6/3/12

La herradura de la suerte

Aunque fueron los griegos los
primeros en introducir el simbolismo
de la herradura de la buena suerte en
la cultura occidental hacia el siglo IV a.
C., la tradición anglosajona atribuye tal
hecho a San Dunstan (925-988), un
herrero de profesión que llegaría a ser
Arzobispo de Canterbury en 959.
Según un relato legendario, este
personaje se pasaba las horas muertas
en su estrecha celda, en la que
estudiaba, tocaba el arpa y trabajaba
como herrero (por esto se le conoce
como el patrón de los orfebres,
celebrándose su festividad el 19 de
mayo). Un día, trabajando en el metal,
recibió la visita de un extraño
personaje que le pidió unas
herraduras para sus extraños pies, que
parecían pezuñas. Dunstan, que era
un lumbreras, reconoció
inmediatamente al diablo y dijo que
para atender su petición le haría
encadenar a la pared, a lo que accedió
el insólito cliente.
Con tal maña consiguió Dunstan
realizar su labor, causando increíbles
dolores al diablo, que este acabó
pidiéndole repetidamente misericordia.
Dunstan termina apiadándose de
Satanás, y lo libera, no sin antes
hacerle jurar que nunca entraría en
una casa en cuya puerta viera colgada
una herradura.
Desde la difusión de esta leyenda,
aproximadamente en el siglo X, no
faltaron las herraduras de la suerte
colgadas en las casas de los cristianos,
cumpliendo la doble función de
talismán y de picaporte.
En la Edad Media, época de brujería, la
herradura adquirió un poder adicional.
Se creía que las brujas se desplazaban
montadas en escobas porque temían a
los caballos, y que cualquier cosa que
les recordara un caballo,
especialmente su herradura de hierro,
las ahuyentaba como un crucifijo
aterrorizaba a un vampiro. La mujer
acusada de brujería era enterrada con
una herradura clavada en la tapa de su
ataúd, para impedir su resurrección.
En Rusia, al herrero que forjaba
herraduras se le consideraba dotado
de capacidad para realizar «magia
blanca» contra la brujería, y los
juramentos solemnes relativos al
matrimonio, los contratos comerciales y
las compraventas de propiedades no
se prestaban sobre una Biblia, sino
sobre los yunques utilizados para
martillear las herraduras.
En 1805, cuando el almirante británico
lord Horacio Nelson se enfrentó a los
enemigos de su nación en la batalla de
Trafalgar, el supersticioso inglés clavó
una herradura en el mástil de su navío
almirante, el Victory.
Mas info aquí: http://aura-
archangemaudit.blogspot.com/2009/02/
la-leyenda-de-san-dunstan-y-el-
diablo.html y aquí: http://
www.tinet.cat/~vne/
supersticiones_1.htm .