Hay que estar ebrio siempre. Todo
reside en eso: ésta es la única
cuestión.
Para no sentir el horrible peso del
Tiempo que nos rompe las espaldas y
nos hace inclinar hacia la tierra, hay
que embriagarse sin descanso.
Pero, ¿de qué? De vino, de poesía o
de virtud, como mejor les parezca.
Pero embriáguense.
Y si a veces, sobre las gradas de un
palacio, sobre la verde hierba de una
zanja, en la soledad
huraña de su cuarto, la ebriedad ya
atenuada o desaparecida ustedes se
despiertan
pregunten al viento, a la ola, a la
estrella, al pájaro, al reloj, a todo lo
que huye, a todo lo que
gime, a todo lo que rueda, a todo lo
que canta, a todo lo que habla,
pregúntenle qué hora es; y el
viento, la ola, la estrella, el pájaro, el
reloj, contestarán:
“¡Es hora de embriagarse!
Para no ser los esclavos martirizados
del Tiempo,
¡embriáguense, embriáguense sin
cesar!
De vino, de poesía o de virtud, como
mejor les parezca.
Imagen.- Gustav Klimt, Las Vírgenes