9/4/12

Pareja Sartre-Beauvoir

En la foto la pareja Sartre-beauvoir y el
matrimonio Vian: el cual se burlo de
Jean Paul en su novela "La espuma los
días" poniendole como hilo de una
trama asesina y llamando a Sartre "Jean
Sol Partre".... La libertad antes que el
amor. Su amor con Beauvoir era el
amor necesario. Y todos los demás
eran los amores contingentes. De toda
esta complicada historia, nos
quedamos con la costumbre que
adoptaron durante la década de los
cincuenta de pasar septiembre y
octubre en Roma.
Jean-Paul Charles Aymard Sartre (1905 -
1980), conocido como Jean-Paul Sartre
y Simone de Beauvoir (1908 - 1986)
eran diferentes a la sociedad que les
rodeaba es una obviedad, pero baste
recordar que Sartre, el prestigioso
filósofo y escritor francés, exponente
del existencialismo, fue seleccionado
como Premio Nobel de Literatura y lo
rechazó explicando en una carta a la
Academia Sueca que él tenía por regla
declinar todo reconocimiento o
distinción y que los lazos entre el
hombre y la cultura debían de
desarrollarse directamente, sin pasar
por las instituciones.
El padre de Sartre murió de fiebre
cuando él tenía 15 meses, y su madre
lo crió con ayuda de su abuelo, Charles
Schweitzer, quien enseñaría
matemáticas a Jean-Paul y le
introduciría desde muy joven a la
literatura clásica.
Estudió en París en la École Normale
Supérieure, donde conoció en 1929 a
Simone de Beauvoir mientras
estudiaban un postgradurado de
filosofía. Había mucha competencia
pero el quedó el primero y ella la
segunda. Sartre siempre admiró su
capacidad de trabajo y le llamaba
“castor” porque una de las primeras
frases que dijo a Beauvoir due “usted
trabaja tanto como un castor”.
Juntos combatieron las suposiciones y
expectativas de la formación burguesa
y se solidarizaron con los más
importantes acontecimientos de su
época como el Mayo Francés, la
Revolución Cultural China y con la
Revolución Cubana. Simone de
Beauvoir fue profesora de filosofía
hasta 1943 en escuelas de diferentes
lugares de Francia, como Ruán y
Marsella, hasta que la ocupación
alemana en París, a causa de la
Segunda Guerra Mundial, la alejó para
siempre de la enseñanza. Durante ese
periodo vivió en la ciudad tomada, e
integró el movimiento de la Resistencia
Francesa.
Sartre medía 1,55 y tenía estrabismo,
pero sus ideas y su personalidad lo
hacían muy atractivo para las mujeres.
Se reconocía feo, pero argumentaba
como arma suprema de sus ligues "mis
bellos discursos y que soy escritor".
Hasta que conoció a Simone de
Beauvoir sentía frente a las mujeres
una "superioridad acompañada de un
sentimiento". Con Beauvoir fue
distinto.
Beauvoir era más alta, 1.60 y desde
muy joven decidió ignorar casi
absolutamente la opinión de los
demás.
Entonces empezó una relación no-
monógama que no se sometería ni a la
fórmula del matrimonio ni a la
convivencia. Incluso acordaron que su
amor sería "absoluto", de modo que
su mayor valor fuese la libertad,
incluso la sexual. Aunque Beauvoir
declaró que Sartre fue el mayor logro
de su vida, pasó a la historia como una
defensora de la libertad sexual y, de
paso, escandalizó a la Francia de su
época con tríos y duos bisexuales.
Mientras que para unos se trataba de
una amistad ampliada, para otros, eran
recíprocamente el consuelo de sus
decepciones amorosas con otras
personas.
Sartre decía de si mismo que era un
mal amante, no quería entregarse, ni
tener hijos, menos aún casarse, pero a
pesar eso, a veces dejó creer que se
casaría. Sartre tuvo numerosísimas
amantes, y cuando terminaba una
relación amorosa las mujeres pasaban
a formar parte de lo que llamó su
“familia”.
Cada vez que ella lo trataba de
machista, Sartre matizaba: "Soy
machista liberal".
Beauvoir y Sartre habían acordado la
plena libertad en su vida sexual y
sentimental, pero convinieron en no
ocultarse nada, incluso los detalles.
Como ejemplo de esta relación una
carta de Beauvoir:
Querido pequeño ser:
Quiero contarle algo extremadamente
placentero e inesperado que me pasó:
hace tres días me acosté con el
pequeño Bost. Naturalmente fui yo
quien lo propuso, el deseo era de
ambos y durante el día manteníamos
serias conversaciones mientras que las
noches se hacían intolerablemente
pesadas. Una noche lluviosa, en una
granja de Tignes, estábamos tumbados
de espaldas a diez centímetros uno del
otro y nos estuvimos observando más
de una hora, alargando con diversos
pretextos el momento de ir a dormir. Al
final me puse a reír tontamente
mirándolo y él me dijo: “¿De que se
ríe?”. Y le contesté: “Me estaba
preguntando qué cara pondría si le
propusiera acostarse conmigo”. Y
replicó: “Yo estaba pensando que
usted pensaba que tenía ganas de
besarla y no me atrevía”.
Remoloneamos aún un cuarto de hora
más antes de que se atreviera a
besarme. Le sorprendió muchísimo
que le dijera que siempre había sentido
muchísima ternura por él y anoche
acabó por confesarme que hacía
tiempo que me amaba. Le he tomado
mucho cariño. Estamos pasando unos
días idílicos y unas noches
apasionadas. Me parece una cosa
preciosa e intensa, pero es leve y tiene
un lugar muy determinado en mi vida:
la feliz consecuencia de una relación
que siempre me había sido grata. Hasta
la vista querido pequeño ser; el
sábado estaré en el andén y si no
estoy en el andén estaré en la cantina.
Tengo ganas de pasar unas
interminables semanas a solas contigo.
Te beso tiernamente,
tu Castor.
Cuesta trabajo comprender como
deriva una relación que empieza con
las siguientes cartas de Sartre a los 10
años de conocer a Bauvoir:
"Si usted se acostara en este estrecho
jergón, a mi lado, me encontraría muy
a gusto y se me derretiría el corazón.
Pero no será así y tendré que oír los
ronquidos sonoros de alguien. Ay,
amor mío, cómo la amo a usted y cómo
la necesito. La amo con todas mis
fuerzas” "Estoy algo nervioso, porque
empiezo a esperar sus cartas con
esfuerzo. Piense usted, por favor, que
desde el sábado no he recibido
ninguna. Hace diez años que la
conozco y es la primera vez que ocurre
esto. Amor mío, cómo me gustaría
recibir noticias suyas. Mi encantador
Castor, que ya me ha ofrecido diez
años de felicidad, la amo a usted y la
beso con todas mis fuerzas".
O lo escrito por la propia Beauvoir:
“Una gran suerte acaba de dárseme.
Bruscamente, ya no estaba sola. Hasta
entonces, los hombres que me habían
interesado eran de una especie
diferente a la mía. Me era imposible
comunicarme con ellos sin reserva.
Sartre respondía exactamente a mi
voto de los quince años: era el doble
en quien reencontraba, llevadas a la
incandescencia, todas mis manías. Con
él, podría simplemente compartirlo
todo. Cuando lo conocí, supe que
nunca más saldría de mi vida”.
Incluso Beauvoir reconoce que la
monogamia no era propia de Sartre:
“Él no tenía vocación de la
monogamia; se complacía en compañía
de las mujeres, que le parecían menos
absurdas que los hombres; no
pensaba, a los veintitrés años,
renunciar para siempre a su seductora
diversidad”.
Su amor con Beauvoir era el amor
necesario. Y todos los demás eran los
amores contingentes. Henriette Nizan,
la mujer del que fue amigo íntimo de
Sartre y filósofo, Paul Nizan, cuenta: "Se
quiere hacer de ellos (Sartre y Castor)
una pareja mitológica. Es cierto que
existió el amor, pero también hubo
cadáveres". "Sartre era menos fiel por
naturaleza. Seducía mucho, sobre todo
desde que llegó a ser verdaderamente
Sartre".
Incluso llegaron a firmar un contrato
por dos años, en el que acuerdan que
vivirían juntos durante ese período lo
más íntimamente que ambos pudieran
soportar. Después se separarían para
reemprender, durante un tiempo “más
o menos” largo, una vida “más o
menos” en común. Además se
comprometían a contarse
absolutamente todo.
El contrato se enterró posteriormente
de común acuerdo. En palabras del
Beauvoir:
“Revisamos nuestro pacto y
abandonamos la idea de un contrato
entre nosotros. Nuestra unión se había
estrechado y hecho más exigente que
en un principio; podía admitir breves
separaciones, pero no largos viajes en
solitario. No nos juramos fidelidad,
pero nos sabíamos el ser más
importante para el otro”.
“Éramos de la misma especie, y nuestra
unión duraría tanto como nosotros”.
“Lo que nos ligaba nos desligaba; y por
ese desligamiento nos
reencontrábamos ligados en lo más
profundo de nosotros”.
Sartre era proclive a los de excitantes y
somníferos, fumaba y bebía en exceso
café y alcohol, y no dormía más de
cinco horas diarias. Nunca desayunan
juntos. Sartre prefería despertarse solo,
pues detestaba que le dirigiesen la
palabra por la mañana. Ambos vivían
en un Hotel de París, escribían en una
cafetería, leían y discutían de cine,
filosofía y jazz. Sus alumnos
escuchaban fascinados y la lucidez de
ambos se hizo mitológica en Paris.