7/4/12

FABRICANTE de LLUVIAS.

California, 1915. La ciudad de San
Diego atraviesa por la peor sequía de
su historia. En su desesperación, las
autoridades de la ciudad deciden
recurrir a los servicios de Charles
Hatfield, un curioso personaje que se
autodenominaba “pluvicultor” pero
que era más conocido como “el
fabricante de lluvias”. Hatfield gozaba
de cierta celebridad por los resultados
que decía obtener con su “acelerador
de humedad”, un producto químico de
su invención con una fórmula que
guardaba en secreto celosamente.
El primer éxito documentado de
Hatfield se remonta al año 1904. Un
grupo de agricultores de Los Angeles
leyeron los anuncios que Hatfield
publicaba en los diarios de la región y
le ofrecieron 100 dólares si conseguía
hacer llover en sus campos. En el mes
de abril, Charles Hatfield y su hermano
Paul treparon al monte Lowe, en
donde prepararon su producto
especial y lo dejaron evaporarse en un
par de toneles. Tal parece que
finalmente llovió (no se sabe si por su
acción o por simple efecto del clima) y
su labor fue recompensada.
Antes de presentarse en San Diego, su
trabajo más resonante había sido el
que realizó en 1906 en Alaska, en
donde se comprometió a hacer llover
por la suma de 10 mil dólares. Luego
de construir una torre de 70 metros de
altura, colocó en su cima un depósito
conteniendo su “acelerador de
humedad” y se dispuso a esperar la
lluvia. A pesar de que se formaron
espesas nubes a lo largo de varios
días, la lluvia tan esperada no se
presentó. Luego de un mes, la ciudad
canceló el contrato con Hatfield y
solamente le pagó 1100 dólares en
concepto de viáticos. Poco tiempo
después trascendió que los hechiceros
de una tribu india local habían
saboteado los esfuerzos de Hatfield
para hacer llover, y que los mismos
indios ofrecieron traer la lluvia a un
precio mucho menor.
Precedido por varias actuaciones de
efectividad dudosa como las
mencionadas, Hatfield llegó a San
Diego en medio de una enorme
ansiedad por hacer llover, ya que una
sequía extrema estaba castigando
duramente a la población. Se
organizaron colectas y campañas para
obtener donaciones que permitieran
pagar la suma de diez mil dólares
exigida por Hatfield, luego de una
ardua negociación con las autoridades
locales. Una vez cerrado el trato,
Charles Hatfield y su hermano se
abocaron a la construcción de una
torre para que su químico milagroso
estuviera lo más cerca posible de las
nubes. Tal como hicieron en Alaska,
colocaron sobre la torre su “acelerador
de humedad” y esperaron
pacientemente que lloviera sobre la
ciudad.
Pocos días después, comenzó a llover,
llover… y llover. La cantidad de lluvia
caída fue descomunal; la ciudad de
San Diego se inundó por completo. Los
ríos aumentaron su caudal hasta
salirse de cauce y provocar más
inundaciones. Varios puentes fueron
arrancados de sus bases y miles de
hectáreas terminaron cubiertas por las
aguas. Lo peor sucedió cuando dos
represas de la región rebalsaron y una
tercera reventó por el exceso de agua
acumulada, causando decenas de
víctimas mortales y cuantiosos daños
materiales.
Cuando Hatfield quiso cobrar la suma
pactada, el gobierno de la ciudad se
negó a pagarle y le exigió una
compensación millonaria por los
daños causados por el temporal.
Hatfield afirmó que la ciudad no estaba
preparada para semejante caudal de
agua y que ello no era su culpa; él se
había comprometido a hacer llover y
había cumplido con su palabra. Así que
la causa fue a parar a los tribunales,
en donde un juez decretó que la lluvia
había sido “un acto de Dios”. De ese
modo, Charles Hatfield no era el
responsable por la tragedia de la
inundación de San Diego. Sin embargo,
continuó insistiendo con cobrar por su
trabajo durante muchos años después,
sin conseguirlo.
Jamás podremos saber cuáles eran los
23 productos químicos que componían
la fórmula del acelerador de humedad,
ya que Hatfield se llevó el secreto a su
tumba, al morir en el año 1958.
Extraido de http://web1.taringa.net/
posts/info/1164487/El-Fabricante-de-
Lluvias.html