"La Hipótesis Gaia es una de las ideas
científicas más provocadoras de la
segunda mitad del siglo XX. Apoyada y
combatida a partes iguales, en parte
por sí misma y en parte por sus
tenebrosas conexiones con el
submundo del misticismo New Age, se
transformó para bien o para mal en
parte del paisaje científico de
comienzos del siglo XXI. Y todo
empezó con un libro del científico
James E. Lovelock publicado en 1979,
llamado "Gaia: Una nueva visión de la
vida sobre la Tierra".
En el libro, refiere Lovelock la manera
en que llegó a concebir la Hipótesis
Gaia. Esta teoría se refiere al planeta
Tierra, pero irónicamente, partió un
poco más lejos, concretamente con el
planeta Marte. En la década de 1960,
en los ratitos libres que les dejaba la
carrera a la Luna, la NASA empezaba a
desarrollar ideas para detectar vida en
Marte. En caso de que la hubiera, por
supuesto. Los experimentos para
detectar dicha supuesta vida se
basaban, claro está, en la química de la
vida terrestre, por ser el único ejemplo
conocido, a lo cual Lovelock, que
prestaba labores de asesoría para el
proyecto, se hizo la gran pregunta: ¿y
si la vida marciana no sigue los
patrones biológicos terrestres, sino
que se sustenta en patrones propios?
La idea era de una lógica meridiana,
claro está, pero destrozaba la labor
experimental proyectada hasta el
minuto, y obligaba casi a definir lo que
era la vida, o lo esencial en la vida,
para buscarla cualesquiera fuera la
forma que pudiera asumir.
Lovelock describe de manera divertida
sus esfuerzos en su libro: "(... )
dedicaba muchos ratos a leer y a
reflexionar sobre la auténtica
naturaleza de la vida y sobre cómo
podría renocérsela con independencia
de lugares y de formas. Confiaba en
que, revisando la literatura científica,
terminaría por encontrar en alguna
parte una definición de la vida como
proceso físico que pudiera servir de
punto de partida para diseñar
experimentos encaminados a
detectarla; para mi sorpresa pude
comprobar que era muy poco lo
escrito sobre la naturaleza misma de la
vida. El interés actual por la ecología y
la aplicación del análisis de sistemas a
la biología estaba en mantillas; en
aquellos días, sobre las ciencias de la
vida pesaba un academicismo inerte y
polvoriento. Eran incontables los datos
acumulados sobre prácticamente
cualquier aspecto de las distintas
especies de seres vivos, pero el aluvión
de hechos ignoraba la cuestión
central, la vida misma".. . (Esto fue
escrito en los '70s , y honradamente
ignoro si hoy en día las ciencias
biológicas están un poco mejor).
Con todo, Lovelock observó el
significativo detalle de que la vida
opera creando orden a partir del
desorden (creando moléculas
complejas a partir de elementos
simples, por ejemplo), y que para eso
necesitaba tomar materiales
(alimentarse) y expulsarlos (excretar).
La vida debía, por lo tanto, servirse de
sistemas fluídicos (atmósferas,
océanos, etcétera) como correa
transportadora de dichos materiales.
Esto, a su vez, debía impactar en esos
sistemas fluídicos, lo que tendría una
gran consecuencia: la atmósfera de un
planeta con vida sería netamente
distinta a la de un planeta inerte. La
atmósfera de un planeta inerte estaría
en equilibrio químico absoluto,
mientras que la atmósfera de un
planeta vivo no podría estar en ese
punto de equilibrio. Por ejemplo, en la
atmósfera terrestre (planeta vivo)
coexisten el metano y el oxígeno.
Químicamente, ambos reaccionan para
transformarse en dióxido de carbono y
vapor de agua. Si la Tierra fuera un
mundo muerto, haría mucho tiempo
que eso habría pasado, y todo el
metano habría desaparecido. ¿De
dónde sale el metano entonces? De la
actividad fisiológica de los seres
vivientes. Un observador externo a la
Tierra tendría entonces una pista de
que la Tierra sostiene la vida, basado
en que coexisten el metano y el
oxígeno en la atmósfera planetaria
terrestre.
El libro está dedicado en su mayor
parte a mostrar cómo la Tierra es un
enorme sistema viviente cibernético, es
decir, que funciona por principios de
retroalimentación positiva (procesos
que se potencian a sí mismos) o
negativa (procesos que se extinguen a
sí mismos), guiados por la vida. Donde
antes se concebía a la vida como
adaptándose al medio ambiente,
Lovelock mostró que la vida y lo inerte
eran parte de un gigantesco esquema
planetario en que la vida no sólo
reaccionaba al medio ambiente, sino
que también lo modificaba. De hecho,
Lovelock tenía en mente algún nombre
como "Sistema de Homeostasis y
Biocibernética Universal" para su
monstruito, hasta que el escritor
William Golding (conocido por "El
señor de las moscas" y "Los
herederos") le apuntaló señalándole
que en los mitos griegos, la diosa de la
Tierra se llamaba Gaia, y con ese
nombre pasó a los anales de la ciencia.
Para bien o para mal, porque parte del
descrédito contra el cual la Hipótesis
Gaia debió luchar, radica en que
coincidió con el auge ochentero de la
New Age, que tomó lo que en el
principio era una hipótesis bioquímica
o ecoquímica o geoquímica (a según),
y lo convirtió en un baturrillo de ideas
pseudoindigenistas, misticismo
holístico y neopaganismo de mall, que
muy poco tiene que ver con los
planteamientos de Lovelock..."
PUBLICADO ORIGINALMENTE EL 28 DE
MAYO DE 2010 por Oskarele