3/4/12

EL MUNDO DE LOS SUEÑOS EN ISLANDIA

No parece casualidad que en algún
momento de su vida Borges se sintiera
atraído por la cultura islandesa, rica en
fábulas, mitologías, leyendas y
símbolos que parecen pervivir en la
prehistoria más alucinante.
Un buen ejemplo de esto es la manera
en que se conciben los sueños en la
vieja cosmovisión de Islandia, en cuyo
lenguaje hay varias denominaciones
para sendos tipos de sueños que por
alguna razón parecen significativos
para el soñante, sea porque, por
ejemplo, parecen un atisbo al futuro
(berdreymi ) o porque son ricos en
visiones vívidas (draumspa). Una
pequeña muestra de lo importante que
son las fantasías oníricas en el
pensamiento del país nórdico.
Adrienne Heijnen ha publicado
recientemente en una revista
académica especializada un artículo en
que explora un motivo específico del
folclor islandés: las visitas que los
difuntos hacen a los vivos en sueños,
sobre todo para aconsejar el nombre
de un bebé que esté en camino. Según
Heijnen, es bastante popular la
creencia de que el pariente muerto
busca a sus familiares en sueños
(aðvitja nafns) “para encontrar un
tocayo”.
De acuerdo con una encuesta llevada a
cabo por el Instituto de Investigación
en Ciencias Sociales de la Universidad
de Islandia, 1 de cada 10 islandeses
aseguran haber experimentado la visita
en sueños de un difunto con el deseo
manifiesto de que su nombre lo
comparta un niño que todavía no ha
nacido. Asimismo, casi un 75% de la
población piensa que esto es posible.
“Al nombrar a un recién nacido con la
ayuda de un sueño la sustancia puede
fluir del muerto al vivo, quienes casi
siempre, pero no necesariamente,
están genéticamente relacionados”,
explica la investigadora.
Además de los familiares directos e
inmediatos, algunos islandeses
aseguran que el visitante onírico
también puede ser un amigo muerto,
marineros que naufragaron, vecinos
cuya vida terminó en accidentes
trágicos e incluso “seres
ocultos” (Huldufólk o alfar) que viven
en montañas y colinas. Un caso que
también participa de esta tradición es
el de un niño llamado Gabriel porque
según su madre el arcángel homónimo
se le apareció en sueños.
La contraparte de esta creencia es que
aquellos que se niegan a seguirla y
bautizar con este procedimiento a sus
hijos, se ganan así un castigo para sí
mismos o su descendencia, quizá a
morir a manos de aquel cuyo nombre
despreciaron.
Sea como fuere, lo irrebatible y
evidente es sin duda el inmenso valor
que lo sueños tienen para el pueblo
islandés, una especie de reflejo —quizá
más claro, más preciso, más
significativo— de la realidad de la
vigilia. Como concluye Heijnen: “En
Islandia soñar no se considera un
retiro hacia uno mismo, sino una
manera de revelar el mundo y
relacionarse con él”.
Imagen: Einar Jonsson (Escultura
denominada "el mundo de los sueños)
Se trata de un artista islandés