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14/3/13

LA TEORIA M. 1

1. INTRODUCCION

M es el nombre de la teoría que
pretende explicar todo el universo,
desde las partículas elementales y
los átomos hasta las galaxias y el big
bang. ¿Por qué M, un título tan
breve para un objetivo tan
ambicioso? Hay varias acepciones
posibles, según las preferencias del
físico que lo justifica. La M de
madre refleja la intención de ser el
origen de todas las explicaciones o
de contener las leyes primordiales
de la física. La M de magia, misterio
o milagro refiere, en cambio, al
asombro que despiertan sus
propiedades y su aparente
capacidad de unificar todas las
interacciones o fuerzas
fundamentales de la naturaleza, una
meta perseguida durante mucho
tiempo y considerada quizás
inalcanzable. La más modesta M de
membrana ilustra ciertas
características técnicas de la teoría.
¿En qué sentido pretende M explicar
todo? La física busca verdades
universales sobre la naturaleza.
Cuando estas verdades se
encuentran, se trata de explicarlas
apelando a principios más
profundos, a verdades más
fundamentales a partir de las cuales
se puedan deducir las anteriores.
Estas certezas más esenciales, a su
vez, se tratan de entender
recurriendo a razones todavía más
básicas. Y así sucesivamente.
Siguiendo las cadenas de
explicación, desde la vida cotidiana
hasta el mundo microscópico, varias
de las preguntas más antiguas (¿Por
qué el cielo es azul? ¿Por qué el
agua es líquida y se evapora al
hervir?) se han respondido en
términos de las propiedades de los
átomos y de la luz. Estas
propiedades, por su parte, se
deducen de sus componentes, las
partículas elementales, cuyas
propias peculiaridades se pueden
deducir a partir de estructuras más
simples. El punto inicial de todas las
explicaciones es lo que se entiende
por la teoría madre. Este
reduccionismo o búsqueda de
principios cada vez más
elementales, más básicos, se ha
dado en la física históricamente a
través de unificaciones de teorías.
La tendencia a la descripción
unificada de fenómenos
considerados previamente
independientes, la búsqueda de
principios aglutinadores, permitió a
lo largo del desarrollo de la
disciplina explicar más hechos que
los contenidos originalmente en las
partes que se intentaba amalgamar y
se convirtió en la guía orientadora
de la evolución de esta ciencia.
La idea de encontrar un principio
fundamental a partir del cual
derivar las leyes del universo no es
reciente. La humanidad ha buscado
desde épocas muy remotas
comprender las diversas
manifestaciones de la naturaleza
como diferentes aspectos de un
mismo fenómeno (o conjunto de
fenómenos). En Occidente, el origen
de estas ideas se remonta a los
presocráticos, quienes buscaban las
explicaciones de todos los
fenómenos naturales en términos de
algún elemento fundamental: agua,
aire, tierra o fuego. La primera
teoría madre, elaborada por Leucipo
y Demócrito en el siglo V a.C.,
postulaba que los
constituyentes últimos e indivisibles
de la materia eran los átomos. Esos
átomos eran muy diferentes de los
que conocemos hoy, pero hay una
diferencia más importante entre
aquellas teorías antiguas y la ciencia
moderna: la actual exigencia de
verificación experimental. Una
explicación científica moderna debe
contener una comprensión
cuantitativa de los fenómenos.
¿Cuánto progresamos en el
conocimiento de la naturaleza si
aceptamos que el agua o los átomos
son los constituyentes
fundamentales de la materia, si no
podemos calcular propiedades como
la densidad, la resistencia o la
conductividad eléctrica? Y por lo
tanto, sin la capacidad de hacer
predicciones experimentales, nunca
podríamos comprobar si la
explicación presocrática o la de
Demócrito es la acertada.
En la actualidad, los cuatro siglos de
desarrollo de la física han permitido
acumular gran cantidad de
información y reducir drásticamente
el número de principios
fundamentales. Hoy sabemos que
todos los fenómenos naturales, por
más variados y diferentes que
parezcan, se pueden explicar en
términos de cuatro interacciones o
fuerzas fundamentales: la
gravitatoria, la electromagnética y
las subatómicas fuerte y débil. Pero
a pesar de haber logrado restringir
tan abruptamente la complejidad del
problema, todavía no se ha
encontrado la teoría original, la que
unifica estas cuatro interacciones
fundamentales. Sólo hay algunos
indicios que guían la búsqueda.
Estas son las pistas que trata de
organizar la teoría M y que nosotros
intentaremos describir en este
artículo. Como el tema es muy
técnico, introducimos algunos
conceptos e ideas que resultan
necesarios a través de una breve
historia de la física. Este recorrido
histórico, con especial atención a
las unificaciones logradas, nos
ayudará a explicar por qué la
búsqueda de la teoría madre se
realiza en el contexto de la física de
altas energías. En la segunda parte
describimos la teoría M, indicando
sus logros y debilidades y
resumiendo la manera en que
resuelve los problemas que
presentan teorías previas.
(continuará)

5/5/12

HABLEMOS DE LA TEORÍA DE LA EVOLUCIÓN

La sustitución de Dios como
inteligencia creadora, por el azar es un
terrible paso atrás que la humanidad
dio en base a una malintencionada y
absurda Teoría de la Evolución.

En el siglo XV los científicos afirmaban
que la Tierra era plana. Para sostenerla
dilucidaron que debía apoyarse en
cuatro elefantes gigantes, que a su vez
se hallaban sobre una gran tortuga.
Según esa teoría «científica», si alguien
llegaba al «fin del mundo» caería hasta
los pies de los elefantes. Si sobreviviera
sería pisoteado por ellos y, si lograra
escapar, la tortuga lo devoraría.
Corría el siglo XIX cuando Charles
Darwin enunció la teoría de la
Evolución de las Especies en su libro El
origen de las especies por medio de la
selección natural, o la preservación de
las razas preferidas en la lucha por la
vida.
En aquel tiempo se dieron cita una
serie de «grandes hombres» (y
remarco las comillas) que desarrollaron
esta teoría, que avanzó paralelamente
a la Eugenesia (el mismo hijo de
Charles Darwin fue presidente de la
Sociedad Eugenésica) y de todo tipo de
teorías destinadas a un único fin:
declarar que el hombre blanco es
superior a todas las demás criaturas, y
que la élite británica de aquellos
tiempos era superior al resto de los
hombres blancos, por cuanto eran la
culminación de esa supuesta
evolución.
Entre otras joyas cabe destacar del
mencionado libro que el hombre
negro es el eslabón entre el gorila y el
hombre blanco, y que la mujer está
menos evolucionada al poseer
comportamientos de imitación
próximos a los animales.
Por su parte, la mencionada Eugenesia
ha llevado al asesinato y a la
esterilización de miles de hombres y
mujeres de clases pobres, al defender
que las clases acomodadas lo son por
derecho «evolutivo», y es, por lo tanto,
de derecho natural que esas clases
altas controlen a las más pobres y,
consecuentemente, menos
evolucionadas.
En este orden de cosas, cabe destacar
que los científicos y profesores más
fervientemente darwinistas jamás han
leído a Darwin, y se limitan (como es
habitual en las «universidades» de
nuestros tiempos) a recitar al pie de la
letra lo que la ciencia oficializada ha
decidido que es lo correcto.
Al hablar de «verdades oficializadas»
nos referimos a todas esas teorías
nunca demostradas que enseñamos a
nuestros hijos en las escuelas como
algo irrefutable, y que, más allá de
esto, dejan fuera del mundo científico
a quien ose contradecirlas; erigiendo
muros exclusivos y xenófobos a los
críticos que pretendan abrir puertas
para que entre la luz en el mundo de
la ciencia dogmática.
Si de verdad todas las formas de vida
procedieran de una misma forma
original, y esta hubiera evolucionado
durante millones de años
ramificándose y dando lugar a la
multiplicidad biológica que hoy habita
este planeta, es obvio que este proceso
hubiera durado millones y millones de
años, y como consecuencia el planeta
estaría plagado de fósiles de
intermedios entre todas las formas de
vida que conocemos.
Pero más allá de esta afirmación, si el
gorila (o el chimpancé, como más tarde
se ha declarado por parte de la ciencia
oficial) evolucionó en hombre;
teniendo en cuenta que el chimpancé
ha sobrevivido y que el hombre
también, ¿por qué todos los infinitos
intermedios desaparecieron? Y ¿dónde
están sus restos?
Y ahora extendamos esta afirmación a
todas las especies: si el original y el
destino de una evolución cualquiera
sobreviven, ¿dónde están todos los
intermedios entre todas las especies
que existen?
No tiene sentido.
En un segundo análisis, cabe decir que
un estudio científico realizado en Italia
durante los años 80 determinó que la
probabilidad de que se cree un
Aminoácido por puro azar era de
1/1023.
Escribámoslo para entender la cifra:
0,00000000000000000000001.
La siguiente pregunta es: ¿y con eso
tenemos vida? Absolutamente ¡no!
Un aminoácido es solamente una
molécula que conforma un gen. Para
fomar un gen, necesitaríamos cientos
de aminoácidos que se combinaran
perfectamente, de modo que dieran
lugar a una cadena de aminoácidos
que formaran un gen válido, pues no
cualquier combinación de aminoácidos
generaría un gen adecuado. De modo
que la probabilidad habría que ir
multiplicándola tantos cientos de veces
como aminoácidos se necesitan para
formar un gen, y luego añadir la
dificultad de que la combinación de
estos fuera la precisa.
Así pues, el resultado es que, para
escribir cabalmente la cifra que
expresara la probabilidad de que se
forme un gen por puro azar,
necesitaríamos enciclopedias
completas llenas de ceros.
Pero eso es solo un gen. Ahora
necesitamos una cadena de genes,
creados por casualidad, que de nuevo
se combinen exactamente de la
manera precisa para dar lugar a un
cromosoma que, a su vez, sea válido
para la vida.
Obviamente, la cifra que estamos
barajando es tan ínfima, que ya no
cabe hablar de que la formación de un
cromosoma por casualidad sea
improbable y tendríamos que afirmar
que es imposible.
Pero sigamos; ya tenemos un
cromosoma. Ahora necesitamos que se
formen proteínas para dar lugar a la
primera forma que podríamos
denominar «vida» y que es el virus.
Esas proteínas tienen que combinarse
adecuadamente para que respondan a
la información de los cromosomas,
¡por azar!: imposible.
Supongamos que sí que aparece por
ahí una cadena de proteínas y se
combina con ese cromosoma. Ya
tenemos un virus. ¿Qué es lo que
caracteriza a un virus?: ¡que no es
capaz de reproducirse por sí mismo!
Necesita una célula o una bacteria para
reproducirse… Por eso durante mucho
tiempo se consideró que el virus ni
siquiera era un ser vivo.
Pues bien, esta teoría se la enseñamos
a nuestros hijos en las escuelas como
algo válido y demostrado.
Afortunadamente, científicos de la talla
de Máximo Sandín, biólogo y profesor
de Evolución Humana en la
Universidad Autónoma de Madrid, dan
la cara y ponen los puntos sobre las
íes. A costa, claro está, de convertirse
en el hazmerreír de sus
«compañeros», siendo denostados y
arriesgándose a perder sus propios
empleos, se atreven a levantar la
bandera de peligro y afirmar que «lo
no puede ser no puede ser, y además
es imposible».
La selección natural es algo obvio,
innegable. ¿Quién puede dudar de que
el más fuerte se impone en la
naturaleza, para procrearse por
delante de los más débiles, dando
lugar a una selección genética?
Pero ¿cómo decir que un pez tenía
muchas ganas de andar y, como
consecuencia, se le desarrollaron patas
y salió del agua? ¿Cuándo se ha visto
una especie transformarse en otra?
¿Dónde están todos los intermedios?
El hombre siempre ha querido volar.
¿Alguien tiene en sus espaldas el
atisbo de la aparición protuberante de
unas futuras alas? Absurdo. Falso.
La corrupción se cuela calladamente en
nuestras mentes como el agua por las
rendijas del edificio desahuciado. Es
difícil verla. Especialmente cuando
desde niños nos han hecho comulgar
con ruedas de molino.
Con razón dijo un sabio: «El mayor
problema de la ciencia no es lo que
desconoce, sino lo que cree que
conoce pero es falso».

HABLEMOS DE FÍSICA PARTE I: UNA SOCIEDAD LEVANTADA SOBRE PIES DE BARRO

Las universidades dejaron muy atrás
los tiempos en que eran lugares de
debate abierto, donde los científicos se
daban cita para plantear opiniones,
avances, descubrimientos, en la lucha
de la ciencia por acercarse a eso que
llamamos “REAL”. Hoy, en cambio, se
adoctrina a los estudiantes diciéndoles
lo que tienen que creer y, lo que es
más grave, lo que tienen que rechazar;
sin permitirles saber la gran verdad de
que «imposible solo es aquello que
todavía nadie ha hecho».
La ciencia materialista todavía no ha
descubierto la materia. Irónico,
absurdo. Lo que parecía denso (la
materia) pasó a ser una nube que
daba cita a supuestas bolitas que
giraban en torno a un núcleo de otras
bolitas con valores eléctricos negativos,
positivos y neutros; descubriendo
entonces que esas supuestas bolitas
solo llenaban el 1% del espacio del
átomo, quedando el 99% restante
vacío.
Posteriormente esas partículas se
descompusieron en otras inferiores a
las que se denominó quarks,
demostrando entonces que de nuevo
el 99% del espacio que ocupaban los
electrones, protones y neutrones
estaba hueco. Así pues, en estos días
se ha demostrado que 9.999 de cada
10.000 partes de materia están
desaparecidas. Y podríamos seguir.
Newton emitió los 3 principios de la
física, que Einstein desarrolló
exitosamente en su Teoría de la
Relatividad General; dando una buena
aproximación al comportamiento de
los cuerpos celestes en base a la
fuerza gravitatoria. Fue este último gran
científico quien explicó que existe una
Cuarta Dimensión que es el Tiempo, así
como que la masa y la velocidad de un
cuerpo doblan esa malla o estructura
espacio-temporal.
Pongamos un ejemplo. Supongamos
que estamos parados en nuestro
coche y al lado hay otro coche.
Supongamos que salimos hacia
adelante a la mitad de la velocidad de
la luz. Supongamos ahora que el otro
coche, que está parado en el mismo
punto de partida, enciende las luces.
Esa luz nos alcanzará y, naturalmente,
nos sobrepasará. Pero ¿a qué
velocidad nos adelantará ese haz de
luz? La lógica nos dice que a ½ de la
velocidad de la luz, sin embargo la
respuesta correcta es que nos
adelantará a la misma velocidad de la
luz. ¿Cómo es eso posible?
Sencillamente porque nuestro coche,
moviéndose a esa velocidad, es capaz
de “frenar” el tiempo de modo que sea
más lento. O lo que es lo mismo,
estamos viviendo “otro estado de las
cosas”. He ahí la Relatividad de las
cosas, que nuestro intelecto no puede
comprender.
También fue Einstein quien dijo que
E=mc2. Si c es una constante (la
velocidad de la luz), esta formulación
es tanto como decir que masa y
energía son la misma cosa pero en un
estado diferente; podríamos decir que
la masa es energía en un estado «más
condensado». Luego lo
comprenderemos mejor.
Todo esto respecto a la Fuerza de la
Gravedad y el comportamiento de los
grandes cuerpos, pero ¿qué pasa con
lo pequeño, con los átomos y las
partículas que conforman la materia?
En este terreno apareció la Física
Cuántica, que nos habló de esas
partículas como una especie de “leyes”
cuyo comportamiento funciona como
la probabilidad de que existan o no en
uno u otro lugar del espacio-tiempo.
Sin embargo una teoría explica el
funcionamiento de los grandes
cuerpos celestes y la otra explica el
funcionamiento de lo infinitamente
pequeño. ¿Cómo puede ser que un
cuerpo se comporte de una manera u
otra dependiendo de su masa? No
tiene sentido. Algo falla.
Pues bien, los científicos llevan tiempo
buscando la Teoría que unifique la
física, y para ello apareció en el siglo
XX la Teoría de Cuerdas, que se
presenta como Teoría del Todo, es
decir, viene a cubrir el espacio entre
ambas (Relatividad y Física Cuántica)
para ser la Unificación que los
científicos buscan desde hace tantos
años.
Y esa Teoría de Cuerdas viene a
decirnos lo siguiente:
Todo está hecho por cuerdas,
pequeños hilitos vibrantes sin masa.
La vibración (sonido) de las cuerdas
define las características de un
elemento, desde su color hasta su
masa…
Todas las fuerzas son cuerdas. Por
ejemplo la gravedad sería la
interacción entre los cuerpos y los
Gravitones, partículas que arrastran a
las masas hacia el centro de gravedad
que les corresponde, por pura
afinidad vibratoria. Los cuerpos que,
debido a sus características atómicas,
interaccionan más con los Gravitones
son arrastrados con más fuerza, dando
lugar a un peso mayor.
Vivimos en un universo de 12
dimensiones que coexisten aquí y
ahora.
Como resultado podemos concluir:
todo es vibración, todo es energía y,
por lo tanto, vivimos en una GRAN
SINFONÍA CÓSMICA, donde los
fenómenos son solo la manifestación
de interacciones vibratorias que
nuestros sentidos recogen y generan
una imagen (visual, acústica…)
determinada en nuestra mente que
denominamos impresión.
Esta manifestación no es nada
disparatado. Baste recordar que, por
ejemplo, las imágenes que vemos con
nuestros ojos son meros impulsos
energéticos (vibraciones) que estimulan
la retina de nuestros ojos; esta los
convierte en impulsos nerviosos que
van a la parte trasera de nuestro
cerebro; y allí, en la más profunda
oscuridad, nuestro cerebro crea una
imagen. ¿Dónde quedó el objeto,
dónde quedó eso que podríamos
llamar noumeno? ¿Qué es, pues, lo
que nosotros sabemos de “la cosa en
sí”?

25/4/12

INTELIGENCIAS MULTIPLES.

La teoría de las inteligencias múltiples
es un modelo propuesto por Howard
Gardner en el que la inteligencia no es
vista como algo unitario que agrupa
diferentes capacidades específicas con
distinto nivel de generalidad, sino
como un conjunto de inteligencias
múltiples, distintas e independientes.
Gardner define la inteligencia como la
"capacidad de resolver problemas o
elaborar productos que sean valiosos
en una o más culturas".
Primero, amplía el campo de lo que es
la inteligencia y reconoce lo que se
sabía intuitivamente: Que la brillantez
académica no lo es todo. A la hora de
desenvolverse en la vida no basta con
tener un gran expediente académico.
Hay gente de gran capacidad
intelectual pero incapaz de, por
ejemplo, elegir bien a sus amigos; por
el contrario, hay gente menos brillante
en el colegio que triunfa en el mundo
de los negocios o en su vida personal.
Triunfar en los negocios, o en los
deportes, requiere ser inteligente, pero
en cada campo se utiliza un tipo de
inteligencia distinto. Ni mejor ni peor,
pero sí distinto. Dicho de otro modo:
Einstein no es más ni menos inteligente
que Michael Jordan, simplemente sus
inteligencias pertenecen a campos
diferentes.
Segundo, y no menos importante,
Gardner define la inteligencia como
una capacidad. Hasta hace muy poco
tiempo la inteligencia se consideraba
algo innato e inamovible. Se nacía
inteligente o no, y la educación no
podía cambiar ese hecho. Tanto es así,
que, en épocas muy próximas, a los
deficientes psíquicos no se les
educaba, porque se consideraba que
era un esfuerzo inútil.
Considerando la importancia de la
psicología de las inteligencias múltiples,
ha de ser más racional tener un objeto
para todo lo que hacemos, y no solo
por medio de estas inteligencias.
Puesto que deja de lado la objetividad,
que es el orden para captar el mundo.
Howard Gardner añade que, así como
hay muchos tipos de problemas que
resolver, también hay muchos tipos de
inteligencia. Hasta la fecha Howard
Gardner y su equipo de la Universidad
Harvard han identificado ocho tipos
distintos:
.1 Inteligencia lingüística
.2 Inteligencia lógica-matemática
.3 Inteligencia espacial
.4 Inteligencia musical
.5 Inteligencia corporal cinestésica
.6 Inteligencia intrapersonal
.7 Inteligencia interpersonal
.8 Inteligencia naturalista
Según esta teoría, todos los seres
humanos poseen las ocho inteligencias
en mayor o menor medida. Al igual que
con los estilos de aprendizaje. no hay
tipos puros, y, si los hubiera, les
resultaría imposible funcionar. Un
ingeniero necesita una inteligencia
espacial bien desarrollada, pero
también necesita de todas las demás:
de la inteligencia lógico matemática
para poder realizar cálculos de
estructuras; de la inteligencia
interpersonal para poder presentar sus
proyectos; de la inteligencia corporal -
cinestésica para poder conducir su
coche hasta la obra, etc. Gardner
enfatiza el hecho de que todas las
inteligencias son igualmente
importantes y, según esto, el problema
sería que el sistema escolar vigente no
las trata por igual, sino que prioriza las
dos primeras de la lista, (la inteligencia
lógico -matemática y la inteligencia
lingüística). Sin embargo, en la mayoría
de los sistemas escolares actuales se
promueve que los docentes realicen el
proceso de enseñanza y aprendizaje a
través de actividades que promuevan
una diversidad de inteligencias,
asumiendo que los alumnos poseen
diferente nivel de desarrollo de ellas y,
por lo tanto, es necesario que todos
las pongan en práctica.
Extraído de Wikipedia.

SOLUCIONES A LA PARADOJA DE FERMI: DIOS EXISTE

Algunos autores han sugerido que
SETI (el proyecto de búsqueda de
inteligencia extraterrestre) y sus
científicos se hallan involucrados en
una búsqueda que en poco se
diferencia de la puramente teológica,
ya que si las CETs (civilizaciones
extraterrestres) son probablemente
mucho más avanzadas que nosotros,
vemos a los alienígenas como seres
omniscientes y omnipotentes, como
dioses, en consonancia con la tercera
ley de Clarke, que afirma que
"cualquier tecnología suficientemente
avanzada es indistinguible de la
magia"). Otros autores, en cambio,
piensan todo lo contrario, y así afirman
que sabemos lo suficiente para no ver
a los extraterrestres como dioses o
magos. Incluso se ha argumentado
que Dios, el creador del universo, de
nuestro universo, existe. Y aún más, ya
que como Dios está en todas partes,
nuestra búsqueda de inteligencias
extraterrestres quedaría plenamente
satisfecha si encontrásemos a Dios.
Existe una especulación en el mundo
de la física teórica que podría, en caso
de que fuese confirmada, demostrar la
existencia de muchos otros universos
que probablemente conducirían al
desarrollo de CETs; es más, quizá una
de esas CETs hubiese creado nuestro
propio universo. En este sentido,
serían Dios. La teoría o modelo físico
capaz de responder la pregunta sería
"una teoría de todo" (theory of
everything), la tan tenazmente
perseguida durante tantos años por el
mismísimo Albert Einstein sin
resultados, un modelo que unificaría
todas las fuerzas conocidas de la
naturaleza: gravitatoria, nuclear fuerte,
nuclear débil y electromagnética.
La mejor candidata hasta el momento
para conformar esta teoría de todo es
la conocida como teoría M. Aunque no
está totalmente desarrollada, ni mucho
menos (algunas de sus herramientas
matemáticas aún están por inventar),
parece que la teoría M es la gran
esperanza de muchos investigadores
para dar respuesta a las grandes
preguntas sobre el universo. Existen,
sin embargo, indicaciones de que la
teoría tendrá una serie de parámetros
(como, por ejemplo, las masas de las
partículas fundamentales y las
intensidades relativas de las fuerzas
fundamentales) cuyos valores deben
ser introducidos "a mano". Las
ecuaciones de la teoría final podrían
afirmar, por ejemplo, que las masas de
los electrones o el valor de la
constante cosmológica no son nulas
pero, en cambio, no explicar sus
valores exactos, por qué éstos no son
más grandes o más pequeños. Cuando
un modelo físico fracasa en esto, en
explicar por qué los parámetros
fundamentales presentan los valores
que observamos, lo que tenemos en
realidad es una teoría que describe
una multitud de posibles universos: un
multiverso. Cada uno de estos
universos presenta distintos valores de
los parámetros fundamentales.
La vida requiere química, la química
necesita estrellas, las estrellas necesitan
galaxias y todas ellas requieren que los
anteriores parámetros presenten
valores comprendidos en un
determinado rango. Si la interacción
nuclear fuerte fuese más pequeña de
la que conocemos, no existirían
núcleos atómicos estables; si la
constante cosmológica fuese diferente,
el universo sería muy distinto del que
conocemos.
Lee Smolin ha estimado que la
probabilidad de que eligiendo un
conjunto de parámetros
fundamentales al azar nos saliese un
universo capaz de albergar vida es de 1
entre 10 elevado a 229 (la de acertar 6
resultados en la Lotería Primitiva es de
1 entre casi 14 millones). Así, una
primera aproximación para explicar los
valores de los parámetros del modelo
es que éstos han sido producto del
azar.
Una segunda aproximación consiste en
invocar el denominado "principio
antrópico". Quizá fue Dios quien ajustó
los parámetros a unos valores
adecuados para el desarrollo de la
vida. O quizá existen muchos
universos y en cada uno de ellos se da
un conjunto de valores diferentes de
los parámetros e incluso de las leyes
de la física. Nosotros vivimos,
sencillamente, en uno que permite
nuestra existencia.
La tercera aproximación, debida a
Smolin, consiste en aplicar las ideas
darwinistas a la cosmología. Quizá las
ecuaciones no puedan explicar los
ajustes tan finos de algunas constantes
fundamentales, pero los procesos
evolutivos puede que sí. Smolin
sugiere que los parámetros, las
constantes del mundo físico (puede
que hasta las mismas leyes físicas) han
evolucionado hasta alcanzar su actual
forma a través de un proceso similar a
la mutación y a la selección natural. El
punto de partida de Smolin es que la
formación de un agujero negro en un
universo da lugar al nacimiento de
otro universo diferente y en
expansión. Los parámetros
fundamentales del universo bebé son
ligeramente distintos de los del
universo papá. Así, nuestro universo se
generó a partir de la formación de un
agujero negro en universo padre con
unas constantes físicas similares a las
del nuestro. Un universo con
parámetros que permitan la formación
de agujeros negros tiene prole,
descendencia que, a su vez, produce
otros agujeros negros. En cambio, un
universo con un conjunto de
parámetros que no permitan la
creación de agujeros negros no
producirá descendencia. De esta
manera, los universos más probables
serán aquellos en los que se formen
más agujeros negros.
Ahora bien, según lo que sabemos
sobre evolución estelar, la forma más
eficiente de producir agujeros negros
consiste en hacer colapsar estrellas
masivas. Es, pues, esperable que la
evolución cósmica haya dado lugar a
una preponderancia de universos en
los que abunden las estrellas. Y un
universo con parámetros físicos que
dan lugar a estrellas es un universo
que, inevitablemente, posee núcleos
pesados, química y escalas de tiempo
suficientemente largas como para que
emerjan fenómenos o estructuras
complejos, como la vida. El ajuste fino
de las constantes favorece la
producción de agujeros negros más
que la producción de vida.
Todo lo anterior, evidentemente, es
pura especulación. No hay forma
actualmente de saber si un agujero
negro es capaz de dar a luz a un
universo en expansión. Asimismo,
surgen infinidad de cuestiones que
tampoco sabemos responder: ¿un
agujero negro alumbra siempre un
universo? ¿qué sucede cuando se
funden dos o más agujeros negros?
¿juegan algún papel la masa, la carga
del agujero negro?
Aunque preguntas como las
precedentes no tengan respuesta
hasta que dispongamos de una teoría
cuántica de la gravedad y la idea de
Smolin aglutine ideas científicas como
la evolución, la relatividad y la
mecánica cuántica, la verdad es que
permite una predicción específica con
la que se puede someter a prueba la
teoría. Esta predicción es que, como
vivimos en un universo que crea
muchos agujeros negros y podemos
suponer que los parámetros
fundamentales están próximos a los
valores óptimos para la formación de
agujeros negros, un cambio en
cualquiera de ellos conduciría a un
universo con menos agujeros negros.
Modificar todos los parámetros del
modelo simultáneamente y predecir lo
que ocurriría aún no sabemos hacerlo.
Por su parte, Edward Harrison aún va
más alla que Smolin y se plantea lo
siguiente: ¿y si fuésemos capaces de
hacer nosotros mismo agujeros
negros? Si la teoría de Smolin fuese
correcta, estaríamos incrementando la
probabilidad de que otros universos
albergasen vida inteligente. En un
futuro lejano podríamos crear
universos bebés y quizá nuestro
propio universo fuese creado por una
civilización inteligente suficientemente
avanzada. Puede que nosotros nos
pudiésemos convertir en dioses, en
creadores de universos.

Sergio L. Palacios
http://fisicacf.blogspot.com.es/