El tiempo de los mayas nació y tuvo
nombre cuando no existía el cielo ni
había despertado todavía la tierra.
Los días partieron del oriente y se
echaron a caminar.
El primer día sacó de sus entrañas al
cielo y a la tierra.
El segundo día hizo la escalera por
donde baja la lluvia.
Obras del tercero fueron los ciclos de
la mar y de la tierra y la muchedumbre
de las cosas.
Por voluntad del cuarto día, la tierra y
el cielo se inclinaron y pudieron
encontrarse.
El quinto día decidió que todos
trabajaran.
Del sexto salió la primera luz.
En los lugares donde no había nada, el
séptimo día puso tierra. El octavo clavó
en la tierra sus manos y sus pies.
El noveno día creó los mundos
inferiores. El décimo día destinó los
mundos inferiores a quienes tienen
veneno en el alma.
Dentro del sol, el undécimo día
modeló la piedra y el árbol.
Fue el duodécimo quien hizo el viento.
Sopló viento y lo llamó espíritu, porque
no había muerte dentro de él.
El décimotercer día mojó la tierra y con
barro amasó un cuerpo como el
nuestro.
Así se recuerda en Yucatán.
Eduardo Galeano – Memoria del fuego
I. Los Nacimientos