5/3/12

¿POR QUÉ DOS O MÁS CIENTÍFICOS, IGNORANTES DEL TRABAJO DE LOS OTROS, DAN A MENUDO SIMULTÁNEAMENTE CON LA MISMA TEORÍA?

La manera más simple de contestar a
esto es decir que los científicos no
trabajan en el vacío. Están inmersos,
por así decirlo, en la estructura y
progreso evolutivo de la ciencia, y
todos ellos encaran los mismos
problemas en cada momento.
Así, en la primera mitad del siglo XIX el
problema de la evolución de las
especies estaba «en el candelero».
Algunos biólogos se oponían
acaloradamente a la idea misma,
mientras que otros especulaban
ávidamente con sus consecuencias y
trataban de encontrar pruebas que la
apoyaran. Pero lo cierto es que, cada
uno a su manera, casi todos los
biólogos pensaban sobre la misma
cuestión. La clave del problema era
ésta: Si la evolución es un hecho, ¿qué
es lo que la motiva?
En Gran Bretaña, Charles Darwin
pensaba sobre ello. En las Indias
Orientales, Alfred Wallace, inglés
también, pensaba sobre el mismo
problema. Ambos habían viajado por
todo el mundo; ambos habían hecho
observaciones similares; y sucedió que
ambos, en un punto crucial de su
pensamiento, leyeron un libro de
Thomas Malthus que describía los
efectos de la presión demográfica
sobre los seres humanos. Tanto
Darwin como Wallace empezaron a
pensar sobre la presión demográfica
en todas las especies. ¿Qué individuos
sobrevivirían y cuáles no? Ambos
llegaron a la teoría de la evolución por
selección natural.
Lo cual no tiene en realidad nada de
sorprendente. Dos hombres que
trabajan sobre el mismo problema y
con los mismos métodos, encarados
con los mismos hechos a observar y
disponiendo de los mismos libros de
consulta, es muy probable que lleguen
a las mismas soluciones. Lo que ya me
sorprende más es que el segundo
nombre de Darwin, Wallace y Malthus
empezase en los tres casos por R.
A finales del siglo xix eran muchos los
biólogos que trataban de poner en
claro la mecánica de la genética. Tres
hombres, trabajando los tres en el
mismo problema, al mismo tiempo y de
la misma manera, pero en diferentes
países, llegaron a las mismas
conclusiones. Pero entonces los tres,
repasando la literatura, descubrieron
que otro, Gregor Mendel, había
obtenido treinta y cuatro años antes
las leyes de la herencia y habían
pasado inadvertido.
Una de las aspiraciones más
ambiciosas de los años 1880-1889 era
la producción barata de aluminio. Se
conocían los usos y la naturaleza del
metal, pero resultaba difícil prepararlo
a partir de sus minerales. Millones de
dólares dependían literalmente de la
obtención de una técnica sencilla. Es
difícil precisar el número de químicos
que se hallaban trabajando en el
mismo problema, apoyándose en las
mismas experiencias de otros
científicos. Dos de ellos: Charles Hall en
los Estados Unidos y Paul Héroult en
Francia, obtuvieron la misma respuesta
en el mismo año de 1886. Nada más
natural. Pero ¿y esto?: los apellidos de
ambos empezaban por H, ambos
nacieron en 1863 y ambos murieron en
1914.
Hoy día son muchos los que tratan de
idear teorías que expliquen el
comportamiento de las partículas
subatómicas. Murray Gell-Man y Yuval
Ne'emen, uno en América y otro en
Israel, llegaron simultáneamente a
teorías parecidas. El principio del
máser se obtuvo simultáneamente en
Estados Unidos y en la Unión Soviética.
Y estoy casi seguro de que el proceso
clave para el aprovechamiento futuro
de la potencia de la fusión nuclear será
obtenido independiente y
simultáneamente por dos o más
personas.
Naturalmente, hay veces en que el rayo
brilla una sola vez. Gregor Mendel no
tuvo competidores, ni tampoco Newton
ni Einstein. Sus grandes ideas sólo se
les ocurrieron a ellos y el resto del
mundo les siguió.
INFO: En 1965 el genial escritor y
divulgador científico Isaac Asimov
aceptó una oferta de la revista “Science
Digest” que consistía en responder a
preguntas formuladas por sus lectores
brevemente, en torno a 500 palabras.
Lo que un principio iba a ser una
colaboracion esporádica terminó
siendo algo mensual. Ocho años
despues, en 1973, había realizado mas
de cien entregas y decidió publicarlas
junticas en un libro, que se llamó como
la sección, “Please Explain” (Por favor,
explique) y que fue publicado por la
Editorial Houghton Mifflin Company.

FUENTE: 1973. Asimov, Isaac: “100
preguntas básicas sobre la Ciencia”.
Alianza Editorial S.A.