14/3/12

LEYENDAS DE JAPÓN: LOS YUREI

Según las creencias Shintoistas todas
las personas están dotadas con un
espíritu o alma a la que llaman reikon.
Cuando una persona muere, el reikon
deja el cuerpo y se une a los reikon de
sus antepasados. Sin embargo si la
persona muere de forma inesperada y
violenta (en un asesinato o en un
suicidio) llevando consigo una fuerte
carga emocional o no habiendo
recibido un funeral apropiado el
reikon se convierte en un yurei, un
fantasma atormentado que permanece
en el mundo de los vivos buscando
venganza o para dar por finalizado
algún asunto. Los yurei se limitan a
merodear por sitios próximos al lugar
donde falleció apareciendo
normalmente entre las 2 y 3 de la
mañana. Muchos de estos yurei son
mujeres, el yurei masculino aunque
existe es menos común; quienes en
vida sufrieron alguna decepción
sentimental y cuyas emociones, celos,
penas y remordimientos en el
momento de su muerte les han
conducido a vengarse del responsable
de su sufrimiento. Cada yurei tiene su
propio nombre y su historia triste.
Muchas de las características del yurei
se derivan de los ritos funerales del
periodo Edo. Así los yurei aparecen en
blanco, el color con el se vestían, y
todavía se visten, a los difuntos de por
aquel entonces y con un pañuelo o
papel en forma triangular en la frente.
Los yurei empezaron a aparecer sin
pies a mediados del siglo XVIII. En el
teatro los actores representado a yurei
aparecían vistiendo kimonos largos
cubriendo sus piernas y con los brazos
extendidos y los dedos colgando.
"Tokaido Yotsuya Kaidan" y "Bancho
Sarayashiki" son dos de las historias
más famosas y conocidas sobre yurei.
En la primera Oiwa y su bebé recién
nacido son envenenados por su
esposo Iyemon, un samurai
empobrecido, para poder contraer
matrimonio con la nieta de un vecino
rico. Owai reaparece desfigurada por
los efectos del veneno y ejerce
venganza sobre su ex-marido. Existen
varias versiones de la segunda historia
pero la más conocida es en la que
Okiku, una criada en la residencia del
samurai Tessan Aoyama,
accidentalmente rompe uno de los
valiosos platos de porcelana que
estaba limpiando. Aoyama, enfurecido,
la mata y tira el cadáver en un pozo
antiguo. Okiku saldrá del pozo cada
noche para contar los platos,
rompiendo a llorar cuando la cuenta
va por el noveno.