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Izanagi e Izanami

Izanagi e Izanami fueron encargados
por los demás dioses de formar las
islas japonesas. Estos hundieron una
jabalina adornada con piedras
preciosas en el mar inferior, la
agitaron y al sacarla, las gotas que de
ella resbalaban formaron la isla de
Onokoro.
Descendiendo de los cielos, Izanagi e
Izanami resolvieron construir allí su
hogar, así que clavaron la jabalina en
el suelo para formar el Pilar Celestial.
Descubrieron que sus cuerpos
estaban formados de manera
diferente, por lo que Izanagi preguntó
a su esposa Izanami si sería de su
agrado concebir más tierra para que
de ella nacieran más islas. Como ella
accedió, ambos inventaron un
matrimonio ritual; cada uno tenía
que rodear el Pilar Celestial andando
en direcciones opuestas. Cuando se
encontraron, Izanami exclamó:
“¡Que encantador! ¡He encontrado un
hombre atractivo!”
Y a continuación hicieron el amor.
En lugar de parir una isla, Izanami
dio a luz a un malforme niño-
sanguijuela al que lanzaron al mar
sobre un bote hecho de juncos.
Después se dirigieron a los dioses
para pedir consejo, y estos les
explicaron que el error estaba en el
ritual del matrimonio, ya que ella no
debía de haber hablado primero la
encontrarse alrededor del pilar. Así
pues, ambos repitieron el ritual, pero
esta vez Izanagi habló primero, y todo
salió según sus deseos.
Con el tiempo, Izanagi concibió todas
las islas que forman el Japón,
creando, además, dioses para
embellecer las islas, y después
hicieron dioses del viento, de los
árboles, de los ríos y de las
montañas, con lo que su obra quedó
completa. El último dios nacido de
Izanami fue el dios del fuego, cuyo
alumbramiento produjo tan
graves quemaduras en los genitales
de la diosa que murió. Y todavía,
mientras moría, nacieron más dioses
a partir de su vómito, su orina y sus
excrementos. Izanagi estaba tan
furioso que le cortó la cabeza al dios
del fuego, pero las gotas de sangre
que cayeron a la Tierra dieron vida a
nuevas deidades.