12/4/12

Ley de estupefacientes

Antonin Artaud, célebre filósofo
estético y teórico del arte, además de
esta faceta tuvo una labor muy
comprometida contra los grandes
tabues... no en valde, este autor acabó
en el psiquiátrico y coqueteo toda
buena parte de su vida con las
drogas... Aquí dejamos la carta que
envió al Legislador francés de asuntos
de drogas...
- Carta al Señor Legislador de la Ley
sobre Estupefacientes
<<... Señor legislador de la ley 1916
aprobada por el decreto de Julio de
1917 sobre estupefacientes, eres un
castrado.
Tu ley no sirve más que para fastidiar
la farmacia mundial sin provecho
alguno para el nivel toxicómano de la
nación porque:
1º El número de los toxicómanos que
se aprovisionan en las farmacias es
ínfimo.
2º Los verdaderos toxicómanos no se
aprovisionan en las farmacias.
3º Los toxicómanos que se
aprovisionan en las farmacias son
todos enfermos.
4º El número de de los toxicómanos
enfermos es ínfimo en relación a los
toxicómanos voluptuosos.
5º Las restricciones farmacéuticas de la
droga no reprimirán jamás a los
toxicómanos voluptuosos y
organizados.
6º Habrá siempre traficantes.
7º Habrá siempre toxicómanos por
vicio de forma, por pasión.
8º Los toxicómanos enfermos tienen
sobre la sociedad un derecho
imprescriptible que es el que se los
deje en paz.
Es por sobre todo una cuestión de
conciencia.
La ley sobre estupefacientes pone en
manos del inspector-usurpador de la
salud pública el derecho de disponer
del dolor de los hombres; en una
pretensión singular de la medicina
moderna querer imponer sus reglas a
la conciencia de cada uno. Todos los
balidos oficiales de la ley no tienen
poder de acción frente a este hecho de
conciencia; a saber, que más aún que
de la muerte, yo soy el dueño de mi
dolor físico, o también de la vacuidad
mental que pueda honestamente
soportar.
Lucidez o no lucidez, hay una lucidez
que ninguna enfermedad me
arrebatará jamás, es aquella que me
dicta el sentimiento de mi vida física. Y
si yo he perdido mi lucidez la medicina
no tiene otra cosa que hacer sino
darme las sustancias que me permitan
recobrar el uso de esta lucidez.
Señores dictadores de la escuela
farmacéutica de Francia ustedes son
unos pedantes roñosos: hay una cosa
que debieran considerar mejor; el opio
es esta imprescriptible e imperiosa
sustancia que permite retornar a la
vida de su alma a aquellos que han
tenido la desgracia de haberla perdido.
Hay un mal contra el cual el opio es
soberano y este mal se llama Angustia,
en su forma mental, médica,
psicológica o farmacéutica, o como
Uds. quieran.
La Angustia que hace a los locos.
La Angustia que hace a los suicidas.
La Angustia que hace a los
condenados.
La Angustia que la medicina no
conoce.
La Angustia que vuestro doctor no
entiende
La Angustia que quita la vida.
La Angustia que corta el cordón
umbilical de la vida.
Por vuestra ley inicua ustedes ponen
en manos de personas en las que no
tengo confianza alguna, castrados en
medicina, farmacéuticos de porquería,
jueces fraudulentos, doctores,
parteras, inspectores doctorales, el
derecho a disponer de mi angustia, de
una angustia que es en mí tan aguda
como las agujas de todas las brújulas
del infierno.
Temblores del cuerpo o del alma, no
existe sismógrafo humano que permita
a quien me mire, llegar a una
evaluación de mi dolor más precisa,
que aquella, fulminante, de mi espíritu..
Toda la azarosa ciencia de los
hombres no es superior al
conocimiento inmediato que puedo
tener de mi ser. Soy el único juez de lo
que está en mí.
Vuelvan a sus buhardillas, médicos
parásitos, y tú también Legislador
Moutonier, que no es por amor a los
hombres que deliras; es por tradición
de imbecilidad.
Tu ignorancia de aquello que es un
hombre sólo es comparable a tu
estupidez pretendiendo limitarlo.
Deseo que tu ley recaiga sobre tu
padre, sobre tu madre, sobre tu mujer
y tus hijos, y toda tu posteridad. Y
mientras tanto, soporto tu
ley...>>