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12/1/14

Fritz Haber

Gracias a este hombre la
mitad de la población mundial
puede alimentarse
Si preguntas por ahí el nombre de
un gran benefactor de la Humanidad
puede que salgan citados Alexander
Fleming, Albert Einstein, Paracelso o
Mathama Ghandi. Casi nadie
responderá con el nombre de Fritz
Haber, a quien por derecho propio
se le puede atribuir que más de la
mitad de los 7.000 millones de
habitantes que poblamos hoy el
planeta podamos alimentarnos cada
día.
Haber fue el inventor del proceso de
síntesis del amoníaco, la base para
los fertilizantes basados en
nitrógeno, sin los cuales la
agricultura intensiva sería hoy una
entelequia. En otras palabras, sin la
aportación del amoníaco a la
agricultura la población mundial
sería hoy como mucho el doble de
los 1.800 millones que poblaban el
planeta en 1908, cuando Haber
patentó su fundamental hallazgo.
Ahora bien, de no ser por el
amoníaco tampoco se hubieran
producido los 150 millones de
muertos que se atribuyen a la
invención del NH3, compuesto
también esencial en explosivos como
el TNT o la nitroglicerina.
Durante ocho milenios –entre el
6.000 a.C. y finales del siglo XIX- los
agricultores aportaban nitrógeno
como abono a sus sembrados
mediante dos métodos: alternando
cosechas de legumbres en los
campos de cereales y abonando los
campos con abono animal,
incluyendo las deposiciones de los
pájaros, una excelente fuente
natural de nitrógeno. A principios
del siglo XX Europa importaba
anualmente 2,5 millones de
toneladas de guano (excrementos de
aves solidificados) de Perú y Chile,
un recurso limitado y claramente
insuficiente para suplir a los campos
del resto del mundo.
Y en esto llegó el amoníaco, un
compuesto que sintetiza el
hidrógeno y el nitrógeno (el gas que
constituye el 78% del aire de la
atmósfera) a través del llamado
Proceso de Haber-Bosch. En la
actualidad, el ingenio humano
fabrica una cantidad de amoníaco
similar a la de la naturaleza. El 80%
de este amoníaco es utilizado como
fertilizante agrícola y su aportación
a la productividad del agro es
ineludible: un estudio [.pdf] llevado
a cabo en 2008 calculó que cada
hectárea de terreno cultivable había
pasado de alimentar 1,9 personas
en 1908 a 4,3 en 2008. A finales del
siglo XX, el 48% de la población
mundial dependía de los
fertilizantes para producir su
alimento.
amoniaco
La primera fábrica de amoníaco que
utilizó el método Haber-Bosch se
abrió hace un siglo en Ludwigshafen
(Alemania) y apenas producía diez
toneladas de amoníaco al día, según
recuerda Elizabeth Kolbert en New
Yorker. Desde el final de la Segunda
Guerra Mundial –período en el que
el amoníaco se utilizó más como
base de explosivos que como
fertilizante- la producción de NH3 se
ha multiplicado por 20. Sólo en
España se producen medio millón de
toneladas de amoníaco cada año.
Pero la exuberancia poblacional
tiene un precio. Enorme.
Únicamente el 17% del amoníaco
utilizado como fertilizante es
consumido por los humanos a través
de la comida. El resto acaba en la
tierra o en el aire, lo que provoca al
menos dos graves problemas: por un
lado, la eutrofización
(enriquecimiento de nutrientes) de
las aguas, un proceso que multiplica
el crecimiento de las algas en ríos,
lagos y mares y acaba consumiendo
el oxígeno del agua, aniquilando a
los peces que en ellas habitaban. El
segundo es la alteración del balance
atmosférico, reduciendo el ozono de
la estratosfera, según el estudio
publicado en Geoscience.
Fritz Haber recibió el Premio Nobel
de Química en 1918 por su
fundamental invento, que propulsó a
la Humanidad hasta los 7.000
millones de habitantes actuales y,
según las proyecciones de la ONU,
hacia los 11.000 millones en 2100.
En su discurso de aceptación, el
gran benefactor de la Humanidad
“obvió el papel del amoníaco en la
guerra y su papel en la aparición de
la guerra química”, escribe Público.
No hay rosa sin espinas.
Visto en New Yorker, con información
de Público y ‘Cómo un siglo de
síntesis de amoníaco cambió el
mundo’ [.pdf]. Imagen: Wiki
Commons.

27/4/12

Casi la dureza del mármol a partir de arena sin calentar la mezcla

Cultivar ladrillos a partir de
bacterias, arena, cloruro de
calcio y urea, se ha convertido
en realidad gracias al reciente
descubrimiento de una
profesora de arquitectura
americana en Abu Dhabi. Un
avance sustancial de la bio-
ingeniería que permitirá
producir ladrillos a temperatura
ambiente, en lugar de consumir
toneladas de carbón o árboles
para alimentar los hornos.
El avance se produjo casi por
accidente: tras años de
investigación con cultivos de
cristales y ensayando varias
recetas químicas, la joven
profesora de 32 años Ginger
Krieg Dosier, de la universidad
americana de Sharjah en los
Emiratos Árabes, se topó con su
primer ladrillo una semana
después de haber desechado
unas pruebas fallidas.
Baratos, robustos y fáciles de
producir, los ladrillos cocidos al
horno han existido desde hace
muchísimo tiempo. Pero el
proceso para obtener los
ladrillos mediante esta técnica
tradicional requiere enormes
cantidades de energía, que
incluye deforestación y la
emisión de toneladas de CO2 a
la atmósfera. Con más de 1,22
trillones de ladrillos fabricados
cada año (la mayoría en hornos
de carbón), cada uno emite 5,8
kg de CO2, lo que es bastante
más de lo producido por el
tráfico aéreo anual.
Según Metropolis(http://
www.metropolismag.com/
nextgen/ng_story.php?
article_id=4258), que ha
galardonado a esta arquitecta-
científica con el premio de
diseño Next Generation:
El proceso, conocido
como precipitación
de calcita inducida
por microbios, o
MICP, usa los
microbios de la arena
para ligar los granos
entre sí como con
pegamento a través
de reacciones
químicas
encadenadas. El
material resultante
parece arenisca, pero
dependiendo de
cómo se haya hecho,
puede reproducir la
dureza de un ladrillo
tradicional o incluso
del mármol. Si los
ladrillos de Dosier
reemplazaran cada
nuevo ladrillo que se
produce en el
planeta, reduciríamos
nuestras emisiones
de CO2 al menos 800
millones de
toneladas al año.
“Nos estamos
quedando sin
fuentes de energía”,
dijo en una entrevista
en marzo. “Se
necesitan 400 árboles
para fabricar 25.000
ladrillos (el número
que suele tener una
casa). Esta tendencia
del consumo
empieza a
asustarme”.
Dosier tratará de refinar la
composición en el proceso de
forma que se puedan imprimir
capa a capa en una impresora
3D.
El único problema detectado es
que el proceso emite amoniaco,
que los microbios convierten en
nitrato que, a su vez, podría
contaminar las aguas
subterráneas. Aunque el
problema podría evitarse
completamente ‘encerrando’
esos productos en una especie
de buffers orgánicos que los
contendrían hasta el momento
de su reciclado.
Andrea Martín.
Fuente:
www.gruponuevastecnicas.blogspot.com