Cuenta la leyenda que en un principio
no había luz. Solo existía la oscuridad y
una gran extensión de agua con el
nombre de Num. El poder de Nun era
tan grande que desde el interior de la
penumbra hizo brotar un huevo
grande y brillante. Y del interior de ese
huevo surgió Ra.
Ra tenía el poder de hacer lo que
quisiera, incluso cambiar de forma. Lo
que el nombraba, adquiría forma y se
volvía real. Era tan importante el poder
del nombre, que guardaba bien
secreto su propio nombre para que
nadie pudiera usarlo.
Ra se dispuso a crear el sol diciendo:
“Al amanecer me llamo Kephera, al
mediodía Ra y al atardecer Tem”. Y
entonces, el sol apareció posprimera
vez iluminando la oscuridad, se elevó
sobre el horizonte y al atardecer
descendió para volver a ocultarse.
Luego nombró a Shu, y los vientos se
congregaron por primera vez y
comenzaron a soplar.
Cuando Ra nombró a Tefnut, la lluvia
se hizo presente con sus gotas. Más
tarde nombró a Geb y con solo
nombrarla, se formó la tierra y para
hacerle compañía nombró a la diosa
Nut, y el firmamento se arqueó sobre
la tierra. Y cuando quiso coronar a
Egipto con el río Nilo, nombró a Hapi. Y
el Nilo comenzó a fluir a través de
Egipto fertilizando su amplio valle. Ra,
comenzó a nombrar una por una
todas las cosas que existen sobre la
tierra y estas se hicieron visibles
crecieron. Finalmente les dio nombre a
los hombres y a las mujeres, y desde
entonces la humanidad pobló la tierra.
Ra podía asumir la forma que quisiera.
Entonces, tomó la forma de un
hombre y se convirtió en el primer
faraón de Egipto.
Ra gobernó Egipto durante miles de
años llevando bienestar y prosperidad
a sus habitantes gracias a las fabulosas
cosechas y a sus magníficas leyes. Los
egipcios solo tenían palabras de
agradecimiento y no dejaban de
ensalzar su nombre.
Pero Ra, había tomado forma humana
y por lo tanto envejecía día a día. Un
buen día, los egipcios, dejaron de
respetarlo, comenzaron a burlarse de
su aspecto senil y a desobedecer sus
órdenes.
Ra no pudo evitar oír las burlas y
comentarios y cuando vio que los
hombres no obedecían las leyes, se
enojó de tal manera que decidió
convocar a los dioses que había
creado en un lugar secreto para pedir
consejo. Allí estaban Shu ,Tefnut, Geb,
Nut y Nun escuchando el problema
que aquejaba al dios Ra.
Nun habló diciendo:
- Lo que debes hacer es destruirlos con
la forma de tu hija, la diosa Sekhmet.
Los otros dioses, al ver el mal
comportamiento de los hombres, le
aconsejaron también destruir a los
hombres por intermedio de la diosa
Sekhmet.
Ra, con su ojo, que despedía una
mirada aterradora, creó a la diosa
Sekhmet. Feroz y sanguinaria cual
leona que persigue su presa y se
deleita en la matanza y en la sangre.
Siguiendo las órdenes de Ra,
desencadenó su furia sobre todos los
que ridiculizaron a su padre,
sembrando el terror y la desesperación
en todo Egipto.
Los hombres huían a esconderse, pero
la diosa Sekhmet, los perseguía y los
asesinaba relamiéndose con la sangre.
Cuando Ra vió lo que Sekhmet había
hecho la llamó a su presencia para
preguntarle si lo había obedecido.
Sekhmet le respondió que estaba feliz
porque había vengado a su padre Ra,
eliminando a todos los hombres que
éste le había entregado. Todo Egipto
estaba teñido del color de la sangre y
era imposible detener la furia de la
cruel y sanguinaria Sekhmet.
Pero Ra se apiadó de los hombres y
decidió hacer algo para frenar la
matanza. Envió entonces a mensajeros
rápidos y silenciosos en busca de
grandes cantidades de ámbar. Luego
ordenó preparar mucos litros de
cerveza hasta llenar siete mil jarras.
Más tarde, mandó mezclar el ámbar
con la cerveza. A la luz de la luna, la
cerveza adquiría el color rojo de la
sangre. Hizo llenar nuevamente las
jarras y envió a sus mensajeros a
volcarlas en el lugar donde se
encontraba Sekhmet. Al salir el sol,
Sekhmet estaba preparada para su
próxima cacería, cuando vio la tierra
inundada de color rojo y creyó que
sería sangre real porque no había
cerca ningún hombre. Se acercó y
bebió alborozada mientras reía y
disfrutaba pensando que era sangre.
Bebió tanto, que ese día, que presa de
la ebriedad, no pudo matar a ningún
hombre.
Cuando Sekhmet volvió ante la
presencia de Ra, el dios la recibió con
alegría pues no había matado a
ninguna persona y decidió cambiar su
nombre por el de Hathor. A partir de
ese momento se convirtió en la diosa
Hathor fue la diosa de la dulzura, el
amor y la pasión.
La humanidad fue redimida y Ra
continuó reinando en su ancianidad,
aunque sabía que había llegado el
momento de delegar el gobierno de
Egipto en los dioses jóvenes. No
olvidemos que el poder de Ra estaba
en su nombre secreto. Si alguien lo
descubría, Ra dejaría de reinar. Ra
sabía esto y lo mantenía oculto en su
corazón. Solo utilizando grandes
poderes mágicos se podría conocer.
La diosa Geb se unió con Nut y
tuvieron varios hijos: Isis, Osiris, Neftis
y Seth. Isis era la más sabia de todos
ellos. Isis conocía todos los secretos
del cielo y de la tierra, pero lo que no
conocía era el nombre secreto de Ra y
se propuso descubrirlo.
Ra, era muy anciano. Caminaba con
dificultad. Su cuerpo entero temblaba.
Sus palabras se escuchaban
entrecortadas y débiles e Isis comenzó
a seguirlo a escondidas y cuando una
gota de la baba de Ra cayó sobre la
tierra formando barro, ella lo recogió y
modeló una serpiente. Colocó la
serpiente cerca del camino y cuando
Ra paseaba, la serpiente lo mordió y
luego huyó a ocultarse. El veneno
corrió rápidamente por el cuerpo de
Ra, provocándole un dolor hasta
ahora desconocido. Ra gritó con todas
sus fueras y los dioses corrieron a su
encuentro.
Ra estaba desconcertado. Sentía que
un fuego lo quemaba por dentro y no
encontraba explicación a lo sucedido.
Los dioses convocados, lloraban y se
lamentaban por lo sucedido. Entre
estos dioses, se encontraba la astuta
Isis que se acercó preguntando:
- ¿Qué sucede padre todopoderoso?
¿Acaso te ha mordido una de las
serpientes que has creado?
- Me ha mordido una serpiente que yo
no he creado -dijo Ra-, no puedo dejar
de temblar. Siento que un fuego
abrasador me quema por dentro y me
devora.
Isis se acercó con dulzura y le dijo al
oído:
- Si me dices tu nombre secreto, podré
hacer uso de mis poderes mágicos y
podré sanarte.
-Yo soy el que hizo el cielo y la tierra -
respondió Ra. El que creó las aguas,
los vientos, la luz, la oscuridad. Soy el
creador del gran río Nilo. Yo soy
Khepera por la mañana, Ra al
mediodía y Tum al atardecer.
- Tú sabes bien, padre todopoderoso,
que esos nombres son conocidos por
todos –dijo Isis-. Lo que yo necesito
para curarte es tu nombre secreto.
Ra la tomó de la mano y le susurró al
oído:
- Antes que mi nombre pase de mi
corazón al tuyo, júrame que no se lo
dirás a nadie salvo al hijo que tendrás
que se llamará Horus. Y Horus deberá
jurar que el nombre permanecerá en él
por siempre. No se lo debe comunicar
ni a otros dioses ni a otros hombres.
Isis realizó su juramento y el
conocimiento del nombre secreto pasó
del corazón de Ra al corazón de Isis.
Entonces, Isis haciendo uso de todos
su poderes mágicos dijo: Por el
nombre que conozco, ordeno que el
veneno abandone el cuerpo de Ra
para siempre.
El veneno desapareció y Ra se sintió
bien, pero dejó de reinar sobre Egipto.
Encontró un lugar en el cielo donde
pasear siguiendo la trayectoria del sol.
Por las noches se trasladaba al mundo
subterráneo de Amenti, donde habitan
los difuntos. En su Barca llevaba las
almas de los muertos que conocían a
la perfección las plegarias y las
palabras que se debían decir para
llegar al otro mundo.