La visión paraoptica concibe que es
posible establecer en el ser humano la
capacidad de un tipo de visión que
prescinde del sentido de la vista.
Pues eso; existen, por un lado, los
casos que evidencian la existencia de
una especie de “visión ambiental” por
la cual, incluso a ciegas, puedes
establecer tu situación en el espacio y
relación con los objetos que te rodean;
algo muy generalizado en el caso de
los invidentes pero de lo que se han
evidenciado resultados muy
significativos también en videntes; en
un espacio a oscuras se percibe la
cercanía de una pared.
Supondría la existencia de una especie
de radar humano.
Significativo es el caso de Ved Mehta,
un joven hindú que perdió la vista a la
edad de tres años y que en 1957 solía
correr en bicicleta por las calles de
Calcuta, su ciudad natal, con absoluta
normalidad.
Esta “visión ambiental” hay quien la
explica como visión dérmica; es posible
que los receptores nerviosos de la piel
pudieran ser tan sutiles que en un
estado de óptima afinación nos
otorguen datos de distancias (algo así
como por eco vibratorio).
Existe también la “visión dérmica”
propiamente dicha; la piel como un
refinado asiento sensorial capaz de
discernir colores e incluso textos; una
“visión” por medio, igualmente, de la
captación de la vibración; pues a cada
color le corresponde una onda de
frecuencia.
Y existen casos que exceden toda
clasificación.
Sobresaliente y siempre mencionado,
el de la rusa Rosa Kuleshova en los 60.
Dotada ella de una perfecta visión
ocular, en su familia si se habían dado
varios casos de ceguera congénita, por
lo que aunque notable no parecía
excepcional el hecho que supiera leer
en Braille. Lo sorprendente es que ante
el interés del neurólogo Dr.Golgberg y
bajo supervisión científica, demostrase
ser capaz no solo de leer en braille
sino también textos impresos
normalmente e incluso discernir
objetos y situaciones representadas en
fotografía; todo esto claro, con los ojos
vendados.
Más excepcional si cabe, el caso de
una coetánea suya, Tania Bikoskaia;
sus increíbles facultades serían
estudiadas por los psiquiatras del
Instituto Médico de Kuban, bajo la
dirección del Dr. Dyakonov: “Confesó
la joven que una noche,
encontrándose acostada, deseó leer
un libro y como sintiera pereza de
levantarse de la cama para agarrarlo,
pudo conocer su contenido sin tener
el volumen en sus manos”.
Otro caso singular fue el de la niña
Margaret Foss, de 14 años, nacida en
Ellerston, pueblecito del estado de
Virginia. En enero de 1960, Margaret
fue examinada por unos psiquiatras;
tras cubrir sus ojos con un a venda,
Margaret demostró que podía leer sin
necesidad de utilizar los ojos, lo mismo
libros que revistas (…siempre y cuando
solo se los vendasen a la niña…).
Existe controversia respecto a la
veracidad de estas noticias; al menos
en el caso de las 2 rusas; se argumenta
que pudieron engañar a los
evaluadores; “todo es producto de su
imaginación”; chicas extraordinarias,
en cualquier caso.
Menos dudas despierta el caso de la
señora Stanley en EEUU bajo la
supervisión del Dr.Youtz, catedrático
de psicología del Bernard Collage de
Nueva York. En ellos y con un índice de
error inferior al 1 por 10.000, esta
señora podía distinguir colores con
solo tocarlos. Para el profesor Youtz,
en torno al diez por ciento de
nosotros, somos capaces de distinguir
el negro del blanco.
Pero son muchos los casos similares.
Con frecuencia los “sensibles” al tacto
manifiestan ciertas sensaciones
descriptibles al contacto dependiendo
del color; así el negro resulta denso o
el azul se percibe como una sensación
de frescura (recuerdo una escena, si
me permiten, de la película Mascara de
1985: el monstruo de cabeza deforme
intenta explicarle los colores a su novia
ciega por medio de expresiones y
razonamientos parecidos; dándole a
apretar un puñado de arena seca para
enseñarle el marrón o restregandole la
mano por la hierba para que sintiera el
verde).
Esto último recuerda mucho a un
fenómeno, poco estudiado pero
reconocido, como es la sinestesia; ante
la estimulación de un sentido se
refieren sensaciones (reales) cruzadas
con otros sentidos; ver colores cuando
se escucha música o percibir sabores
por medio del tacto, son solo algunos
ejemplos.
Fenómeno identificado con frecuencia
al ámbito artístico; Kandinsky,
Baduelere o Nabocov la padecieron-
disfrutaron en diferente grado.
Más común de lo que hasta hace poco
se creía; no solo es condición innata
sino que es susceptible de ser
provocada en cualquiera; cosa que
ocurre con frecuencia bajo los efectos
del LSD.
La sinestesia, como el LSD, como la vida
y obra de estos notorios del arte se
reservan capítulo a parte.
En definitiva, de vuelta sobre las
percepciones paraópticas, son
numerosos los estudios e infinidad los
reportados como el de la señora
Stanley relegados prácticamente a la
categoría de expedientes X.
Otros casos; mis preferidos; son aun
más sorprendentes; en estos, la visión
paraoptica no se dará por medio de
las yemas de los dedos sino con otra
parte del cuerpo.
Celebre y clásico (finales del SXIX) es el
caso de una joven, también de 14
años, ciega tras un ataque de
epilepsia. Fue estudiado por el
conocido médico y criminalista italiano
Cesare Lombrosso; según Lombrosso
la chica podía leer acercándole el texto
a los lóbulos de sus orejas o a la punta
de su nariz; comentaba, además, se
desenvolvía con facilidad en espacios
desconocidos.
Y en China, ya a finales de los 70, en la
provincia de Sechuán, en un lugar
misterioso y casi sagrado donde se
yergue la montaña de Amme Machin,
se informaba sobre una jovencita que
podía leer por medio de sus orejas. Y
se dio a conocer el caso de dos
hermanitas vecinas de Beijing, Wang
Bing y Wang Ginag, de 11 y 13 años,
respectivamente, que podían leer un
texto colocándolo bajo la axila.
Sin duda es este, la paraoptica como la
parapsicología, lugar para que se den
la mano folclore, astucia y ciencia; de
todas habrá y a saber, en que
proporción y cuál más excepcional; se
extraen, al menos, algunas constantes;
son personas, con frecuencia, que han
sufrido episodios de crisis neurológica
tipo epilepsia y son, en su mayoría,
mujeres las que parecen ser más
sensibles a desarrollar este tipo de
capacidades.