18/9/14

LA INMORTALIDAD por Jorge Luis Borges

..."Nuestro yo es lo menos importante para nosotros. Qué significa sentirnos yo? En que pueda diferir que yo me sienta Borges de que ustedes se sientan A. B. o C? En nada, absolutamente. Ese yo es lo que compartimos, es lo que está presente, de una forma o de otra, en todas las criaturas. Entonces podríamos decir que la inmortalidad es necesaria, no la personal pero sí esa otra inmortalidad. Por ejemplo cada vez que alguien quiere a un enemigo, aparece la inmortalidad de Cristo. En ese momento el es Cristo. Cada vez que repetimos un verso de Dante o de Shakespeare, somos, de algún modo, aquel instante en que Dante o Shakespeare crearon ese verso. En fin, la inmortalidad está en la memoria de los otros y en la obra que dejamos. Qué puede importar que esa obra sea olvidada? Yo he dedicado estos últimos veinte años a la poesía anglosajona, sé muchos poemas anglosajones de memoria. Lo único que no sé es el nombre de los poetas. ¿Pero qué importa eso? ¿Qué importa si yo, al repetir poemas del siglo IX estoy sintiendo algo que alguien sintió en ese siglo? Él está viviendo en mi en ese momento que yo no soy ese muerto. Cada uno de nosotros es, de algún modo, todos los hombres que han muerto antes. No sólo los de nuestra sangre. Desde luego heredamos cosas de nuestra sangre. Yo sé - mi madre me lo dijo-que cada vez que repito versos ingleses, los repito con la voz de mi padre. (Mi padre murió en 1938 cuando se dio muerte Lugones) Cuando yo repito versos de Schiller mi padre está viviendo en mi Las otras personas que me han oído a mí, vivirán mi voz que es un reflejo de su voz que fue, quizás un reflejo de la voz de sus mayores. ¿Qué podemos saber nosotros? Es decir podes crear en la inmortalidad. Cada uno de nosotros colabora, de un modo u otro en este mundo. Cada uno de nosotros quiere que este mundo sea mejor, y si el mundo realmente mejora, eterna esperanza; si la patria se salva (¿por qué no habría de salvarse la patria?) nosotros seremos inmortales en esa salvación no importa que se sepan nuestros nombres o no. Eso es lo mínimo, lo importante es la inmortalidad. Esa inmortalidad que se logra en la obras, en la memoria que uno deja en los otros. Esa memoria puede ser nimia. Puede ser una frase cualquiera. Por ejemplo: “Fulano de tal, más vale perderlo que encontrarlo” Y no se quien inventó esa frase pero cada vez que la repito soy ese hombre. Qué importa que ese modesto compadrito haya muerto, si vive en mí y en cada uno que repita esa frase. Lo mismo puede decirse de la música y del lenguaje. El lenguaje es una creación viene a ser una especie de inmortalidad. Yo estoy usando la lengua castellana. ¿Cuántos muertos castellanos están viviendo en mí? No importa mi opinión, ni mi juicio; no importan los nombres del pasado si continuamente estamos ayudando al porvenir del mundo, a la inmortalidad, a nuestra inmortalidad. Esa inmortalidad no tiene porque ser personal, puede prescindir del accidente de nombres y apellidos puede prescindir de nuestra memoria. ¿Para qué suponer que vamos a seguir en otra vida con nuestra memoria, como si yo siguiera pensando toda mi vida en mi infancia, en Palermo, en Adrogué o en Montevideo? ¿Por qué estar siempre volviendo a eso? Es un recurso literario; yo puedo olvidar todo eso y seguiré siendo, y todo eso vivirá en mí aunque yo no lo nombre. Quizá lo más importante es lo que no recordamos de un modo preciso, quizá lo más importante lo recordaremos de un modo inconsciente.
Para concluir diré que creo en la inmortalidad: no en la inmortalidad personal, pero si en la cósmica. Seguiremos siendo inmortales; más allá de nuestra muerte corporal queda nuestra memoria, y más allá de nuestra memoria quedan nuestros actos, nuestros hechos, nuestras actitudes, toda esa maravillosa parte de la historia universal aunque no lo sepamos y es mejor que no lo sepamos..."