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ANDRE MALRAUX: EL ESCRITOR COMPROMETIDO

"He aprendido que una vida no vale
nada, pero también que nada vale
una vida."
Así se expresaba, Andre Malraux, un
personaje ciertamente representativo
de la cultura francesa del segundo
tercio del siglo XX, gracias a su labor
como narrador, historiador, ensayista,
aventurero y por último, hombre de
estado. En su vida se confunden los
elementos novelados del escritor con
la expresión del hombre público, la
propaganda del político y la realidad
de los hechos históricos que vivió.
Esta mezcolanza ha llevado a alguno
de sus críticos, como el biógrafo
Olivier Todd a considerar a Malraux
el primer escritor de su generación
que logró edificar de una manera
eficaz su propio mito.
André padecía el Síndrome de
Tourette, una afección que provocaba
las características muecas, guiños y
tics que tanto le distinguieron en
vida durante sus apariciones públicas
y entrevistas.
Andre Malraux cimentó su posicion
en la vanguardia literaria francesa
con su galardonada novela "La
condición humana. Para Malraux, la
condición humana era en esencial un
asunto un tanto desdichado y
solitario, pero creía que a la salvación
se llegaba uniendose a otros en un
compromiso político directo, y por
medio de la creatividad. Sus novelas
llenas de accion pero inquisitivas,
como la temprana "Los
conquistadores" y la posterior "La
esperanza" reflejan directamente la
participación personal de Malraux en
las actividades revolucionarias en el
lejano oriente y en España, durante
las décadas de 1920 y 1930. A partir
de la década de 1940 Malraux se
concentró en escribir sobre el arte y
creo su obra maestra "Las voces del
silencio"
Nacido en 1901 como Georges-André
Malraux, su padre, Fernand, era un
agente de bolsa apasionado por los
inventos y la mecánica, que primero
abandonó a su familia y luego se
suicidó. André pasó una infancia
acomodada en Bondy, suburbio de
clase media en las afueras de París,
en compañía de su madre Berthe, su
tía y su abuela quienes regentaban
una pastelería. A pesar de no sufrir
estrecheces económicas y de disponer
de una educación privada y un
reducido grupo de buenos amigos, el
escritor resumió en las primera líneas
de sus Antimemorias aquella etapa
de su vida: casi todos los escritores
que conozco recuerdan con cariño su
infancia, yo odio la mía.
A los diecisiete años abandonó los
estudios secundarios, pero pronto
adquirió una vasta cultura
autodidacta y se integró en los
medios literarios y artísticos
parisinos.
Participó en las tendencias de
vanguardia de la inmediata
posguerra, en especial el cubismo.
Colaboró en Action, revista de este
movimiento y en 1921 fue contratado
como editor de la Galería de Arte
Simon; allí apareció su primer
trabajo, Lunes en papel, ilustrado por
Fernand Léger y dedicado a M. Jacob.
En 1922 comenzó su colaboración en
la Nouvelle Revue Française. Viajó por
Europa y visitó numerosos museos.
Su pasión por el arte jemer lo llevó a
emprender, a finales de 1923, una
expedición arqueológica a la selva
camboyana. Allí descubrió, en un
templo abandonado, bajorrelieves
que extrajo con la intención de
venderlos en Europa. La aventura le
costó la cárcel, pero finalmente fue
absuelto. Regresó a Francia pero
volvió pronto a Saigón, en enero de
1925, para fundar un periódico: L
´Indochine, que desapareció al año
siguiente a instancias de las
autoridades coloniales.
La doble experiencia de la sociedad
colonial y del periodismo de opinión
desempeñó un papel decisivo en la
vida de Malraux: paralelamente a su
descubrimiento de Oriente, tomó
conciencia de las realidades políticas
y sociales y adquirió la reputación de
escritor comprometido que orientó su
vida y su obra.
A su regreso a Francia, publicó La
tentación de Occidente (1926), un
"ensayo-novela" que confrontaba un
Oriente de sabiduría y un Occidente
en crisis. A esta obra le siguieron tres
novelas, igualmente inspiradas por
sus contactos con Asia, en las que
abordó los grandes problemas éticos
del siglo XX: Los conquistadores
(1928), La vía real (1930) y La
condición humana (1933); esta última
se convertiría en su libro más
célebre.
Con la llegada al poder de Adolf
Hitler, se hizo "compañero de ruta"
del partido comunista. El tiempo del
desprecio (1935), dedicado a las
víctimas del nazismo, abrió un nuevo
ciclo novelesco, ligado a la lucha
contra los fascismos. Participó en la
Guerra Civil española junto a los
republicanos e intervino en combates
aéreos con las brigadas
internacionales. Fruto de esa
experiencia fue la novela épica La
Esperanza (1937), de la que al año
siguiente hizo una adaptación
cinematográfica.
En 1939 abandonó el partido
comunista y poco después fue
movilizado como voluntario en
Francia. Capturado y luego liberado,
rehusó comprometerse contra la
ocupación por desconfianza en la
influencia de los comunistas dentro
del movimiento de la Resistencia y se
consagró a la escritura. Incorporado
finalmente a la Resistencia en la
primavera de 1944, fue detenido por
la Gestapo en julio pero un mes
después fue liberado por la
precipitada retirada de los alemanes
de su país.
Al año siguiente tuvo un encuentro
con Charles de Gaulle, de cuyo
gobierno provisional (1945-1946) fue
ministro de Información y al que
benefició con su talento de orador,
denunciando públicamente la
influencia del comunismo y la
propaganda estalinista en el Epílogo
a Los conquistadores (1948). En 1951
publicó Las voces del silencio, el más
importante de sus escritos sobre arte,
donde defendió la libertad del artista
contra los determinismos, tanto del
marxismo como del psicoanálisis.
Dedicó igualmente tres volúmenes a
Los museos imaginarios de la
escultura mundial (1952 a 1955) y
publicó la primera parte de lo que
sería una gran epopeya de las artes:
La metamorfosis de los dioses (1957).
Después del regreso al poder de De
Gaulle en 1958, se convirtió en
ministro de Cultura, entre 1959 y
1969.
En 1967 apareció Antimemorias, en
1971, Les Chênes quon abat, relato
de su última entrevista con De
Gaulle; en 1974, La cabeza de
obsidiana, luego Lázaro (1974) y Hôtes
de passage (1975). Además de sus
ensayos autobiográficos, publicó una
segunda parte de La metamorfosis de
los dioses, titulada Lo irreal (1974) y
luego una tercera, Lo intemporal
(1976). En 1977 apareció,
póstumamente, su único trabajo
consagrado a la creación literaria,
síntesis de innumerables prólogos y
artículos dispersos: L´Homme
précaire et la Littérature.