4/3/12

La gloria de volar

“La mayoría de las gaviotas no se
molesta en aprender sino las normas
de vuelo más elementales: como ir y
volver entre playa y comida. Para la
mayoría de las gaviotas, no es volar lo
que importa, sino comer. Para esta
gaviota, sin embargo, no era comer lo
que le importaba, sino volar. Más que
nada en el mundo, Juan Salvador
Gaviota amaba volar.
Este modo de pensar, descubrió, no es
la manera con que uno se hace
popular entre los demás pájaros. Hasta
sus padres se desilusionaron al ver a
Juan pasarse días enteros, solo,
haciendo cientos de planeos a baja
altura, experimentando….
-¿Por qué, Juan, por qué? -preguntaba
su madre-. ¿Por qué te resulta tan
difícil ser como el resto de la Bandada,
Juan? ¿Por qué no dejas los vuelos
rasantes a los pelícanos y a los
albatros? ¿Por qué no comes? ¡Hijo, ya
no eres más que hueso y plumas!
-No me importa ser hueso y plumas,
mamá. Sólo pretendo saber qué puedo
hacer en el aire y qué no. Nada más.
Sólo deseo saberlo…
Cuando Juan volvió a la Bandada ya en
la playa, era totalmente de noche.
Estaba mareado y rendido. No
obstante, y no sin satisfacción, hizo un
rizo para aterrizar y un tonel rápido
justo antes de tocar tierra. Cuando
sepan, pensó, lo del Descubrimiento,
se pondrán locos de alegría. ¡Cuánto
mayor sentido tiene ahora la vida! ¡En
lugar de nuestro lento y pesado ir y
venir a os pesqueros, hay una razán
para vivir! Podremos alzarnos sobre
nuestra ignorancia, podremos
descubrirnos como criaturas de
perfección, inteligencia y habilidad.
¡Podremos ser libres! ¡Podremos
aprender a volar!
Los años venideros susurraban y
resplandecían de promesas.
Las gaviotas se hallaban reunidas en
Sesión de Consejo cuando Juan tomó
tierra, y parecía que habían estado así
reunidas durante algún tiempo.
Estaban, efectivamente, esperando.
-¡Juan Salvador Gaviota! ¡Ponte al
Centro! -Las palabras de la Gaviota
Mayor sonaron con la voz solemne
propia de las altas ceremonias.
Ponerse en el Centro sólo significaba
gran vergüenza o gran honor. Situarse
en el Centro por Honor, era la forma
en que se señalaba a los jefes más
destacados entre las gaviotas. ¡Por
supuesto, pensó, la Bandada de la
Comida… esta mañana:vieron el
Descubrimiento! Pero yo no quiero
honores. No tengo ningún deseo de
ser líder. Sólo quiero compartir lo que
he encontrado, y mostrar esos nuevos
horizontes que nos están esperando. Y
dio un paso al frente.
-Juan Salvador Gaviota -dijo el Mayor-.
¡Ponte al Centro para tu Vergüenza
ante la mirada de tus semejantes!
Sintió como si le hubieran golpeado
con un madero. Sus rodillas
empezaron a temblar, sus plumas se
combaron, y le zumbaron los oídos.
¿Al Centro para deshonrarme?
¡Imposible! ¡El Descubrimiento! ¡No
entienden! ¡Están equivocados! ¡Están
equivocados!
… por su irresponsabilidad temeraria -
entonó la voz solemne-, al violar la
dignidad y la tradición de la Familia de
las Gaviotas…
Ser centrado por deshonor significaba
que le expulsarían de la sociedad de
las gaviotas, desterrado a una vida
solitaria en los Lejanos Acantilados.
-… algún día, Juan Salvador Gaviota,
aprenderás que la irresponsabilidad se
paga. La vida es lo desconocido y lo
irreconocible, salvo que hemos nacido
para comer y vivir el mayor tiempo
posible.
Una gaviota nunca replica al Consejo
de la Bandada, pero la voz de Juan se
hizo oir:
-¿Irresponsabilidad? ¡Hermanos míos!
-gritó-. ¿Quién es más responsable que
una gaviota que ha encontrado y que
persigue un significado, un fin más alto
para la vida? ¡Durante mil años hemos
escarbado tras las cabezas de los
peces, pero ahora tenemos una razón
para vivir; para aprender, para
descubrir; para ser libres! Dadme una
oportunidad, dejadme que os muestre
lo que he encontrado…
La Bandada parecía de piedra.
-Se ha roto la Hermandad -entonaron
juntas las gaviotas, y todas de acuerdo
cerraron solemnemente sus oídos y le
dieron la espalda…
Juan Salvador Gaviota pasó el resto de
sus días solo, pero voló mucho más
allá de los Lejanos Acantilados. Su
único pesar no era su soledad, sino
que las otras gaviotas se negasen a
creer en la gloria que les esperaba al
volar; que se negasen a abrir sus ojos
y a ver…”
Fragmento de Juan Salvador Gaviota.
Bach.