Para mi esta foto de Robert Capa es la
imagen de la placentera rendición del
genio a la belleza. Es una foto
hermosísima que transmite una
singular sensación de felicidad. Es un
canto a la belleza de la mujer. Ella es
Françoise Gilot, esa preciosa mujer,
que parece caminar bajo un palio que
es sostenido por nada menos que
Pablo Picasso. Fueron pareja durante
10 años y se llevaban una diferencia de
40. Entre las mujeres de Picasso, fue la
única que logró sacudirse la
dominación emocional que ejercía
sobre ellas el pintor malagueño y
llegado el momento dejarlo. Un
determinado día, se cansó de decir a
todo que si, y se acercó a Pablo
diciéndole: "“Si no cambia el fondo de
nuestra relación, me voy a tener que
ir”. Entonces él le contestó
orgullosamente: “Ah, pero nadie deja a
un hombre como yo”. Y ella completó:
“A partir de este momento, te doy un
año”. Y como los genios no cambian, a
finales de 1953 ella se fue y lo
abandonó.
Ciertamente Picasso era todo un
personaje, y tiene muchísimas
anécdotas. Contaré una de ellas que
servirá para hacernos una idea de
como era la pareja a la que se
enfrentaba la jovencita Gilot.
Cierto día se encontraban en un
restaurante, Picasso y su corte de
amigos ilustres, entre los que se
encontraban, Jean Cocteau, Guillaume
Apolinaire, Juan Gris, Georges Braque,
el aduanero Henri Rouseau, y el poeta
y pintor Max Jacob, un grupo que era
conocido como "La banda Picasso".
Habían ya finalizado de comer y de
hablar de lo divino y de lo humano,
como le corresponde a una reunión
donde se condensa tanto talento y
llegaba la hora de pagar la "dolorosa".
Picasso por entonces era ya un pintor
muy conocido y cotizado, incluso fuera
de los círculos puramente artísticos, y
todos los "cortesanos" del pintor, se
hacían un tanto los remolones
esperando que Picasso, que era a
quien mejor le iba, se decidiera a
pagar. Llegado un momento, retiró
platos y cubiertos, vasos y botellas y
dejó diáfano aquel blanco mantel.
Tomó su pluma y sobre aquel
improvisado lienzo hizo un dibujo. Tras
terminarlo llamó a la dueña y le dijo
mostrándole su improvisada obra, si
esta serviría como pago de la comida.
La señora dibujo una amplia sonrisa
en la cara de satisfacción y le dijo al
pintor si podría firmarlo, a lo que el
pintor contesto: "Yo estoy pagando el
almuerzo, no comprando el
restaurante", y marcharon todos
celebrando la nueva muestra del
agudo ingenio de este andaluz
universal.