29/4/12

EL CAPRICHO DE GAUDÍ

En 1883, Máximo Díaz de Quijano (cuya
hermana era cuñada de Antonio López
y López, primer marqués de Comillas,
y, como él, indiano enriquecido en
América) encargó a Gaudí la ejecución
de un chalet de veraneo junto al
palacio de Sobrellano del marqués, en
la localidad cántabra de Comillas: El
Capricho. Este edificio (1883-1885) es
contemporáneo de la Casa Vicens
(1883-1888), que Gaudí levantaba en
Barcelona. Por eso, la construcción del
Capricho fue dirigida a pie de obra por
Cristóbal Cascante, amigo y compañero
de promoción de Gaudí. Y aunque
Cascante dispuso de una maqueta y de
planos muy detallados de Gaudí, a
quien consultaba todas sus dudas,
viendo la minuciosidad de los detalles
del Capricho y la perfección de los
acabados se hace difícil creer que
nunca estuviera en Comillas ,de hecho,
el escultor Joan Matamala escribe en
sus memorias que Gaudí le contó que
había hecho un viaje de incógnito a
Santiago de Compostela entre 1883 y
1885, pasando por Burgos y Comillas.
La importancia del Capricho (y de la
Casa Vicens) es que son los primeros
edificios de Gaudí y, por consiguiente,
obras importantísimas para el devenir
de la carrera del arquitecto y
esenciales para el estudio de la
trayectoria del conjunto de su obra y
definitorias del estilo de su primera
época, que se distingue, como señala
L. E. Cirlot, por la influencia mudéjar,
por la alternancia entre esta sugestión
orientalista y el medievalismo, y por la
aparición progresiva y creciente de los
elementos que corresponden a la
época de madurez de Gaudí.
El exterior del edificio se caracteriza
por la utilización de la piedra en la
parte baja, del ladrillo visto adornado
con franjas de cerámica vidriada que
representan girasoles y hojas en el
resto, y la superposición de la
superficie curva frente a la recta.
El Capricho es una muestra de la
plenitud de la tendencia oriental en la
que Gaudí halló espléndidas
soluciones, como la torre-minarete (o
alminar persa) y que es el elemento
definitorio de esta obra y el primer
precedente de una solución
arquitectónica que aparecerá en
futuras construcciones como
Bellesguard o los Pabellones del Park
Güell. En el remate de la torre, toda
ella revestida de la misma cerámica
que las franjas, acentuando así su
verticalidad, hay un delicioso templete
sostenido por cuatro columnas de
fundición, en el que la geometrización
de la cúpula, según el ya citado Cirlot,
es un verdadero cubismo realizado
con un cuarto de siglo de antelación.
También hay que destacar en esta
primera obra de Gaudí (lo que será
una constante en su obra) la
extraordinaria adaptación a las
características del contratante.
Efectivamente, Díaz de Quijano era
músico amateur y coleccionista de
plantas exóticas. El Capricho, cuyo
nombre evoca, precisamente, la
composición musical libre y fantasiosa,
tenía planta en forma de U para
abrigar del viento del norte un gran
invernadero orientado al sur donde el
propietario atesoraba las plantas que
le traían de ultramar. Y Gaudí reflejó la
pasión del propietario por la música
en diversos elementos, tanto de la
decoración interior, como en el
exterior. Es el caso de las vidrieras de
la libélula con una guitarra y la del
gorrión sobre un órgano, o del banco-
balcón, donde los contrapesos de la
ventana de guillotina eran tubos
metálicos que al subir o bajar eran
percutidos por un vástago y emitían
agradables sonidos musicales