17/5/12

¿QUÉ ES EL VIENTO SOLAR?

Ya en 1850, el astrónomo inglés
Richard C. Carrington, estudiando a la
sazón las manchas solares, notó una
pequeñísima erupción en la cara del
Sol que permaneció visible durante
unos cinco minutos. Carrington pensó
que había tenido la suerte de observar
la caída de un gran meteoro en el Sol.
El uso de instrumentos más refinados
para el estudio del Sol mostró hacia
los años veinte de este siglo que esas
«erupciones solares» eran sucesos
comunes, que solían ocurrir en
conjunción con las manchas solares. El
astrónomo americano George E. Hale
había inventado en 1889 el
«espectroheliógrafo», que permitía
observar el Sol a través de la luz de
una longitud de onda determinada y
fotografiar el Sol con la luz de
hidrógeno incandescente de la
atmósfera solar o del calcio
incandescente, por ejemplo. Y se
comprobó que las erupciones solares
no tenían nada que ver con los
meteoritos, sino que eran efímeras
explosiones de hidrógeno caliente.
Las erupciones de pequeño tamaño
son muy comunes pudiéndose
detectar cientos de ellas en un día,
especialmente donde hay grandes
complejos de manchas solares y
cuando éstas están creciendo. Las de
gran tamaño, como la que vio
Carrington, son raras, apareciendo
sólo unas cuantas cada año.
Hay veces en que la erupción se
produce justo en el centro del disco
solar y explotan hacia arriba en
dirección a la Tierra. Al cabo de un
tiempo empiezan a ocurrir cosas muy
curiosas en nuestro planeta. En
cuestión de días las auroras boreales
se abrillantan, dejándose ver a veces
desde las regiones templadas. La aguja
magnética se desmanda y se vuelve
loca, por lo que a veces se habla de
una «tormenta magnética».
Hasta el siglo presente tales sucesos
no afectaban gran cosa a la población
general. Pero en el siglo xx se
comprobó que las tormentas
magnéticas también afectaban a la
recepción de radio y al
comportamiento de los equipos
electrónicos en general. La importancia
de las tormentas magnéticas aumentó
a medida que la humanidad fue
dependiendo cada vez más de dichos
equipos. Durante una de esas
tormentas es muy posible que la
transmisión por radio y televisión se
interrumpa y que los equipos de radar
dejen de funcionar.
Cuando los astrónomos estudiaron las
erupciones con más detenimiento se
vio que en la explosión salía
despedido hacia arriba hidrógeno
caliente y que parte de él lograba saltar
al espacio a pesar de la gigantesca
gravedad del Sol. Como los núcleos de
hidrógeno son simples protones, el Sol
está rodeado de una nube de
protones (y de otros núcleos más
complicados en cantidades más
pequeñas) dispersos en todas
direcciones. En 1958 el físico
americano Eugene N. Parker llamó
«viento solar» a esta nube de protones
que mana hacia fuera.
Aquellos protones que salen
despedidos en dirección a la Tierra
llegan hasta nosotros, aunque la
mayor parte de ellos bordean el
planeta, obligados por la fuerza del
campo magnético. Algunos, sin
embargo, logran entrar en la atmósfera
superior, donde dan lugar a las
auroras boreales y a una serie de
fenómenos eléctricos. Una erupción
especialmente grande, que proyecte
una nube muy intensa hacia la Tierra,
producirá lo que podríamos llamar una
«galerna solar» y dará lugar a los
efectos de la tormenta magnética.
El viento solar es el agente
responsable de las colas de los
cometas. Lo que hace es barrer hacia
afuera la nube de polvo y gas que
rodea al cometa, cuando pasa cerca
del Sol. También se ha observado el
efecto del viento solar sobre los
satélites artificiales. Uno de ellos, el
Echo I, grande y ligero de peso, se
desvió perceptiblemente de su órbita
calculada por la acción del viento solar.
Por Isaac Asimov