30/3/12

El tigre, el bracmán y el chacal (Fábula de la India)

En cierta ocasión un tigre que cayó en
una trampa. En vano trató de salir por
entre los barrotes; tuvo que darse por
vencido y lo proclamó con fuertes
rugidos.
Por casualidad un bracmán pasaba
por allí y al verle el tigre le dijo:
– Por favor, venerable santo, ayúdame
a salir.
– De ninguna manera, amigo mío –
replicó el bracmán. – Si lo hiciese me
devorarías.
– No lo haré – aseguró el tigre. – Al
contrario, te quedará eternamente
agradecido y seré tu esclavo.
Tantas fueron las lágrimas que vertió el
tigre, que el santo hombre se
compadeció de su infortunio y
consintió en abrir la trampa.
Libre, el tigre saltó sobre el bracmán, y
le dijo:
– ¡Qué estúpido has sido! ¿Quién
puede impedirme devorarte en un
momento? He estado encerrado
mucho tiempo y me muero de hambre.
En vano intentó el bracmán
convencerle de lo injusto de su
sentencia; la única cosa que logró fue
que el juez se atuviera al juicio de las
tres primeras cosas a quienes el
bracmán interrogara. Si éstas decidían
que la condena era injusta, el tigre no
lo devoraría.
El bracmán interrogó primero a una
acacia, pero el árbol le contestó
fríamente:
– ¿De qué te quejas? ¿No doy yo
sombra a los cansados pastores y sin
embargo ellos arrancan mis ramas
para alimentar el ganado?
El bracmán siguió su camino hasta
encontrar un cebú que hacía girar una
noria. Sin embargo, la respuesta que
obtuvo no fue mejor que la anterior.
– ¡Eres un imbécil si confías en la
gratitud! ¡Fíjate en mí! Mientras he
dado leche me han alimentado a
cuerpo de rey, pero ahora que ya no
sirvo para ello, me atan a esta noria
que terminará conmigo.
El bracmán reanudó la marcha por el
camino al que preguntó su opinión
acerca del caso.
– Lo encuentro muy natural, santo
padre. – replicó el camino. – Lo que no
encuentro natural es que vos,
esperaseis otro pago. ¡Fijaos en mí!
Soy útil a todos, ricos y pobres,
grandes y pequeños, y ¿qué obtengo
de ello? Que me abran profundos
surcos en mi carne y me tiren los
residuos de sus comidas.
El bracmán, abatido, apartose del
camino. En esto tropezó con un chacal
que le preguntó:
– ¿Qué os ocurre, santo bracmán?
Parecéis como un pez fuera del agua.
El bracmán explicó al chacal lo que le
ocurría.
– ¡Qué historia tan enredada! –
exclamó el chacal. – ¿Queréis
repetírmela de nuevo, a fin de que me
haga cargo de todo lo que ha pasado?
El bracmán repitió su historia, pero el
chacal movió la cabeza indicando que
no entendía aún.
– Es muy extraño – murmuró, – pero
me da la impresión de que me entra
por un oído y me sale por otro. Será
mejor que vayamos al sitio donde ha
ocurrido eso y así, tal vez, pueda
entenderlo mejor.
Regresaron, pues, junto a la trampa en
donde el tigre esperaba el regreso del
bracmán.
– Has tardado mucho – le reconvino. –
Pero en fin, te perdono. Disponte a
servirme de cena.
- Dadme unos minutos – pidió el
bracmán. – Quisiera explicar al chacal
cómo ha ocurrido la cosa. Es un poco
duro de cabeza y no me ha entendido
bien.
El tigre consintió en ello y el bracmán
empezó de nuevo la historia, sin omitir
detalle alguno.
– ¡Qué cabeza la mía! – dijo el chacal,
apretándose las sienes –. Repetid otra
vez ese cuento. Vos estabais en la
trampa, y en esto aparece el tigre…
– ¡Idiota! exclamó el tigre.- Yo era
quien estaba dentro de la trampa.
– ¡Sí, sí, claro, ya comprendo! Yo
estaba dentro de la trampa y… – el
chacal se apretó de nuevo las sienes –
¡No, no era yo! ¡No sé cómo tengo el
cerebro! El tigre había caído dentro del
bracmán y llegó la jaula… ¡No,
tampoco es esto!
– ¡Claro que no! – rugió el tigre,
enfadado por la estupidez del chacal –.
Te lo voy a explicar gráficamente, con
detalles. Yo soy el tigre, ¿me
entiendes?
– Sí, señor tigre.
– Este es el bracmán.
– Sí, señor tigre.
– Yo estaba dentro de la trampa. Yo,
¿entiendes?
– Sí… No… no le entiendo mucho,
¿podría…?
– ¿Qué? -aulló impaciente el tigre.
– ¿Podría explicarme cómo cayó en la
trampa?
– ¿Cómo? Pues como se cae en una
trampa.
– No, no, así no nos entenderemos. La
cabeza vuelve a darme vueltas. ¿Cuál
es la manera de caer dentro de una
trampa?
Al oír esto el tigre agotó la paciencia y
saltando dentro de la trampa gritó:
– ¡Esta! ¿Has entendido ahora cómo
es?
– Perfectamente -sonrió el chacal, y
cerrando diestramente la puerta,
añadió: Con vuestro permiso, señor
tigre, os diré que ahora las cosas
quedan como antes y podréis
reflexionar acerca de la conveniencia
de cumplir la palabra que se da.
Imagen: Tigre de Bengala - Enzie
Shahmiri