Faulkner (1897-1962) llegó a ser un bebedor un tanto excesivo e incluso
llegó a poner de moda en Hollywood,
donde trabajó como guionista, el
famoso "Whisky sour" que siempre
era bebido por alguno de sus
personajes literários. Se cuenta que
en cierta ocasión en la que iniciaba a
un amigo en los misterios del alcohol
la borrachera le duró tres semanas, y
no apareció hasta que unos
detectives de la 20th Century Fox, lo
encontraron refugiado en un albergue
de parados. Sus escritos no tardaron
en hacerle acreedor al Nobel de
literatura y se cuenta que cuando
bajó del avión en Estocolmo llevaba
más alcohol en sus venas que la
suma de todos los anteriores
ganadores del Nobel juntos. También
es cierto que llevaba consigo uno de
los mejores discursos que jamás se
dieron para recoger tan preciado
galardón. Ahí va un trocito:
"Creo que el hombre no solo
perdurará, prevalecerá. Es inmortal,
no por ser el único entre todas las
criaturas que posee una voz
inagotable, sino porque tiene un
alma, un espíritu capaz de compasión
y sacrificio y fortaleza. El deber del
poeta, del escritor, es escribir sobre
estas cosas. Tiene el privilegio de
ayudar al hombre a resistir
aligerándole el corazón, recordándole
el coraje, el honor, la esperanza, el
orgullo, la compasión, la piedad y el
sacrificio que han enaltecido su
pasado. La voz del poeta no debe ser
solamente el recuerdo del hombre,
también puede ser su sostén, el pilar
que lo ayude a resistir y a
prevalecer".
Además del Nobel también
conseguiría un par de premios
Pulitzer y con el conjunto de su obra
se puede decir que es uno de los
escritores más influyentes en la
literatura norteamericana y mundial
del siglo XX.
Faulkner tenía que ser todo un
personaje, asi, poco antes de morir,
fue invitado a la Casa Blanca por los
Kennedy y de forma absolutamente
genial declinó la invitación de esta
forma: "Ciento cincuenta kilómetros
es una distancia demasiado larga
para ir a cenar. Díganle a Kennedy,
que a mi edad uno es demasiado
viejo para viajar tan lejos sólo para
cenar con unos extraños". Y yo no
puedo sino quitarme el sombrero.
Chapeau!
William Faulkner dijo una vez que
parte del sufrimiento humano se
debe a que la única cosa que la
gente es capaz de hacer durante ocho
horas seguidas al día es trabajar. Y
ciertamente cuando uno se pone a
pensarlo certifica que no son pocas
las personas que se pierden en el
océano de su propio tiempo libre.
Igual que Cervantes tenía como
escenario de sus quijotescas
aventuras a la región de La Mancha, o
García Márquez jugaba en sus
novelas con su imaginario Macondo,
Faulkner decidió darle un espacio
concreto a sus novelas,
desarrollándose algunas de ellas en
el ficticio Condado de Yoknapatawpha
y que vendría a coincidir con la
región de Mississippi. En ese entorno
paso a contar todo el devenir del sur
estadounidense, con todos sus claros
y sus oscuros. Su forma de escribir no
es directa y de acción como la de
Hemingway, sino muy técnica y de
frases largas, resultando sus obras
para algunos algo difíciles de leer.
En su partida de nacimiento figuraba
como William Falkner, pero tras un
intento de alistarse en el ejército del
aire para participar en la Segunda
Guerra mundial y no ser aceptado
por baja estatura, se fue a Canadá,
donde los tramites eran más
asequibles y se presentó como inglés,
decidiendo en aquel momento añadir
una "u" a su apellido, para dar más
verosimilitud a su ficticia
nacionalidad. Así, desde esta
pequeña argucia, nacería ya para
siempre "William Faulkner". Logró su
objetivo de alistarse, pero cuando
llegó a Europa, se encontró con que
la lucha ya había terminado. Faulkner
escribió algunas novelas geniales
como "El sonido y la Furia",
"Santuario", "Luz de Agosto",
"Absalón, Absalón!" y varías más, con
ellas su fama llegó a ser tal que fue
requerido como guionista por
Hollywood como ya ocurriera con
otros grandes como Francis Scott
Fitzgerald y logró algún que otro gran
guión como los de las grandes
películas "Tener y no tener", "El
sueño eterno", "Tierra de faraones",
"Gunga din" o "El largo y cálido
verano".