9/4/12

¿QUÉ SON LOS PULSARES?

En el verano de 1967 Anthony Hewish
y sus colaboradores de la Universidad
de Cambridge detectaron, por
accidente, emisiones de radio en los
cielos que en nada se parecían a las
que se habían detectado hasta
entonces. Llegaban en impulsos muy
regulares a intervalos de sólo 1 1/3
segundos. Para ser exactos, a
intervalos de 1,33730109 segundos. La
fuente emisora recibió el nombre de
«estrella pulsante» o «pulsar» en
abreviatura (pulsating star en inglés).
Durante los dos años siguientes se
descubrieron un número bastante
grande de tales pulsares, y el lector
seguramente se preguntará por qué no
se descubrieron antes. El caso es que
un pulsar radia mucha energía en cada
impulso, pero estos impulsos son tan
breves que por término medio la
intensidad de radioondas es muy baja,
pasando inadvertida. Es más, los
astrónomos suponían que las fuentes
de radio emitían energía a un nivel
constante y no prestaban atención a
los impulsos intermitentes.
Uno de los pulsares más rápidos fue el
que se encontró en la nebulosa del
Cangrejo, comprobándose que radiaba
en la zona visible del espectro
electromagnético.
Se apagaba y se encendía en perfecta
sincronización con los impulsos de
radio. Aunque había sido observado
muchas veces, había pasado hasta
entonces por una estrella ordinaria.
Nadie pensó jamás en observarlo con
un aparato de detección lo bastante
delicado como para demostrar que
guiñaba treinta veces por segundo.
Con pulsaciones tan rápidas, la luz
parecía constante, tanto para el ojo
humano como para los instrumentos
ordinarios.
¿Pero qué es un pulsar? Si un objeto
emite energía a intervalos periódicos es
que está experimentando algún
fenómeno de carácter físico en dichos
intervalos. Puede ser, por ejemplo, un
cuerpo que se está expandiendo y
contrayendo y que emite un impulso
de energía en cada contracción. O
podría girar alrededor de su eje o
alrededor de otro cuerpo y emitir un
impulso de energía en cada rotación o
revolución.
La dificultad estribaba en que la
cadencia de impulsos era rapidísima,
desde un impulso cada cuatro
segundos a uno cada 1/30 de
segundo. El pulsar tenía que ser un
cuerpo muy caliente, pues si no podría
emitir tanta energía; y tenía que ser un
cuerpo muy pequeño, porque si no,
no podría hacer nada con esa rapidez.
Los cuerpos calientes más pequeños
que habían observado los científicos
eran las estrellas enanas blancas.
Pueden llegar a tener la masa de
nuestro sol, son tanto o más calientes
que él y sin embargo no son mayores
que la Tierra. ¿Podría ser que esas
enanas blancas produjesen impulsos
al expandirse y contraerse o al rotar?
¿O se trataba de dos enanas blancas
girando una alrededor de la otra? Pero
por muchas vueltas que le dieron los
astrónomos al problema no
conseguían que las enanas blancas se
movieran con suficiente rapidez.
En cuanto a objetos aún más
pequeños, los astrónomos habían
previsto teóricamente la posibilidad de
que una estrella se contrajera
brutalmente bajo la atracción de la
gravedad, estrujando los núcleos
atómicos unos contra otros. Los
electrones y protones interaccionarían
y formarían neutrones, y la estrella se
convertiría en una especie de gelatina
de neutrones. Una «estrella de
neutrones» como ésta podría tener la
misma masa que el Sol y medir sin
embargo sólo diez millas de diámetro.
Ahora bien, jamás se había observado
una estrella de neutrones, y siendo tan
pequeñas se temía que aunque
existiesen no fueran detectables.
Con todo, un cuerpo tan pequeño sí
podría girar suficientemente rápido
para producir los impulsos. En ciertas
condiciones los electrones sólo
podrían escapar en ciertos puntos de
la superficie. Al girar la estrella de
neutrones, los electrones saldrían
despedidos como el agua de un
aspersor; en cada vuelta habría un
momento en que el chorro apuntase
en dirección a la Tierra, haciéndonos
llegar ondas de radio y luz visible.
Thomas Gold, de la Universidad
Cornell, pensó que, en ese supuesto,
la estrella de neutrones perdería
energía y las pulsaciones se irían
espaciando cada vez más, cosa que
resultó ser cierta. Hoy día parece muy
probable que los pulsares sean esas
estrellas de neutrones que los
astrónomos creían indetectables.
INFO: En 1965 el genial escritor y
divulgador científico Isaac Asimov
aceptó una oferta de la revista “Science
Digest” que consistía en responder a
preguntas formuladas por sus lectores
brevemente, en torno a 500 palabras.
Lo que un principio iba a ser una
colaboracion esporádica terminó
siendo algo mensual. Ocho años
despues, en 1973, había realizado mas
de cien entregas y decidió publicarlas
junticas en un libro, que se llamó como
la sección, “Please Explain” (Por favor,
explique) y que fue publicado por la
Editorial Houghton Mifflin Company.