En la ciudad francesa de
Carcassona circula una historia sobre
el origen de su nombre que es
atribuida a Carlomagno y que con el
tiempo se convirtió en leyenda. Dice
así:
Según cuentan el emperador
Carlomagno asedia Carcassona,
gobernada por el rey musulmán Ballak.
Después de la muerte del rey, su
esposa, la “Dama Carcas”, lo sucede al
frente de la Ciudad Medieval. Tras 5
años de asedio, el hambre vence a los
últimos defensores. La Dama Carcas
vigila, sola, desde lo alto de las
murallas. Para hacer creer que la
guardia sigue siendo numerosa, coloca
muñecos de paja vestidos de soldado y
lanza flechas de ballesta contra las
tropas enemigas. En la ciudadela
únicamente quedan un pequeño cerdo
y un saco de trigo para alimentar a
toda la población. Entonces, la Dama
Carcas decide cebar al último cerdo
con el trigo restante y lanzarlo desde lo
alto de la muralla. El cerdo se hace
pedazos al llegar al suelo y de su
vientre destrozado brota gran cantidad
de buen grano. Ante ese espectáculo,
Carlomagno ordena levantar el sitio, ya
inútil: ¡Carcasona tenía tanto trigo que
lo estaban utilizando para alimentar a
los cerdos! Antes de que el gran
ejército terminara de desaparecer, la
Dama Carcas hizo que repicaran las
campanas de la ciudad para anunciar
la buena noticia en los alrededores.
Cuenta la leyenda que, en aquel
momento, uno de los vasallos dijo a
Carlomagno: «Sire, Carcas sonne»!
(¡Señor, Carcas toca!).