14/3/12

El rey y el pájaro maravilloso

Dicen que dicen que tiempo atrás en el
bosque que bordea las montañas del
norte había un maravilloso pájaro
inteligentísimo y despierto que incluso
sabía hablar.
Emperadores, ministros y potentados
de muchos países habían enviado
gente para atraparlo y algunos incluso
fueron ellos mismos, pero nadie pudo
conseguirlo. Sin embargo, el pájaro no
se movía nunca de la rama de un pino
milenario, siempre trinando y trinando.
Cuentan que aquellos que tanto iban y
venían en busca del pájaro terminaron
por dejar un camino en la montaña.
He aquí que la historia del maravilloso
pájaro llegó luego a oídos del rey
Yiertegeer, del este, quien pensó:
“¡Qué pájaro tan terrible! Dicen que
nadie ha conseguido atraparlo. Pero
de todos modos yo lo lograré!” Y dicho
esto se dispuso a partir.
El rey llegó hasta el bosque de que
hablábamos, hasta que se detuvo bajo
las frondosas ramas de aquel pino
milenario. Pero el ave no se asustó ni
escapó sino que se dejó atrapar. El rey
quedó loco de alegría. Cuando iban en
camino de regreso, el pájaro le habló:
- ¡Respetado rey! Me ha atrapado sin
ningún esfuerzo. No obstante, en el
camino de regreso no debe exhalar
grandes suspiros, ni quedarse en
silencio y cabizbajo; de lo contrario me
escaparé en un abrir y cerrar de ojos.
Por lo tanto, sea como sea, en la
marcha siempre tiene que ir hablando
alguno de los dos.
- Está bien – le contestó el rey –,
entonces cuenta tú alguna cosa.
- Bueno, le contaré al rey una historia –
repuso el pájaro –.
"Cuentan que había un lugar donde
vivía un buen cazador con un buen
perro. En cierta ocasión el cazador
salió de excursión con su perro y de
pronto se encontró una carreta repleta
de riquezas en pleno valle. La carreta
estaba rota y detenida en ese lugar y
su dueño se hallaba sentado
mostrando su preocupación. Los
hombres intercambiaron algunas
palabras formales y se sentaron juntos
a fumar un cigarrillo. El de la carreta
dijo:
- Hermano cazador, yo quiero ir hasta
la aldea que queda más adelante para
conseguir alguien que arregle la
carreta. Te pido por favor que te
quedes aquí con tu perro a cuidarme la
carreta.
- Bien – aceptó el cazador y el otro
hombre muy contento atravesó la
montaña.
El cazador esperó hasta la tardecita y
como el dueño de la carreta no volvía
pensó: “Mi vieja madre está mal de la
vista. Es posible que desde la mañana
no haya probado bocado”. Le habló a
su perro:
- Quédate aquí cuidando hasta que
regrese el dueño de la carreta. No
dejes que se roben nada. Yo regreso a
hacerle la comida a mi mamá –. Y se
marchó.
El perro, fiel al mandato de su amo, se
ocupó de cuidar que el buey que
tiraba de la carreta no se apartara del
sitio y al igual que un sereno, estuvo
todo el tiempo dando vueltas de aquí
para allá alrededor del vehículo.
El propietario de la carreta pasó por
muchas aldeas hasta que por fin hacia
la medianoche encontró quien la
reparara. Cuando volvió, se dio cuenta
que el cazador no estaba mientras que
el perro se había quedado a cuidar
fielmente la carreta. El hombre se dijo
que aquél era en verdad un animal
muy bueno y lo premió con algunas
piezas de plata, ordenándole que se
fuera. En ese momento el cazador
estaba justamente en la puerta de su
casa esperando el regreso de su mejor
amigo. Nada más ver a su amo dejó en
el suelo la plata que traía en el hocico.
El cazador se enfureció, rezongándole:
“Te he dicho que cuidaras bien de que
no robaran nada y tú sales robando
piezas de plata”. Y terminó matando a
palos al buen can."
- ¡Ay! ¡Qué descuido tan grande!
¡Matar por error a un perro tan
bueno! – exclamó el rey.
- Ha suspirado – dijo el pájaro, y en un
abrir y cerrar de ojos se le voló de las
manos.
El monarca se reprochaba a sí mismo:
¿Cómo pude olvidarme de que no
tenía que suspirar? Entonces
desanduvo el camino y atrapó por
segunda vez al pájaro en la rama del
vetusto pino. El ave comenzó a hablar:
- Bueno, ahora te relataré otra historia.
"Se cuenta que había un lugar donde
una mujer tenía un buen gato. Un día,
la mujer tenía que ir a traer agua del
pozo y le dijo al felino: “Cuida bien al
bebé que está en la cuna”. Después de
que la mujer salió el gato se tiró al lado
de la cuna espantando las moscas y
los mosquitos. De repente, desde la
puerta apareció un ratón grande con
toda la intención de morderle la oreja
al niño. Muy enfadado, el gato se
dispuso a atrapar el ratón. Pero en ese
mismo momento otro tan grande llegó
a todo correr y de un mordisco se llevó
la oreja del bebé, quien comenzó a
llorar del dolor.
El gato, que estaba persiguiendo al
primer ratón, se pegó el gran susto y
volvió corriendo al cuarto, mató al
roedor en la puerta, llegó hasta la
cuna y se puso a lamer la oreja del
niño que manaba sangre. Cuando
llegó de vuelta la mujer y vio aquello
no pudo contener su indignación. “Te
mandé que cuidaras al niño pero tú,
malvado, le has comido la oreja”.
Hablando así, dio al gato una golpiza
que lo dejó muerto. Pero tan pronto
dio vuelta la cabeza notó que había un
ratón muerto atrás de la puerta, con la
oreja del niño entre los dientes. Al
darse cuenta de su error comenzó a
llorar."
- ¡Ay! ¡Pobrecito! – volvió a exclamar el
rey y no más hacerlo el pájaro ¡zás! se
le voló de las manos.
El rey desanduvo por tercera vez el
camino, llegó hasta el pájaro y lo volvió
a atrapar en el mismo lugar de
siempre. Luego emprendió el
escabroso camino de regreso a través
de la montaña. En la marcha el pájaro
le volvió a contar un cuento.
"– Hubo una vez un año de grandes
sequías – comenzó el ave astuta – y un
hombre llamado Aerbai abandonó la
zona afectada por la hambruna. El sol
apretaba recio en el camino y el pobre
tenía la garganta tan seca que ya no
podía caminar, por lo cual se sentó
bajo una alta roca a esperar la muerte.
De súbito escuchó un “glu, glu, glu,” o
sea el ruido de agua goteando:
descubrió así que el líquido bajaba de
lo alto de la gran roca. Sin caber en sí
de alegría.
Aerbai sacó inmediatamente su tazón
de madera para recibir el precioso
líquido. Cuando logró no sin
dificultades llenar el tazón y ya se lo
estaba llevando a los labios, apareció
de pronto un cuervo que con sus alas
le volcó el recipiente.
- ¡Este maldito pajarraco me ha
derramado el agua que Dios
misericordioso me ha obsequiado gota
a gota! – exclamó furioso, y
recogiendo una piedra persiguió al
cuervo hasta que lo mató.
Nada más llegar hasta el lugar donde
había ultimado al cuervo descubrió
que un poco más adelante salía agua
de la grieta de una roca. Una vez más
se puso muy contento, bebiendo hasta
hartarse. Pero cuando volvió a donde
había estado sentado y recogió su
paquete, levantó la cabeza y descubrió
una gran serpiente que dormía encima
de la roca, en tanto de su boca
manaba un líquido. ¡Ay! Quiere decir
que el “agua” que yo había juntado era
el veneno de esta serpiente y el cuervo
me salvó la vida – pensó el hombre
con lágrimas de arrepentimiento."
- ¡Ay! – exclamó el rey - ¡Pobre cuervo!
¡Sacrificó su vida para salvar a otro!
- ¡Otra vez ha fracasado! – gritó el
pájaro y volvió a echar vuelo.
- Se acabó, realmente no hay manera
de atrapar a este pájaro – pensó el rey
y regresó a su palacio.
Cuento recogido en la obra persa
Kalila wa Dimna
Imagen: ilustración de Kalila y Dimna.
Persia, 1420