4/3/12

El ojo de Horus

En Egipto encontramos muchos
ejemplos donde el ojo juega un papel
fundamental pero, quizá, entre todos
ellos, el Ojo de Horus, cuyo significado
es: el que está completo.
Horus era el hijo de Osiris, un dios que
había sido asesinado por su hermano
Seth. Cuando Osiris resucitó y pasó a
presidir el Más Allá, su hijo se convirtió
en el vengador de su padre y acometió
toda una serie de luchas contra Seth,
el asesino de su progenitor. En estos
encarnizados combates Horus siempre
salió victorioso pero, en el transcurso
de las mismas ambos contendientes
sufrieron heridas y pérdidas vitales,
entre ellas la mutilación del ojo
izquierdo de Horus (o los dos
dependiendo de la versión del mito) y
la amputación de los testículos de Seth.
Gracias a la intervención del dios Thot
el ojo de Horus pudo ser sanado y
sustituido por el Udyat, para que el
dios recuperara la visión. Este ojo
estaba dotado de unas cualidades
magníficas.
Por otro lado, desde el Reino Antiguo
hasta el fin de la civilización faraónica,
las leyendas cuentan que los dos ojos
de Ra estaban vinculados uno a la luna
(el Udyat) y el otro al Sol y en el
terreno mitológico se explicó del modo
siguiente: las fases lunares respondían
a los periodos de curación del Ojo de
Horus, manifestándose en la Luna
Llena el momento en que éste había
sanado por completo y en la Luna
Nueva cuando había sufrido el daño.
Por ello, éste momento se consideró
peligroso, ya que fue el instante en que
Horus había perdido la visión y causa
por la cual el astro no podía
manifestarse en el firmamento
nocturno. Es decir que, mediante el
Udyat, se aseguraba y garantizaba el
buen funcionamiento del cosmos,
entendido como el buen discurrir del
circuito diurno del Sol y las fases
cíclicas de la Luna. Todos estos
acontecimientos y sobre todo la
mágica sustitución del milagroso Ojo
de Horus, determinaron su uso para la
protección y curación de
enfermedades relacionadas con los
ojos.
Sobre los relieves egipcios es frecuente
encontrar la ofrenda del Ojo a los
dioses, es más, era la ofrenda por
excelencia, un distintivo de orden que
podía ponerse en paralelo con la
ofrenda de Maat. El propio Horus (o el
rey como encarnación terrestre del
dios) era el encargado de presentarlo
ante la boca de su padre Osiris para
lograr su “cura”, es decir, para obtener
su resurrección, logrando el buen
funcionamiento del mundo divino y
terrestre.
Para los Antiguos Egipcios, estuvo
vinculado a conceptos de totalidad,
luz, salud y curación pero que,
además, servía como un poderoso
instrumento de protección contra el
mal de ojo, propiciador de la buena
suerte y guardián contra las fuerzas
hostiles que pudieran acosar tanto al
difunto como al hombre vivo.
Lo encontramos grabado, por ejemplo,
en las plazas protectoras que se
colocaban sobre la incisión que se
practicaba a la momia, un lugar
especialmente peligroso ya que, al ser
una abertura “arficial” era un punto
susceptible para que las fuerzas del
mal pudieran atacar al difunto,
provocando la putrefacción y por
tanto, la imposibilidad de qué el
individuo disfrutara de vida eterna.
También grabado o pintado sobre la
superficie lateral de los sarcófagos,
servía para que el difunto tuviera
garantizada la posibilidad de ver tras la
muerte, pudiendo observar el viaje que
debía realizar por el cielo. En definitiva,
el Udyat fue un elemento de
protección muy poderoso y como tal
su número en la iconografía egipcia es
más que significativo.
Además de Horus, en Egipto
encontramos a algunos dioses que
también llevaron la ofrenda del Ojo.
Nos estamos refiriendo por ejemplo al
dios Iah, manifestación de la luna, o al
dios Nefertum que como encargado de
los alimentos que se depositaban en
las ofrendas, llevaba también el ojo en
sus manos.
Finalmente y unido al mito tenemos a
dos manifestaciones de Horus: Jentyirty
y (Me)jentyirty, ambos personifican al
dios halcón con el ojo sano en el
primer caso y enfermo, en el segundo.
Información Extraída de: Revista,
Misterios de la Arqueología. El Egipto
Secreto.
(Por Celia Valdelomar)