7/4/12

EL PABELLÓN DE LA SECESIÓN, LA VIENA MODERNISTA

Olbrich, discípulo del arquitecto Otto
Wagner, fundó en el 1897, junto a
Gustav Klimt y al también arquitecto
Josef Hoffman, el movimiento de la
“Wiener Sezession”, una especie de
club de artistas inconformistas ideado
para discutir las nuevas tendencias
culturales y artísticas, y para exponer
obras de jóvenes vanguadistas. El
propio Olbrich construyó el edificio de
la Sezession de Viena, en 1898, no solo
como manifiesto arquitectónico del
Modernismo vienés, sino como el lugar
que albergaría la sede del grupo de
artistas y el pabellón para las
exposiciones. Tanto Olbrich como su
maestro, y verdadero iniciador del
movimiento, Otto Wagner, aspiraban a
un tipo de arquitectura que
reaccionara contra los historicismos y
que la liberara de los tipos
tradicionales. El estilo es clasificable
dentro de la categoría de modernismo,
pero presenta importantes diferencias
con respecto al Art Nouveau y con
otros estilos semejantes coetáneos.
Centrándonos en el edificio que nos
ocupa, sobre la puerta de entrada del
"Repollo de Oro", como es conocido
popularmente en Viena, puede leerse "
A cada tiempo su arte, y a cada arte su
libertad "("Der Zeit ihre Kunst, der
Kunst ihre Freiheit"). Y a la izquierda,
junto a la entrada, el lema "Ver
sacrum", la consagración de la
primavera, palabras que sirvieron de
título a la revista de dicho movimiento.
Su estructura está compuesta por
bloques cúbicos y formas cuadradas,
de una evidente geometrización, pero
que, no obstante, está bien animada
por sus recursos ornamentales: la
fachada recuerda un pilono egipcio,
sobre la que gravitan las tres musas del
arte. Sobre pilares de reminiscencias
egipcias, se asienta en el centro del
edificio una cúpula muy llamativa, toda
ella de bronce dorado y decorada con
una fronda de hojarasca, que alude
simbólicamente, según algunos, al
árbol de la vida, pero relacionado en
este caso con la iniciación a los
“sagrados misterios del arte”. Es la
famosa cúpula dorada, calada, hecha
de flores de metal, que parece un
enjambre de avispas que tiembla en el
aire.
En el interior, se persigue una de las
finalidades para las que se construyó
el edificio: servir de sala de
exposiciones, para lo que contó desde
el principio con obras realizadas por
los propios miembros del grupo. De
ahí la apertura de claraboyas en el
techo que posibilitaba la necesaria luz
natural, sin necesidad de aparecer
abierta hacia el exterior. Y lo que quizá
atrae a un mayor número de visitantes:
la decoración mural realizada por
Gustav Klimt: el llamado “Friso de
Beethoven”, terminada en 1902 la 14a
Exposición de la Secesión vienesa, y
destinada a homenajear al compositor.
El friso se pintó directamente sobre las
paredes con materiales ligeros. Tras la
exposición la pintura se conservó,
pero no volvió a exhibirse hasta 1986.
Hoy en día se puede visitar en el
Pabellón de la Secesión de
Viena