27/3/12

¿POR QUÉ SE HABLA DE LA “BAJA TEMPERATURA DEL ESPACIO”? ¿CÓMO PUEDE TENER EL ESPACIO VACÍO UNA TEMPERATURA?

Ni debería hablarse de “baja
temperatura del espacio” ni puede el
espacio vacío tener una temperatura.
La temperatura es el contenido térmico
medio por átomo de una cantidad de
materia, y sólo la materia puede tener
temperatura.
Supongamos que un cuerpo como la
Luna flotase en el espacio, a años luz
de la estrella más cercana. Si al
principio la superficie está a 25º C,
perdería continuamente calor por
radiación, pero también lo ganaría de
la radiación de las estrellas lejanas. Sin
embargo, la radiación que llegaría
hasta ella desde las estrellas sería tan
pequeña, que no compensaría la
pérdida ocasionada por su propia
radiación, y la temperatura de la
superficie comenzaría a bajar al
instante.
A medida que la temperatura de la
superficie lunar bajase iría decreciendo
el ritmo de pérdida de calor por
radiación, hasta que finalmente,
cuando la temperatura fuese
suficientemente baja, la pérdida por
radiación sería lo suficientemente
pequeña como para ser compensada
por la absorción de la radiación de las
lejanas estrellas. En ese momento, la
temperatura de la superficie lunar sería
realmente baja: ligeramente superior al
cero absoluto.
Esta baja temperatura de la superficie
lunar, lejos de las estrellas, es un
ejemplo de lo que la gente quiere decir
cuando habla de la “baja temperatura
del espacio”.
En realidad, la Luna no está lejos de
todas las estrellas. Está bastante cerca
—menos de 100 millones de millas—
de una de ellas: el Sol. Si la Luna diese
al Sol siempre la misma cara, esta cara
iría absorbiendo calor solar hasta que
su temperatura en el centro de la cara
sobrepasara con mucho el punto de
ebullición del agua. Sólo a esa
temperatura tan alta estarían
equilibrados el gran influjo solar y su
propia pérdida por radiación.
El calor solar avanzaría muy despacio a
través de la sustancia aislante de la
Luna, de suerte que la cara opuesta
recibiría muy poco calor y este poco lo
radiaría al espacio. La cara nocturna se
hallaría por tanto a la «baja
temperatura del espacio».
Ahora bien, la Luna gira con respecto
al Sol, de suerte que cualquier parte de
la superficie recibe sólo el equivalente
de dos semanas de luz solar de cada
vez. Con este período de radiación tan
limitado la temperatura superficial, de
la Luna apenas alcanza el punto de
ebullición del agua en algunos lugares.
Durante la larga noche, la temperatura
permanece nada menos que a 120º
por encima del cero absoluto (más
bien frío para nosotros) en todo
momento, porque antes de que siga
bajando vuelve a salir el Sol.
La Tierra es un caso completamente
diferente, debido a que tiene una
atmósfera y océanos. El océano se
traga el calor de manera mucho más
eficaz que la roca desnuda y lo suelta
más despacio. Actúa como un colchón
térmico: su temperatura no sube tanto
en presencia del Sol ni baja tampoco
tanto, comparado con la Tierra, en
ausencia suya. La Tierra gira además
tan rápido, que en la mayor parte de
su superficie el día y la noche sólo
duran horas. Por otro lado, los vientos
atmosféricos transportan el calor de la
cara diurna a la nocturna y de los
trópicos a los polos.
Todo esto hace que la Tierra esté
sometida a una gama de temperaturas
mucho más pequeñas que la Luna,
pese a que ambos cuerpos distan lo
mismo del Sol.
¿Qué le pasaría a una persona que se
viera expuesta a las temperaturas
subantárticas de la cara nocturna de la
Luna? No tanto como uno diría. Aquí,
en la Tierra, aun yendo abrigados con
vestidos aislantes, el cuerpo humano
pierde rápidamente calor, que se
disipa en la atmósfera y sus vientos,
que a su vez se encargan de llevárselo
lejos. La situación en la Luna es muy
diferente. Un hombre, enfundado en
su traje y botas espaciales,
experimentaría una pérdida muy
escasa, ya fuese por conducción a la
superficie o por convección al espacio
vacío en ausencia de viento. Es como si
se hallase dentro de un termo en el
vacío y radiando sólo pequeñas
cantidades de infrarrojos. El proceso
de enfriamiento sería muy lento. Su
cuerpo estaría produciendo
naturalmente calor todo el tiempo, y es
más probable que sintiese calor que
no frío.
INFO: En 1965 el genial escritor y
divulgador científico Isaac Asimov
aceptó una oferta de la revista “Science
Digest” que consistía en responder a
preguntas formuladas por sus lectores
brevemente, en torno a 500 palabras.
Lo que un principio iba a ser una
colaboracion esporádica terminó
siendo algo mensual. Ocho años
despues, en 1973, había realizado mas
de cien entregas y decidió publicarlas
junticas en un libro, que se llamó como
la sección, “Please Explain” (Por favor,
explique) y que fue publicado por la
Editorial Houghton Mifflin Company.