Y entendemos ahora también por qué
todas las antiguas tradiciones
comprendieron el tiempo de un modo
cíclico, redondo, repetitivo.
Llegados a este punto cabe
plantearnos: observando un universo
tan magnífico como este que nos
rodea, en el que cada constante
(número Pi, Número de Avogadro,
aceleración gravitatoria, constante de
Planck, etc.) está ajustada de un modo
tan exacto que la más mínima
variación haría que el universo
colapsara o se disgregara; donde los
planetas se mueven de un modo tan
increíblemente perfecto y precioso, en
la gran danza cósmica de giros,
rotaciones, traslaciones…; formando
ciclos y más ciclos cada uno
milimétricamente encajado en un ciclo
superior…; ¿cómo podemos pensar
que nuestra vida es azar, casualidad,
nada…?
En el pasado, las gentes, ignorantes e
impotentes ante los acontecimientos
de sus vidas y de sus entornos, ponían
en manos del Divino el porqué y el
para qué de cuanto les acontecía;
llevando a las Iglesias corruptas a
aprovecharse de ese hecho para
imponer sus intereses camuflados
como supuestas doctrinas, camino
único hacia la felicidad, hacia Dios, etc.
Las pobres gentes, impotentes, solo
pudieron ceder al chantaje sucio y
malintencionado de aquellos que
pretendieron ser administradores del
Cielo y del Infierno.
Siempre la corrupción política y
religiosa ha marcado la pauta de las
sociedades, y hoy la «ciencia» se suma
a esa lucha por hacerse acreedora de
la «Verdad» absoluta y única,
condenando a los críticos al
ostracismo, al escarnio público, a la
ridiculización y al sambenito eterno; en
ese mercadeo por obtener la
credulidad de las almas, como
empresas que compiten por mejores
cuotas de negocio.
Se ríen los dizque «sabios» de aquellos
que buscaron en una inteligencia
creadora el origen de la existencia, la
explicación lógica a las sempiternas
cuestiones: “¿quién soy?, ¿por qué
existo?, ¿qué era antes de nacer?, ¿a
dónde iré cuando muera?”, etc., etc.,
etc.
Hoy, en cambio, esta ciencia «superior»
materialista se ríe de las eternas
preguntas que a lo largo de la historia
han dignificado al hombre y lo han
diferenciado del resto de las bestias.
Pero, curiosamente, esta «ciencia»
aspirante a ser la encarnación de la
«Verdad Absoluta» ha eliminado a esa
inteligencia que ha creado y ordenado
cuanto existe y la ha sustituido por el
puro azar.
Y en ese acto creen ellos haber dado
un paso adelante hacia la verdad.
Impresentable. Indigno. Falsedad
malintencionada.
¿Acaso puede considerarse más
probable que la Creación, esta
inigualable Gran Sinfonía Cósmica, esta
suma de Leyes y circunstancias tan
increíblemente infinita y perfecta que
conforman el Gran Escenario Cósmico,
sea más fácilmente explicable por el
puro azar que por la existencia de un
“Director de Orquesta”?
Recordando las palabras del Maestro
Samael, ¿podría acaso existir una
mecánica sin mecánicos?
Obviamente la respuesta es ¡no!, ¡no! y
mil veces ¡no!
Pretender explicar la Creación por el
azar es tanto como sustituir la
inteligencia creadora por el absurdo.
Científicamente impresentable.
Matemáticamente imposible.