Son tiempos difíciles, el sentido común se ve 
 aprisionado en una civilización 
 carente de fuego en la sangre. 
 Nos comemos la moda de «lo que se 
 lleva» mansamente, mientras otros se 
 benefician de nuestro beneplácito dócil 
 y autodestructivo. 
 En estos tiempos la política ha pasado 
 de ser el trato diplomático entre las 
 personas, que persigue, en base a una 
 ética y unos principios, un bien común; 
 a ser una clase social carente de todo 
 principio y, lo que es peor, de una 
 finalidad. La ideología ha dado lugar a 
 los intereses y el «trapacerismo». 
 Se han inventado unos conceptos 
 como la «rentabilidad», «el estado del 
 bienestar», un falso concepto de 
 «libertad», una falsa «democracia», etc.; 
 y los políticos se limitan a mantener 
 ese estado de las cosas que les 
 beneficia mientras engordan sus 
 sueldos a la vez que congelan los de 
 sus compañeros, los trabajadores 
 públicos. 
 Eso sí: todo por el bien 
 común. 
 Y para sanear las cuentas se exige a 
 los gobernantes de los países que 
 desmonten la economía familiar de su 
 gente y dinamiten los derechos del 
 trabajador; pero nunca se les exige 
 que minimicen sus propios gastos; no 
 se les exige que disuelvan tantos 
 estamentos oficiales que duplican y 
 multiplican las competencias hasta 
 convertir nuestro mundo en un 
 maremagnun legaloide en el que nadie 
 entiende nada; leyes que modifican 
 leyes que modificaban otras leyes…; 
 locura, sinsentido. 
 Las gentes nos 
 miramos unas a otras pensando «eso 
 no me pasará a mí», y desahogamos 
 nuestra impotencia en correos con 
 PowerPoint autocompasivos y en 
 movimientos 15M que no sirven para 
 nada porque, en realidad, no saben lo 
 que quieren. 
 Mientras los grandes planifican una 
 guerra cuyos tambores ya atruenan el 
 mundo entero, los medios de 
 comunicación nos entretienen con 
 visitas de presidentes a otros 
 presidentes, recepciones diplomáticas 
 de reyes a otros reyes y farándula 
 ridícula de pseudoartistas cuyos 
 cuadros no se sabe si han sido hechos 
 por una persona o por un chimpancé. 
 Ya las canciones no hablan del amor 
 de un hombre a una mujer a la que 
 admira viendo en ella algo demasiado 
 sublime y hermoso, algo demasiado 
 dulce y excitante como para creerse 
 merecedor de ella. 
 Ya las mujeres no se hacen valer ante 
 los hombres; las cantantes tienen que 
 pasar por el rasero de la desnudez 
 pública para abrir las puertas hacia el 
 gran público. 
 Alguien dijo una vez: «Si quieres 
 corromper a una sociedad, corrompe a 
 sus mujeres». La mujer es la tierra en la 
 que se gesta la vida. Es el origen de 
 toda creación. Si envenenamos la 
 tierra, ¿qué planta puede salir? 
 ¿Evolución? ¿Dónde está la Evolución? 
 Como dijo el V.M. Samael, ¿alguien 
 podría comprender una evolución 
 infinita? ¿Cómo podría existir la 
 evolución sin involución? ¿Cómo 
 podría involucionar, corromperse, algo 
 que antes no ha evolucionado? ¿En 
 qué momento hemos pensado que 
 nosotros no estamos afectados por los 
 ciclos evolutivos e involutivos que 
 conforman la Naturaleza? 
 ¿Dónde están las personas? ¿Dónde 
 estamos? Nos roban los derechos, la 
 dignidad y hasta el dinero, y todos 
 seguimos apoltronados haciendo 
 «zapping» entre partido y partido de 
 fútbol, y preocupados por dónde 
 conseguir lo último que hoy es 
 una novedad pero el mes que viene 
 quedará siendo una antiguedad. 
  
 Fuente: Henry Manzueta 
