4/4/12

¿LENGUAS MUERTAS?

De "lengua muerta" el latín no tiene
nada. Veamos, por ejemplo,
expresiones son usadas en Derecho.
¿Quién puede decir que nunca oyó
hablar de hábeas corpus? ¿O de que
una Cámara legislativa no se reunió
por falta de quórum? El latín está en
nuestra vida cotidiana cuando
enviamos un curriculum vitae, cuando
pensamos en una posgraduación lato
sensu o cuando ponemos una posdata
a una carta. Esta lengua calificada
como "muerta" está presente en las
tecnologías modernas, como en la
fecundación in vitro o en el fax
(abreviatura de fac simile, que significa
"haga de manera semejante"). Muchas
palabras que nos llegan del inglés
vienen en realidad del latín, como el
horrendo anglicismo deletear, del
verbo to delete¸ que a su vez proviene
del latín deleo, que significa destruir,
como en Delenda est Cartago.
El latín está tan entrañado en nuestra
lengua que hasta se confunde con ella:
ídem es latín, así como grosso modo,
per cápita o etcétera y hasta la
expresión alias, cuando decimos
"Joselo, alias José Luis". Está entrañado
en el español en palabras y
expresiones como a priori, alter ego,
Homo sapiens, lapsus, modus vivendi,
statu quo, sui generis, Aedes aegypti.
Por tanto, la cuestión no es aprender o
no el latín. Él ya convive con nosotros
pues es el alma de nuestra lengua. Con
el latín, vemos que las irregularidades y
las temibles excepciones de las
gramáticas no son ni irregularidades ni
excepciones. Todo adquiere una lógica
más diáfana y previsible. Si sabemos
bastante latín habremos ampliado
nuestro horizonte lingüístico y esto nos
destacará de los demás. Y así queda
contestada la pregunta de aquel que
quería mejorar su posición social.
Pero no sólo del latín se ha hecho
nuestra lengua: algún conocimiento de
griego nos permite vislumbrar muy de
cerca aquello que Platón llamaba "la
verdad de la palabra", esto es su
origen, su étimo, como decían los
griegos. Así, la palabra comer viene del
latín comedere, lo que en gramática
histórica se puede indicar así:
comedere > comer. O sea que el étimo
de comer es comedere, que en latín
significa "comer junto con otras
personas". Muchas palabras que
conocemos guardan relación directa
con otras desde el latín, pero a veces
es preciso ponerlas una junto a otra
para tener una sorpresa: volare, por
ejemplo, es el verbo latino para volar,
apenas perdió la e final. Y el radical
latino vol- aparece en otras palabras;
cuando decimos que el alcohol es un
líquido volátil queremos decir que
puede volar, evaporarse.
Aquila aparece en la palabra española
águila, con el cambio de la q por g,
igual que en aqua > agua, pero el
radical latino aquil se mantiene en
nuestra lengua en aquilino.
El radical de dominus (señor) se ve
fácilmente en dominar, dominio,
dominación, condominio. Pero con el
paso de los siglos algunas palabras se
desgastan y se tornan poco
reconocibles. Domina (señora), se
convirtió en doña y su diminutivo
popular dominicella en doncella.
También el adjetivo dominicus "del
señor", nombre que Constantino
atribuyó al primer día de la semana se
convirtió en domingo.
La palabra stella llegó a nosotros como
estrella, pero la raíz original podemos
reconocerla en el nombre de un
conjunto de estrellas, constelación, y
en el de un viaje entre las estrellas
interestelar. El verbo ver en latín es
video y podemos ver cómo la palabra
latina reaparece en vidente (el que ve),
evidente (aquello que todo el mundo
ve) o en los aparatos de video. El
verbo latino audio es oír en español,
pero la raíz original se mantiene en
toda una familia de palabras que
incluye audición, auditivo, audífono,
etc.
El marinero en latín es nauta, que
revive en astronauta y cosmonauta¸
marineros que navegan los astros o el
cosmos.
....y mucho más. Buscar en la
etimología de las palabras que usamos
habitualmente nos puede hacer pasar
un buen rato, además de aprender y la
más de las veces sorprender