1/1/14

LOS LIBROS VIAJEROS DE CORTÁZAR

Cortázar llenaba sus libros de notas y
comentarios, a lápiz, y con pluma, y
con rotulador y con cualquier cosa
que tuviera a mano. Anotaba en
francés, inglés o castellano,
dependiendo del idioma en que
estuviera leyendo, no como Mallarmé
cuyos libros, decía, sólo hablaban
francés.
Me contaron de Cortázar una historia
fantástica; la de esa biblioteca
deshojada, volandera, en Italia.
Viajaba con su mujer, Aurora, a
mediados de los años cincuenta, en
tren, y para no cargar con un
equipaje innecesario, acostumbraban
a comprar libros en las librerías de
las estaciones, para los trayectos.
Compraban un título que leían
juntos, en general primero Julio que,
cuando terminaba una página, la
arrancaba y se la pasaba a Aurora,
sentada a su lado, que cuando
acababa de leerla la arrojaba por la
ventanilla.
De modo que habrá en alguna parte
una biblioteca perdida de Cortázar,
una biblioteca secreta. Tal vez para
encontrarla sea preciso seguir las vías
férreas por toda Italia, de norte a sur
y de este a oeste, recogiendo las
páginas que Aurora y Julio, Julio y
Aurora arrojaban al tren.

Jesús Marchamalo, Tocar los libros,
Centro Superior de Investigaciones
Científicas, 2008, pág. 63