8/4/12

LA PARADOJA DE FERMI: SI EL UNIVERSO REBOSA DE ALIENIGENAS, ¿DONDE ESTAN TODOS?

Durante la primavera y verano de 1950,
en la ciudad de Nueva York se dieron
una serie de extraños sucesos: estaban
desapareciendo misteriosamente las
papeleras públicas de la ciudad.
También se dieron más casos de lo
habitual sobre avistamientos y
reportajes de platillos volantes. Aquel
ya lejano verano de 1950, Enrico Fermi
se encontraba trabajando en Los
Álamos.
Un día cualquiera, mientras charlaba
animadamente con Edward Teller y
Herbert York, el tema derivó hacia la
asombrosa racha de aparentes
avistamientos de platillos volantes. Emil
Konopinski se les unió y les mostró
una caricatura realizada por Alan Dunn
donde se mostraba a los alienígenas
llevándose las papeleras a bordo de su
nave espacial con forma de plato.
Fermi, en broma, comentó que el
dibujo constituía una buena teoría ya
que permitía explicar dos fenómenos
muy distintos y aparentemente no
relacionados: la desaparición, por un
lado, de las papeleras y, por otro, la
abundancia de avistamientos de naves
alienígenas. Después de esta broma, la
conversación se desvió hacia la
posibilidad de superar la velocidad de
la luz. Fermi le preguntó a Teller acerca
de la posibilidad de los viajes a
velocidades supralumínicas para un
futuro tan cercano como 1960 y éste
estimó un valor de 1 entre un millón.
Fermi dijo que más bien se inclinaba
por una probabilidad de 1 entre 10.
Una vez sentados los cuatro colegas a
comer, Fermi lanzó la siguiente
pregunta: “¿Dónde están todos?”. York
recuerda que Fermi garabateó
rápidamente unos cuantos cálculos en
un papel (los famosos cálculos de los
no menos célebres problemas de
Fermi) y concluyó enseguida que la
raza humana ya debería haber sido
visitada en muchas ocasiones y desde
mucho tiempo atrás. Aunque estos
cálculos jamás fueron publicados,
resulta bastante fácil imaginárselos,
dada la fama y el prestigio que tenía
Fermi.
Aunque en 1950 aún faltaban 11 años
hasta que la ecuación de Drake entrase
en escena, en la mítica conferencia
sobre SETI (Search of Extra Terrestrial
Intelligence) celebrada en Green Bank
en 1961, Fermi pudo haber hecho uso,
en su lugar, del denominado principio
de mediocridad que establece que ni la
Tierra ni el Sistema Solar constituyen
un sitio especial en nuestra galaxia ni
probablemente tampoco en el
universo. Así, con una estimación no
demasiado optimista, quizá Fermi
podría haber llegado a la conclusión
de que nada menos que un millón de
civilizaciones extraterrestres
inteligentes podrían estar intentando
comunicarse con nosotros en la Vía
Láctea. Así pues, para alguien de la
inteligencia preclara del físico de origen
italiano, ya sólo restaba un paso
evidente para llegar a formular lo que
desde entonces se daría en conocer
como la paradoja de Fermi. En efecto,
éste se preguntaba por qué no somos
capaces de escuchar a todas esas
civilizaciones en condiciones de
comunicarse con nosotros, dónde se
encuentran y si no han tenido tiempo
para colonizar la galaxia. Hay que
tener claro que la paradoja de Fermi
no consiste en afirmar o negar la
existencia de vida extraterrestre; de
hecho, ni siquiera sabemos qué
pensaba a este respecto el mismo
Fermi. La paradoja consiste justamente
en la falta de evidencia de la existencia
de estas civilizaciones, cuando no
debería ser así.
En honor a la verdad, la paradoja de
Fermi debería llamarse más
correctamente paradoja de
Tsiolkovsky-Fermi-Viewing-Hart. El
primero de éstos, Tsiolkovsky, uno de
los pioneros de los viajes espaciales, a
principios del siglo pasado, creía que
“la Tierra es la cuna de la inteligencia,
pero es imposible permanecer
eternamente en la cuna”. Empujado
por sus ideas filosóficas, opinaba que
si los humanos nos podemos expandir
por el universo, entonces todas las
demás especies deben hacer lo mismo
por fuerza. Él mismo llegó a proponer
una solución a la paradoja en el año
1933, diecisiete años antes de que
Fermi plantease la pregunta. Pensaba
Tsiolkovsky que las civilizaciones
inteligentes avanzadas debían estar
formadas por “seres celestiales
perfectos” y que éstos consideraban
que la raza humana aún no estaba
preparada para un encuentro.
Más de 40 años después, en 1975, el
ingeniero inglés David Viewing
estableció en un artículo incluido en el
Journal of the British Interplanetary
Society un dilema semejante, aunque
reconocía en todo momento la autoría
original de Fermi. Sin embargo, puede
que sea el de Viewing el primer artículo
científico en el que aparece publicada
la famosa paradoja.
Aquel mismo año, Michael Hart
publicaba asimismo en el Quarterly
Journal of the Royal Astronomical
Society un artículo donde proponía
distintas categorías de tipo físico (los
viajes espaciales a distancias grandes o
a altas velocidades no son realizables),
sociológico (los alienígenas no han
elegido visitar la Tierra) y temporal
(aún no les ha dado tiempo a llegar
hasta nosotros) para intentar explicar
la paradoja. Finalmente, la conclusión
a la que llegaba Hart: somos la primera
civilización inteligente en nuestra
galaxia.
En 1979, Ben Zuckerman y el propio
Michael Hart organizaron un congreso
para debatir sobre la paradoja de
Fermi. Publicadas sus conclusiones en
formato de libro, establecen de forma
sutil que los alienígenas poseen
razones, medios y la oportunidad de
colonizar la galaxia.
En 1980, Frank Tipler afirmaba
tajantemente en el título de su artículo
que “Los alienígenas inteligentes no
existen”, recogido también en el
Quarterly Journal of the Royal
Astronomical Society. En su opinión, el
proyecto SETI nunca tendría éxito y,
por tanto, no era más que un
despilfarro indecente de tiempo y
dinero.
En 1983, el popular astrónomo y autor
de novelas de ciencia ficción, David
Brin, denominó a la paradoja “el gran
silencio”. Y lo único que hoy en día, 60
años después de Fermi o casi 80
después de Tsiolkovsky, podemos
afirmar con total seguridad es que la
pregunta aún está esperando una
respuesta…
Articulo original de Sergio L. Palacios,
profesor de fisica de la Universidad de
Oviedo.
http://fisicacf.blogspot.com.es/