy bueno con
la vida, paréceme que quienes más
saben de felicidad son las mariposas
y las burbujas de jabón, y todo lo
que entre los hombres es de su
misma especie.
Ver revolotear esas almitas ligeras,
locas, encantadoras, volubles - eso
hace llorar y cantar a Zaratustra.
Yo no creería más que en un dios
que supiese bailar.
Y cuando vi a mi demonio lo
encontré serio, grave, profundo,
solemne: era el espíritu de la
pesadez - él hace caer a todas las
cosas. No con la cólera, sino con la
risa se mata. ¡Adelante, matemos el
espíritu de la pesadez!
Fragmento de “Así habló
Zaratustra”. FRIEDRICH NIETZSCHE

25/4/12

Solteria filosofica

Como hablaban en uno de los
capítulos finales de ese maravilloso
libro que es "Niebla" de Don Miguel de
Unamuno el arte de la filosofía suele
ser cultivado por solterones (a lo que
también alude Nietzsche en su capítulo
tercero de la "Genealogía de la
Moral"... donde en parte asimila los
ideales del filósofo y del asceta: el
primero busca callar el mundo, el
segundo anularlo). Cosa de la que se
habrán dado cuenta los estudiosos de
la filosofía, o, mejor aún, a los
estudiosos de la personalidad de los
filósofos; a los que puede haberles
llamado la atención la soltería de
Platón, y el matrimonio no muy
armonioso de Sócrates. Por ejemplo.
Las solterías de Kierkegaard, Newton,
Heráclito, Descartes, Pascal, Hume,
Leibniz, Spinoza, Schopenhauer,
Nietzsche o Wittgenstein.
No solamente son célibes los
sacerdotes católicos, sino que también
los filósofos y anacoretas. Filósofos
como Plotino, Pascal o Kant murieron
vírgenes y solteros, y desarrollaron
enormemente sus cualidades
intelectuales.
Por no decir todos los frailes y filósofos
medievales.
Una parte enorme de los filósofos
acabó solateras o tuvo complicaciones
extrañas con el sexo opuesto.
Caso del casamiento tardío de Hegel, a
los 40 años de edad, con una mujer 20
años menor que él. O de Augusto
Comte, aceptado como fundador de la
sociología, contrajo matrimonio con
una prostituta, y cuando se separó de
ella no volvió a casarse (también las
historias de matrimonio de Nietzsche y
Kierkegaard fueron sonadas). Por no
hablar de doctrinas filosóficas como la
de los Pitagóricos que apostaban por
el celibato. O por no repetir el
tortuoso matrimonio del padre de la
Dialéctica, Sócrates (de quien,
hablando precisamente de esto,
Nietzsche,en su animadversión por él,
afirmó representaba lógicamente por
ello al anti-filósofo. Quién, además,
como repetía Unamuno, el día de su
muerte la despacho para que no le
perturbase.
Unamuno sí se casó, aunque dudo de
ello, y preguntó a su libro... pero esa,
esa, es otra anécdota.
GGM,
"Niebla", Miguel de Unamuno. Ed.
Cátedra.
"Genealogía de la Moral", cap. III,
"¿Qué son los ideales ascéticos?".
http://hispanismo.org/tertulia/9606-
solteria-en-los-filosofos.html

4/4/12

Eterno Retorno

"Suponiendo que un día, o una noche,
un demonio te siguiera a tu soledad
última, y te dijera: esta vida, tal como la
has vivido y estás viviendo, la tendrás
que vivir otra vez, otras infinitas veces;
y no habrá en ella nada nuevo, sino
que cada dolor y cada placer y cada
pensamiento y suspiro y todo lo
indeciblemente pequeño y grande de
tu vida te llegará de nuevo, y todo en el
mismo orden de sucesión, también
esta araña y este claro de luna entre
los árboles, y este instante, y yo mismo.
El eterno reloj de arena de la existencia
es dado la vuelta una y otra vez, ¡y tú
con él, polvillo de polvo! Suponiendo
que así te hablara un demonio, ¿te
arrojarías al suelo rechinado los
dientes y maldiciendo al demonio que
así te habló? O has experimentado
alguna vez un instante tremendo en el
que contestarías: “¡eres un dios y
jamás he oído decir nada tan divino!”.
Si esa noción llega a dominarte, te
transformará y tal vez te aplastará. ¡La
pregunta ante todas las cosas -
¿quieres esto otra vez, infinitas veces?-
pesaría como el peso más pesado
sobre todos tus actos! O si no, ¿qué
categóricamente tendrías que llegar a
decir sí a ti mismo y a la vida para no
aceptar nada más anhelosamente que
esta ratificación última, eterna?"
Nietzsche, La gaya ciencia.

30/3/12

CARTA DE F. NIETZSCHE A LOU SALOMÉ

Lou:
"Que yo sufra mucho carece de
importancia comparado con el
problema de que no seas capaz, mi
querida Lou, de reencontrarte a ti
misma.
Nunca he conocido a una persona más
pobre que tu.
Ignorante pero con mucho ingenio.
Capaz de aprovechar al máximo lo que
conoce.
Sin gusto pero ingenua respecto de
esta carencia.
Sincera y justa en minucias, por tozuda
en general, en una escala mayor, en la
actitud total hacia la vida:
Insincera.
Sin la menor sensibilidad para dar o
recibir.
Carente de espíritu e incapaz de amar.
En afectos, siempre enferma y al borde
de la locura.
Sin agradecimiento, sin vergüenza
hacia sus benefactores…
En particular:
Nada fiable.
De mal comportamiento.
Grosera en cuestiones de honor…
Un cerebro con incipientes indicios de
alma.
El carácter de un gato: el depredador
disfrazado de animal doméstico.
Nobleza como reminiscencia del trato
con personas más nobles.
Fuerte voluntad pero no un gran
objeto.
Sin diligencia ni pureza.
Sensualidad cruelmente desplazada.
Egoísmo infantil como resultado de
atrofia y retraso sexual.
Sin amor por las personas pero
enamorada de Dios.
Con necesidad de expansión.
Astuta, llena de autodominio ante la
sexualidad masculina."
Paul Ree, amigo de Nietzsche (en la
foto, junto con éste y Salomé) fue
quien les presentó. Parece que Paul y
Lou Salomé viviían una aventura
cuando Niezsche, sorprendentemente,
le propuso matrimonio a pesar de
haberse configurado como un
misógino redomado que odiaba al
sexo femenino en general; parece que
creyó haber econtrado en Lou a la
única mujer que sería capaz de
entenderlo. Ella no lo aceptó pero a
cambio propuso a ambos hombres
enamorados unirse en una triada de
producción y trabajo intelectual. Una
foto en la que aparecen los tres, con
Lou conduciendo el carro quiso ser
una alegoría de este pacto. Finalmente,
el trio se separó. Salomé y Rée viajaron
a Berlín y vivieron juntos hasta unos
años antes de que Salomé firmara un
matrimonio célibe con el profesor de
lingüística Carl Friedrich Andreas. A
pesar de su oposición al matrimonio y
de sus relaciones abiertas con muchos
otros hombres, Salomé y Andreas
permanecieron casados desde 1887
hasta la muerte de Andreas en
1930.

19/3/12

LO QUE LE DEBO A LOS ANTIGUOS. De El ocaso de los Ídolos (1888)

Esta pequeña obra fue escrita por
Nietzsche en 1888, en una época que él mismo consideraba la más fecunda de su actividad filosófica. El fragmento que presentamos a continuación, correspondiente al último capítulo, nos ofrece la visión que el propio Nietzsche
tiene de su relación con los antiguos, destacando el haber sido el primero en comprender el instinto, rico y desbordante, de los antiguos griegos.
Y aquí va un fragmento:
Yo he sido el primero que, para
comprender el antiguo instinto de los
griegos, rico y desbordante, haya
tomado en serio aquel fenómeno
maravilloso que lleva el nombre de
Dionisos: sólo es concebible como un
exceso de fuerza. Quien, como jakob
Burckhardt, que hoy vive en Basilea,
sea un profundo conocedor de los
griegos, sabrá medir el valor de mi
aportación: Burckhardt agregó a su
Civilización de los griegos un capítulo
correspondiente al fenómeno
nombrado. Si se quiere contemplar lo
contrario, considérese la casi hilarante
pobreza de instinto de los filólogos
alemanes confrontados a Dionisos. El
famoso Lobeck por ejemplo -que con
la venerable seguridad de un gusano
disecado entre libros se introduce en
este mundo misterioso de estados de
ánimo y se persuade de que es
científico por mostrarse ligero y pueril
hasta la náusea- con todo el
despliegue de su erudición ha hecho
saber que todas estas curiosidades
están vacías de contenido. De hecho,
los sacerdotes de estas orgías podrían
haber comunicado a los participantes
algo no necesariamente desprovisto de
valor: que el vino despierta el placer,
por ejemplo, o que el hombre, bajo
ciertas circunstancias, puede vivir de
frutos, o que las plantas florecen en
primavera y se marchitan en el otoño.
Por lo que se refiere a aquella extraña
riqueza de ritos, de símbolos y mitos
de origen orgiástico de que se ve
materialmente invadido el mundo
antiguo, Lobeck encuentra en ella
ocasión para mostrarse aún más
ingenioso. "Los griegos -dice
(Aglophamus, 1, 672) cuando no
tenían otra cosa que hacer reían,
saltaban o, como quiera que el
hombre encuentra también placer en
ello, se sentaban, gemían y lloraban.
Otros acudían más tarde y buscaban
algún motivo para este extraño juego; y
así surgieron, para explicar aquellos
usos, innumerables leyendas y mitos.
Por otra parte, se creía qué aquellos
gestos burlescos, que se verificaban en
los días de fiesta, pertenecían también
necesariamente a la solemnidad
festiva, y fueron conservados como
una parte indispensable del culto."
Esto no es más que charlatanería
irrelevante; a la especie de los Lobeck
no se la puede tomar ni por un
momento en serio. De un modo
completamente diferente nos ocupa el
examen del concepto de griego
elaborado por Goethe y Winckelman,
el cual resulta sin embargo
incompatible con aquellos elementos
de los que surge el arte dionisíaco: con
lo orgánico, con lo orgiástico. De
hecho, no dudo de que Goethe haya
excluido fundamentalmente tal
posibilidad de su concepción del alma
griega. En consecuencia, Goethe no
entendió a los griegos. Ya que en los
misterios dionisíacos en primer lugar,
en la psicología del estado dionisíaco
se revela el rasgo fundamental del
instinto de los griegos: su "voluntad de
vivir". ¿Qué es lo que se aseguraba el
heleno mediante esos misterios? La
vida eterna, el eterno retorno de la
vida; el futuro consagrado y prometido
en lo que pasa y decae; el sí triunfal a
la vida por sobre la muerte y el
cambio; la verdadera vida como el
proceso total del vivir a través de la
generación, de los misterios de la
sexualidad. Para los griegos era el
símbolo sexual el símbolo venerable en
sí, el auténtico sentido profundo
dentro de toda la religiosidad antigua.
Cada detalle en el acto de la
generación, del embarazo, del
nacimiento, despertaba los
sentimientos más elevados y festivos.
En la enseñanza de los misterios el
dolor se santifica: los "dolores de la
parturienta" santifican al dolor en
general; todo devenir y crecer, todo lo
que' garantiza el porvenir tiene por
condición el dolor... Para que exista el
eterno placer del crear, para que la
voluntad de vivir se afirme
eternamente, debe existir también
eternamente el "dolor de la
parturienta"... Todo esto significa la
palabra Dionisos: no conozco
simbolismo más elevado que este
simbolismo griego, el de Dionisos. En
él se arraiga el más profundo instinto
de la vida, el del futuro de la vida, el de
la eternidad de la vida, experimentado
religiosamente: el camino mismo a la
vida, el alumbramiento, es el camino
sagrado... Sólo el cristianismo, con su
básico resentimiento hacia la vida, ha
hecho de la sexualidad algo impuro:
cubrió de mugre el principio, la
premisa de nuestra vida...
La psicología de lo orgiástico como un
desborde del sentimiento vital y de
fuerza, dentro del cual el dolor actúa
como estimulante, me dio la clave para
mi concepto del sentimiento trágico,
que ha sido malentendido tanto por
Aristóteles como, en particular, por
nuestros pesimistas. La tragedia está
tan lejos de probar el pesimismo de
los helenos en el sentido de
Schopenhauer, que más bien vale
como su decisivo rechazo, como la
instancia opuesta. El afirmar la vida,
aun en sus problemas más extraños y
duros, la voluntad de vivir que, en
sacrificio a sus tipos más altos, se
alegra de su propia inagotabilidad,
esto lo llamo yo dionisíaco y lo adivino
como el puente hacia la psicología del
poeta trágico. No para librarse del
terror y de la compasión, no para
purificarse de un afecto peligroso a
través de una vehemente descarga -así
lo entendió Aristóteles-: sino para, por
sobre el terror y la compasión, ser uno
mismo la eterna alegría del devenir -
alegría que incluye también la alegría
del aniquilamiento... Y de este modo
regreso al lugar del que partí una vez;
el Origen de la tragedia fue mi primera
trasmutación de todos los valores: de
este modo regreso al fundamento en
el cual se origina mi voluntad y mi
poder; yo, último discípulo del
Dionisos filósofo; yo, maestro del
eterno retorno..
(Según la versión de Roberto
Echevarren, "El ocaso de los ídolos",
Tusquets Editores, Barcelona, 1972)