8/4/12

MENGELE.

Por razones de higiene, a la entrada de
las cámaras de gas había rejillas de
hierro. Ahí los funcionarios limpiaban
el barro de sus botas.
Los condenados, en cambio, entraban
descalzos. Entraban por la puerta y
salían por las chimeneas, después de
ser despojados de los dientes de oro,
la grasa, el pelo y todo lo que pudiera
tener valor.
Allí, en Auschwitz, el doctor Josef
Mengele hacía sus experimentos.
Como otros sabios nazis, él soñaba
con criaderos capaces de generar la
súper raza del futuro. Para estudiar y
evitar las taras hereditarias, trabajaba
con moscas de cuatro alas, ratones sin
patas, enanos y judíos.
Pero nada excitaba tanto su pasión
científica como los niños gemelos.
Mengele repartía chocolatines y
afectuosas palmadas entre sus
cobayos infantiles, aunque en la
mayoría de los casos no resultaron
útiles al progreso de la Ciencia.
Intentó convertir a algunos gemelos en
hermanos siameses, y les abrió las
espaldas para conectarles las venas:
murieron despegados y aullando de
dolor.
A otros trató de cambiarles el sexo:
murieron mutilados.
A otros les operó las cuerdas vocales,
para cambiarles la voz: murieron
mudos.
Para embellecer la especie, inyectó
tintura azul en gemelos de ojos
oscuros: murieron ciegos.
De "Espejos". Galeano.