24/6/12

GEORGE ORWELL.- REBELIÓN EN LA GRANJA

»Días después, cuando ya había
desaparecido el terror producido por
las ejecuciones, algunos animales
recordaron --o creyeron recordar-- que
el sexto mandamiento decretaba:
"Ningún animal matará a otro animal".
Y aunque nadie quiso mencionarlo al
oído de los cerdos o de los perros, se
tenía la sensación de que las matanzas
que habían tenido lugar no
concordaban con aquello. Clover pidió
a Benjamín que le leyera el sexto
mandamiento, y cuando Benjamín,
como de costumbre, dijo que se
negaba a entrometerse en esos
asuntos, ella instó a Muriel a que lo
hiciera. Muriel le leyó el mandamiento.
Decía así:
"Ningún animal matará a otro animal
sin motivo".
Por una razón u otra, las dos últimas
palabras se les habían ido de la
memoria a los animales. Pero
comprobaron que el mandamiento no
fue violado; porque, evidentemente,
hubo motivo sobrado para matar a los
traidores que se coaligaron con
Snowball. "
“Mientras Clover miraba barranca
abajo, se le llenaron los ojos de
lágrimas. Si ella pudiera expresar sus
pensamientos, hubiera sido para decir
que a eso no era a lo que aspiraban
cuando emprendieron, años atrás, el
derrocamiento de la raza humana.
Aquellas escenas de terror y matanza
no eran lo que ellos soñaron aquella
noche cuando el Viejo Mayor, por
primera vez, los incitó a rebelarse. Si
ella misma hubiera concebido un
cuadro del futuro, sería el de una
sociedad de animales liberados del
hambre y del látigo, todos iguales,
cada uno trabajando de acuerdo con
su capacidad, el fuerte protegiendo al
débil, como ella protegiera con su pata
delantera a aquellos patitos perdidos
la noche del discurso de Mayor.
En su lugar -ella no sabía por qué-
habían llegado a un estado tal en el
que nadie se atrevía a decir lo que
pensaba, en el que perros feroces y
gruñones merodeaban por doquier y
donde uno tenía que ver cómo sus
camaradas eran despedazados
después de confesarse autores de
crímenes horribles. No había intención
de rebeldía o desobediencia en su
mente. Ella sabía que, aún tal y como
se presentaban las cosas, estaban
mucho mejor que en los días de Jones
y que, ante todo, era necesario evitar
el regreso de los seres humanos.
Sucediera lo que sucediera
permanecería leal, trabajaría fuerte,
cumpliría las órdenes que le dieran y
aceptaría las directrices de Napoleón.
Pero aún así, no era eso lo que ella y
los demás animales añoraran y para lo
que trabajaran tanto. No, para eso ni
construyeron el molino, ni hicieron
frente a las balas de Jones. Tales eran
sus pensamientos, aunque le faltaban
palabras para expresados.”